VALENCIA (VP). Los datos no se ajustan. Las opiniones tampoco. La reforma laboral que aprobó el Gobierno el pasado 9 de septiembre desembocó en una huelga general convocada por los sindicatos. Para los convocantes, el paro del pasado 29 de septiembre fue un rotundo éxito. Para el Gobierno no tanto, ya que ni siquiera entró a valorar la jornada. Previsible. Pero, ¿ahora qué?
Tras el día de la huelga, el Ejecutivo invitó a los representantes de los trabajadores a retomar un diálogo, que no había funcionado meses antes y que hizo que la reforma fuera aprobara por decreto y no mediante una negociación de intereses entre Gobierno, empresarios y sindicatos.
Valenciaplaza.com repasa con cuatro expertos el panorama político y social surgido tras la huelga general. Participan Jordi Palafox, catedrático de Historia de Instituciones Económicas de la Universitat de València (UV); Javier Ferri, profesor del Departamento ded Analisis económico de la Universidad de Valencia; Joaquín Alcoy, presidente del Consejo tripartito para el desarrollo de las relaciones laborales y ex director de recursos humanos de Ford Almussafes durante una década; y Joan Sifre, ex secretario general de CC OO-PV.
Para el sindicalista Joan Sifre, tiene que pasar más tiempo para poder reiniciar el diálogo con el Gobierno, aunque asegura que la lucha por cambiar la reforma laboral seguirá adelante. Como reivindicaron los miles de participantes en la huelga, asegura que la nueva legislación beneficia a las empresas y no a los trabajadores. Joaquín Alcoy, en cambio, opina lo contrario al afirmar que el enfrentamiento permanente es inútil, por lo que llama a emprender el entendimiento entre los actores sociales. "El 29 de septiembre fue un error histórico", sentencia.
Javier Ferri se siente poco optimista a causa de los desencuentors entre los sindictos y el Gobierno, que podrían representar nuevos enfrentamiento en sectores estratégicos y con mayor eco mediático Opina que los sindicatos deberían "hacer un esfuerzo por profesionalizar su capacidad de análisis". Por su parte, Jordi Palafox, aunque cree necesario cambiar la difícil situación que arrastra el país, "los deseos se enfrentan a la cruda realidad". Desde su punto de vista, la inactividad de ciertos sectores -Partido Popular y CEOE- y la imposibilidad que tiene el Gobierno para volver atrás en sus acciones complica el establecimiento de un clima de estabilidad social.
Javier Ferri, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia
-¿Cuál es su balance personal de la jornada de huelga general vivida esta semana?
-En vista del comportamiento de nuestro mercado de trabajo, una reforma laboral era a todas luces necesaria. No es sólo que nuestro mercado laboral genere una tasa de desempleo persistentemente muy superior a la de cualquier economía desarrollada, sino que ante episodios de reducción moderada de la producción la tasa de paro reacciona de un modo extraordinariamente brusco. Gran parte de la culpa de estas anomalías de nuestro mercado de trabajo cabe buscarlas en un marco institucional poco eficaz e incluso perverso. Es sobre los fallos de este marco institucional donde tiene que incidir las reformas laborales, y la aprobada por el Congreso, aunque en la buena dirección, es todavía insuficiente.
Lamentablemente, aunque los sindicatos jugaron un papel fundamental en los primeros años de la democracia, han sufrido un proceso involutivo hasta el punto de convertirse en organizaciones tremendamente conservadoras. La propia convocatoria de huelga (la reciente y otras pasadas) no es más que un intento de reaccionar ante un cambio legislativo para mantener el status quo de una parte cada vez menos representativa de la población trabajadora. El propio concepto de huelga está viciado por esta deriva conservadora del sindicalismo español. Se trata de montar una huelga general cuando me expropian una parte de mi terruño para hacer una carretera, pero ¿por qué no se habla de convocar una huelga como medio de protesta para obligar a los políticos a adoptar medidas urgentes en tres pilares tan fundamentales de nuestro estado del bienestar, y tan en peligro de muerte, como la educación, la sanidad o las pensiones?
-En su opinión ¿cuál debería ser a partir ahora la actitud de gobierno y sindicatos?
