"¿A que es majete este ratoncito? Pues nada, amigo lector, ahora voy yo y le ofrezco 10 €... a cambio de matar al ratoncito. Sí, sí. Bueno, no. En realidad, si usted no coge los 10 €, lo que haremos será salvarlo..."
MADRID. "De ratones y hombres" es una gran novela del gran John Steinbeck, de la que tomo prestado el título para este post aunque, en realidad, la conexión es un tanto indirecta. Uno de los varios temas de la novela (¿cómo se puede meter tanta enjundia en tan pocas páginas? Steinbeck era un monstruo) es, en lo tocante a la interacción humana, el abuso y la opresión, situados en el terrible contexto de los trabajadores errantes en la California de la Gran Depresión. Pues de eso va a ir este post... ¡pero del abuso y la opresión de los ratones por los malvados mercados!
En realidad, el tema que me ocupa es un artículo publicado por Armin Falk y Nora Szech hace unos días en una revista de papel couché, Science, nada menos, con el impactante título de "Morales y mercados". Ya sé que yo no debería estar hablando de esto, que lo mío es la ciencia "dura", pero es que este trabajo me ha fascinado, y además como sale en la "prensa amarilla" igual les pasa desapercibido a la mayoría de mis amigos economistas, por lo que me voy a permitir (o los editores me permiten) este ejercicio de intrusismo.
Pongámonos en situación. Para ello, necesitamos a este adorable ratoncito:
¿A que es majete? Pues nada, amigo lector, ahora voy yo y le ofrezco 10 €... a cambio de matar al ratoncito. Sí, sí. Bueno, no. En realidad, si usted no coge los 10 €, lo que haremos será salvarlo, porque verá, es uno de esos muchos ratones que se crían para experimentos y por lo que sea no ha salido bien (no tiene el gen que se quería, o la enfermedad que se quería, o lo que sea). Así que si rechaza los 10 €, los invertiremos en mantenerlo en buenas condiciones con unos cuantos colegas hasta que se muera, unos dos años. Pero si usted acepta esos 10 €, lo gasearán. Literalmente. Aquí, un video del proceso. Qué ¿cómo lo ve?
El 45,9% de los preguntados aceptaron los 10 € cuando Falk y Szech les hicieron la misma oferta.
"Es que cómo somos", pensará usted. Pobre bicho. Pero espere, espere, que ahora viene lo bueno. ¿No le había prometido meter a los malvados mercados en esto? Falk y Szech compararon su resultado con otra situación, que paso a exponerle. Está usted con otra persona, y los investigadores le dan a usted 20 €. Ahora la vida de nuestro amigo bigotudo depende de que ustedes dos hagan una transacción: durante tres minutos pueden discutir y regatear sobre cómo repartir esos 20 €.
Si llegan a un acuerdo, el reparto se lleva a cabo pero en el proceso... Sí, la cámara de gas para el ratón. Si ustedes no llegan a un acuerdo, de nuevo se salva el ratón. Fíjese en que usted, al que los experimentadores llaman "el vendedor", tiene todo el poder. Puede usted decir que no hay trato. Que no reparte el dinero. La otra persona sólo puede evitar el ratonicidio si usted le hace una oferta, rechazándola. La iniciativa es, pues, suya. ¿Que hará usted?
El 72,2% de los vendedores que tomaron parte en el experimento hicieron una transacción por 10 € o menos. Como lo lee.
Falk y Szech plantean este experimento como una estilización del efecto, y aquí vienen, de los mercados. El artículo comienza diciendo: "Es una característica generalizada de la interacción de mercado el imponer costes sobre terceros no involucrados. Producir y comerciar con mercancías a menudo crea externalidades negativas, tales como malas condiciones para los trabajadores, posiblemente asociadas con reducciones en la esperanza de vida, explotación infantil, sufrimiento de animales o daño medioambiental. La gente que participa en mercados comprando tales mercancías parece ir muchas veces contra sus propios estándares morales".
Por citar solo un ejemplo concreto, podemos pensar en el reciente desastre de la fábrica de Bangladesh en la que murieron 339 trabajadores al derrumbarse el ruinoso edificio en el que producían ropa para marcas europeas. Si a usted le preguntan qué le parece este hecho, seguro que se horroriza, ¿no? Pero seguro que usted se compra mucha ropa de esas marcas (y yo también, no se crea, que mi catadura moral no es mejor que la suya). U otros productos que proceden de desmanes parecidos. En el planteamiento del experimento, el ratón es el daño colateral. Y ya ve. Hay al menos 27% de personas (la diferencia entre las dos situaciones) que cuando la cuestión se pone en términos de esa externalidad ratonil se comen sus principios.