-Aunque hace sólo unos meses parecía imposible, el cambio de actitud por parte del Gobierno hacia decisiones políticas más profesionales y de mayor calado, me hacen ser optimista en cuanto a la voluntad del mismo por abordar de verdad algunos de los cambios que necesita la economía española. La reforma del mercado de trabajo era uno de ellos, y con total seguridad lo ya aprobado (aunque insuficiente) no va a cambiarse. La huelga no ha sido ni un éxito ni un fracaso ni todo lo contrario, en parte porque a todos los protagonistas, Gobierno, sindicatos y oposición, parecía convenirles esta solución y todos ellos se han comportado en consecuencia desde que se anunció la misma. Esto significa que al presidente del gobierno la huelga no le ha mermado legitimidad, y puede continuar por la senda de las decisiones valientes con las que, afortunadamente, nos está sorprendiendo. En cartera y como próximo objetivo, las pensiones.
En cuanto a los sindicatos soy mucho menos optimista. Me temo que el desencuentro, en primera instancia escenificado y posteriormente con algo más de visos de realidad, entre sindicatos y Gobierno traiga consigo un periodo de aumento de los conflictos laborales, especialmente en algunos sectores estratégicos y de amplia repercusión mediática en los que la masa de afiliados es más importante. En el más largo plazo, los sindicatos deberían hacer un esfuerzo por profesionalizar su capacidad de análisis. La población exige (o debería) cada vez más a sus representantes respuestas inteligentes a cuestiones que los sindicatos han abordado recurriendo a soflamas panfletarias. ¿Dónde estaban cuando se despedían masivamente trabajadores temporales? ¿Cómo piensan que hay que afrontar el envejecimiento de la población para mantener el sistema de pensiones o la sanidad pública? ¿Cómo afrontar los retos de una economía cada vez más globalizada con una mano de obra formada en un sistema educativo que se queda cada vez más en la cola?
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Joaquín Alcoy, presidente del Consejo tripartito para el desarrollo de las relaciones laborales y la negociación colectiva de la Comunitat Valenciana
-¿Cuál es su balance personal de la jornada de huelga general vivida esta semana?
-En primer lugar yo diría que la convocatoria de huelga que se anunció, con un adelanto inusitado, para el 29 de septiembre, fue un error histórico de los sindicatos.
Ante la grave situación económica que estamos atravesando, convocar una huelga general no tiene ningún sentido. Si se quiere protestar por la reforma laboral, hay formas de hacerlo sin perjudicar la cuenta de resultados de las empresas, y sin que los trabajadores pierdan sus salarios.
En cuanto al seguimiento de la huelga por parte de los trabajadores nos encontramos, como es habitual con estos eventos, con cifras dispares. Por ello yo no me voy a referir al aspecto cuantitativo de la misma, sino al cualitativo. Por lo que personalmente he podido constatar, ha habido un gran número de trabajadores que si no han acudido a sus puestos de trabajo, no ha sido porque querían secundar la huelga; su inasistencia al trabajo ha sido debida a las dificultades con las que se han encontrado a la hora de trasladarse a sus empresas, bien por carecer del transporte habitual que les lleva a su trabajo, o por la carencia de transporte público. En este contexto, y a la vista de lo que se ha vivido en otras huelgas, y también en esta, hay muchos trabajadores que son reacios a utilizar sus propios vehículos por miedo a los piquetes. Prefieren quedarse en sus casas, aunque les cueste dinero.
-En su opinión, ¿cuál debería ser a partir ahora la actitud de gobierno y sindicatos?
-Retomar el dialogo social. No podemos seguir con el enfrentamiento permanente. La situación actual, con casi cinco millones de parados, requiere que todo el mundo arrime el hombro.
Las empresas son las únicas que pueden crear empleo, pero para ello deben ser capaces de situar en los mercados productos o servicios que sean competitivos, y para ser competitivos tienen que mejorar su productividad, haciendo más con menos recursos. Para ello es necesario que exista un clima de entendimiento entre los empresarios y los sindicatos. Solamente con un modelo de relaciones laborales de cooperación, en el que la plantilla se sienta integrada e informada, se podrán ir tomando las medidas necesarias para mantener la viabilidad de la empresa y su crecimiento.
También hay que abordar los cambios que sean necesarios para que la negociación colectiva pueda ser una herramienta útil para mejorar la situación de las empresas y de sus trabajadores. Las circunstancias económicas actuales y los sistemas productivos son hoy muy distintos de los que causaron su nacimiento. Por ello, considero que la negociación colectiva tiene que abordar esa realidad y permitir que el contenido de los convenios colectivos pueda ampliarse y que se pueda abordar todo lo que sea necesario para que una empresa sea viable.
Por poner un ejemplo concreto, el tiempo de trabajo. Hasta hace bien poco, las discusiones sobre tiempo de trabajo en la negociación colectiva se han centrado en la reclamación por parte de los trabajadores de reducciones de jornada, mientras que los empresarios intentaban precisamente lo contrario. Las discusiones se centraban en el aspecto cuantitativo más que en el cualitativo. Esto tiene que cambiar. Hay que hablar de nuevos conceptos que mejoran la productividad de las empresas: bolsas de horas, jornada industrial, compensación de las horas extras con tiempo libre, flexibilidad horaria y de turnos, etc. etc. Resumiendo, es absolutamente necesario que empresarios y sindicatos reanuden el dialogo cuanto antes.
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Jordi Palafox, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universitat de València (UV)
-¿Cuál es su balance personal de la jornada de huelga general vivida esta semana?
-La reforma del mercado laboral era -y es debido a las limitaciones de la aprobada-, imprescindible. Sin ella, no se mejorará la eficiencia de la economía que es la única base sobre la que se pueden asentar políticas distributivas para mejorar, o simplemente mantener, nuestro bienestar en el futuro. El problema reside en que muchas otras reformas son igual de urgentes y relevantes. Y sobre ellas el Gobierno, no ha dicho ni dice -ni ha hecho ni parece que piensa hacer- nada.
Me refiero, por ejemplo, a la mejora de la equidad fiscal y la lucha contra un fraude que sigue siendo ingente en España (según Gestha), al establecimiento de controles reales de eficiencia en el gasto público, a poner a la administración pública al servicio del ciudadano y no a éste al servicio de la administración, a conseguir una justicia ágil y rápida como cabría esperar en una democracia y en el siglo XXI, o al fomento real de la competencia en los mercados privilegiados (los basados en concesiones públicas o con monopolios de facto como el eléctrico). Por no hablar de la reordenación del sector bancario gran parte del cual sigue sin cumplir su función básica de proveer de financiación a empresas y familias.
No es difícil por tanto, entender el estado de irritación/decepción ciudadana y el 29 -. Lo vienen reflejando las encuestas del CIS con la bajísima valoración de Rodríguez Zapatero (y de Mariano Rajoy). La asimetría en la distribución de los costes de la crisis, y más cuando como en España la tasa de paro es del 20%, no es fácil de aceptar por ninguna sociedad. La gestión que vienen realizando el Gobierno de la lucha contra la misma es el peor camino para la búsqueda de consensos y, junto a la ausencia de propuestas por parte del PP, explican una huelga general cuyo brutal coste económico no pagan, en ningún caso, los partidos políticos ni sus dirigentes.
-En su opinión ¿Cuál debería ser a partir ahora la actitud del gobierno y los sindicatos?
-Los deseos se enfrentan a la cruda realidad. El Gobierno no puede retirar la reforma laboral, entre otras cuestiones porque provocaría el descrédito exterior del Reino de España cuando en 2011 vencen 84.000 millones de deuda. Y los sindicatos convocantes del 29-S no pueden aceptar que todo siga igual tras la huelga si quieren conservar algo de su maltrecha credibilidad. Por tanto, por más que se pregone, va ser muy difícil recomponer el diálogo entre ambos que es relevante para fomentar la recuperación (además de crucial para las expectativas electorales del partido gobernante).
Faltan, por otro lado, otros actores importantes en este dialogo: la CEOE y el PP. Pero la primera se encuentra en una situación lamentable, para la propia CEOE y para la imagen exterior del Reino de España, debido a la situación de Diaz Ferrán. Y el PP parece que no tiene nada que decir.