Pero espere, porque la cosa es peor. El experimento con "vendedor" y "comprador" se repetía 10 veces, en cada una de las cuales usted, como "vendedor", era emparejado con diferentes compradores. El gráfico siguiente muestra la evolución del mínimo precio por el que se hacían transacciones al ir repitiendose el "negocio" (línea gris clarita, la de abajo, vamos).
No sólo al interaccionar como una transacción nuestra "moralidad" se relaja considerablemente, sino que además al ir repitiendo el proceso, valoramos cada vez menos al pobrecillo roedor. Como comparación, se muestra el resultado de un experimento de control en el que todo era lo mismo pero lo que se negociaba era un cupón válido para comprar en la tienda de la Universidad de Bonn, y lo que vemos es que la valoración del cupón es la misma todo el tiempo, mientras que la del ratón empieza a un cierto nivel (en el que nos comemos los principios como decía antes) pero después decrece a medida que nos damos al genocidio (sí, los ratones están sobrevalorados, nos podríamos decir).
¿Por qué nos comportamos así? Todo esto está como siempre sujeto a bastante discusión, pero a mi parecer la que hacen los autores en el artículo es bastante completa (aunque el amigo Antonio discrepa de la interpretación en términos de mercados, y espero que elabore sobre ello en los comentarios). De hecho, discuten posibles problemas que pueden derivarse de interpretaciones erróneas de las observaciones, y las descartan con tratamientos de control adicionales:
Un primer problema es que en el tratamiento con transacción hay 20 € en juego, comparado con 10 € en el individual, y esto podría llevar a resultados distintos. Para descartarlo, repitieron el caso individual con un sujeto adicional pasivo, que es eso, pasivo, es decir, ni pincha ni corta, pero se lleva otros 10 € (que junto con los 10 € de la persona que decide hacen 20 €) si la decisión es matar al ratón. En esta situación, las personas optan por el ratonicidio en el 44,8% de los casos, prácticamente lo mismo que en el caso individual puro, y muy diferente del de la transacción.
Por otro lado, puede ocurrir que los participantes en la versión con transacción perciban la muerte del ratón como una consecuencia indeseada de su negociación, mientras que el sujeto individual vea que él está directamente diciendo matar al ratón. Para transformar esta percepción, los investigadores cambiaron el caso individual de manera que el sujeto puede comprar un billete de lotería por 2€ que le va a reportar 10 o 15 € con igual probabilidad (ganancia esperada 12,50 € - 2 € = 10,50 €, básicamente lo mismo), pero si compra el billete de lotería el ratón muere. El resultado vuelve a ser el mismo: un 46,5% de desalmados compra el billete.
Hay otras posibles dificultades de interpretación del experimento que los autores han controlado con más tratamientos de control, como ofrecer una lista de precios entre 10 y 50 € por matar al ratón y otros más, por lo que creo que el resultado es bastante robusto, y merece la pena meditar sobre él. En ese sentido, si aceptamos la interpretación en términos de mercado, aceptación que ya digo que no es unánime, los autores concluyen que apelar a valores morales no va a ser muy útil para paliar las externalidades negativas de los mercados.
Eso sí, dejan muy claro en el párrafo final que no están en contra de los mercados, que los consideran enormemente útiles para generar información sobre recursos escasos y distribuirlos eficientemente, y que no cuestionan la economía de mercado en general. Sin embargo, desde el punto de vista de sus efectos, para ellos su experimento muestra que los mercados deterioran los valores morales, por lo que coinciden con Michael Sandel (en su reciente libro What Money Can't Buy: The Moral Limits of Markets) en que como sociedad tenemos que decidir dónde queremos mercados y dónde no (como es el caso de los mercados repugnantes del último premio Nobel de Economía Alvin Roth).
Y ahora, amigo lector, mire la foto del principio y piénselo otra vez: ¿Mataría usted al ratoncito por 10 €? ¿Y por 50 €? Todos tenemos un precio... Y llegado aquí de pronto (y de verdad que de manera imprevista) veo la conexión con la novela de Steinbeck, tanto con su desarrollo como en su intenso final. Pero no me deje que se la destroce. Léala. Lo pasará mucho mejor que leyendo mis bobadas, dónde va a parar...
NOTA (al hilo de publicar en papel couché): Mientras escribía esto Science ha publicado un editorial advirtiendo contra el uso del factor de impacto de las revistas en las evaluaciones de la investigación, en la línea de lo que yo decía en mi post. Science remite a la Declaración de San Francisco sobre la Evaluación de la Investigación (DORA, de sus siglas en inglés) que se puede encontrar aquí. DORA contiene además recomendaciones muy importantes para acabar con el mal uso del factor de impacto. A ver si nos ponemos manos a la obra.
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Este artículo es una reproducción autorizada del blog Nada es Gratis
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