Así pues, apostar por, o defender la necesidad de alcanzar consensos básicos es una obviedad. El problema es que el ciclo político, además de las demostradas limitaciones de los implicados, juegan en contra de la posibilidad de que se consigan. Pero no se ha inventado otro camino. El Gobierno debe establecer una agenda de reformas rigurosa y creíble, y no pura cosmética fuera de la reducción brutal del gasto como hasta ahora, y llevarla a la práctica con el apoyo de otras fuerzas políticas y las organizaciones sindicales (y empresariales). En política, las llamadas autoinmolaciones son siempre meros reconocimientos de la propia incapacidad.
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Joan Sifre, ex secretario general de CCOO-PV
-¿Cuál es su balance personal de la jornada de huelga general vivida esta semana?
-En primer lugar, los motivos de la huelga estaban absolutamente justificados. El cambio que supone la reforma laboral limita los derechos de los trabajadores e introduce valoraciones que han pasado a una nueva dimensión donde las empresas tendrán razón casi siempre con mucha facilidad. Todos los requisitos que pedían los han conseguido.
Por otra parte, la reforma laboral ha tenido un efecto negativo sobre el diálogo social. Hay muchos aspectos que generan inseguridad jurídica y que a su vez son injustos. Por ejemplo, cuando se firmaba un convenio colectivo sectorial se establecían unas condiciones mínimas para los trabajadores, pero ahora esto queda bajo un interrogante. Esta situación abrirá una dinámica de conflictos.
Sobre si ha participado o no gente... los sindicatos convocaron. Muchos ciudadanos no la hicieron, sobre todo en aquellos sectores donde la presencia sindical está diluida, como los autónomos. Es difícil hacer una huelga general con una presión mediática tan negativa como la que hay.
-En su opinión, ¿cuál debería ser a partir ahora la actitud del gobierno y los sindicatos?
-Hay que pensar en el nuevo marco en el que nos estamos moviendo. A mi parecer, el diálogo inmediato es una simpleza porque da la impresión de que quien habla sale tocado como interlocutor válido, ya que no habrá hecho valer la eficacia jurídica de los acuerdos. Está claro que el diálogo social ha salido perjudicado.
En cuanto a la recuperación de la confianza de los sindicatos, ellos siempre estarán dispuestos, pero será difícil. Vamos a defender que la reforma se cambie, pero no vamos hacia el mismo escenario de negociación del que acabamos de salir. Y no es porque estemos cabreados, es una valoración objetiva sobre los hechos. Los sindicatos iríamos en una mala dirección si ahora nos dedicásemos a hablar de otros asuntos como si aquí no hubiera pasado nada.
La reforma es negativa, sólo hace falta ver las lecturas que están haciendo las consultoras. No nos equivocamos tanto con nuestra valoración. La situación objetiva es que se han roto muchas cosas.
Estoy absolutamente convencida que si la huelga fuera contra los sindicatos, por permitir la situación laboral a la que hemos llegado, la población se echaría en masa a la calle. A los sindicatos habría que ponerles objetivos laborales y medir la eficacia de sus acciones, teniendo en cuenta el dinero público que se les da. Sindicato que no sea eficaz, que no haga su trabajo, que no sea económicamente rentable a la sociedad o que no cumpla objetivos, a la calle. El problema es que la huelga la están convocando los sindicatos que son precisamente los que han permitido la situación laboral actual (precariedad, contratos basura, explotación laboral sobre todo de jóvenes, a igual puesto en empresa diferencias salariales en función del sexo, techo de cristal para las mujeres, discriminación, etc etc). Resulta paradójico que los sindicatos hablen de la reducción de los contratos basura cuando los contratos que ellos hacen son mayoritariamente temporales. La gente se está empezando a cansar de tener un lastre económico con los sindicatos que no se traduce en mejoras laborales ni sociales, sino en pérdida de poder adquisitivo para la sociedad, en pérdida de trabajo, de condiciones laborales y en pérdida de futuro, sobre todo para los jóvenes. Yo apuesto por una huelga general contra los sindicatos
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