MADRID (FOTOS: A. RODRÍGUEZ). Una ciudad es más o menos joven en función del número de nuevas ideas, establecimientos y formas de negocio que vayan germinando en sus calles. En Madrid, la iniciativa ciudadana ha dejado muy claro que no va a permitir que la capital envejezca. En los últimos años lo está haciendo a través de propuestas tan originales como algunas de las que ya han pasado por aquí: Café Kino, Fábrica Maravillas, La LiVrería, Libros Libres, El Arquibar, los puestos del Mercado de San Fernando...
Todas ellas comparten un factor común y es que, en mayor o menor medida, han tenido que enfrentarse a los duros —y prolongados— trámites y papeleos de las distintas instituciones gubernamentales. Tamara, de la Fábrica Maravillas, contaba que les costó dos años poder abrir con normalidad su negocio de cervezas artesanales. Y le reprochaba al Ayuntamiento que, de no haber sido por sus ganas de abrir su local en el centro a toda costa, se habrían ido a probar suerte a otro lugar de la comunidad, a uno con menos trabas administrativas.
El tema de las licencias es el gran quebradero de cabeza para el emprendedor español y, en el caso que nos ocupa, el de Madrid. Que se lo digan, si no, a la sala Caracol, que en marzo de este año se vio obligada a cerrar sus puertas temporalmente por una "cuestión de documentación" que volvió a sacar a debate la gestión de este tipo de asuntos por parte del consistorio, así como la situación agonizante de un determinado sector del ocio nocturno madrileño.
En las pasadas legislaturas, el gobierno local se había centrado en convertir a Madrid en una capital bonita, más agradable para los peatones, con grandes proyectos que han transformado radicalmente la capital y, sin embargo, su contenido era como el de las nuevas plazas de granito que iban surgiendo por el centro: escaso. Por eso hacía falta un espacio como Matadero.
Al proyecto le costó arrancar. La oposición echó en cara durante años a Alberto Ruiz-Gallardón la lentitud con la que se tenía previsto rehabilitar este conjunto de edificios que alcanzan las doce hectáreas de superficie. Para muchos, el primer recuerdo de que algo empezaba a moverse se encontraba en citas esporádicas, como el Día de la Música (que desde entonces —salvo en 2010— se mantiene en este emplazamiento), allá por el año 2009, con entrada gratuita. Aquello no era todavía ni la mitad de lo que es hoy y daba la sensación de que podría estancarse en cualquier momento. Pero no fue así.
Olga Hueso, una madrileña de 24 años, participa de forma activa en el proyecto Cine sin autor. Esta fábrica de imágenes en movimiento que comenzó hace seis años como grupo "de militancia" presume ahora de tener sede en Intermediæ, un área dentro de Matadero, en la que importa casi tanto o más el proceso mediante el cual se crean las cosas que el resultado en sí mismo.
El planteamiento es el siguiente. Se le pregunta a un colectivo que no suele tener la oportunidad de narrar historias a través del cine: "¿Qué película harías?". Si la respuesta resulta ser una reflexión de interés humano, Cine sin autor pondrá el resto. Actuará como una productora —"una fábrica", matiza Olga—, se invertirá tiempo y dinero en su realización y todo se llevará a cabo siguiendo un proceso que "no establece una relación de propiedad sobre el capital fílmico para beneficio propio sino que colectiviza progresivamente todo el proceso de producción y distribución cinematográfico".
Según su manifiesto, Cine sin autor se encuentra en estos momentos produciendo sus seis primeras películas. Entre todas ellas, una llama especialmente la atención. Es la propuesta de Gioacchino di Blasi, un octogenario italiano con "más de mil vidas" al que le gustaría hacer una cinta sobre la "muerte digna". Dicho y hecho. Con la terrible suerte de que a medio camino le diagnosticaron un cáncer. Pero el rodaje no paró. Se siguió grabando desde el hospital, donde un ilusionado Gioacchino se convirtió en una celebridad... hasta el día en que no pudo rodar más. Fue la noche anterior a la proyección del avance de su película en una de las salas de la Cineteca. Hoy su familia ayuda a continuar el proyecto.
Y es que, mensualmente, Cine sin autor exhibe el fruto de su esfuerzo en una de las naves del Matadero, abierto a debate público, dando la opción de intervenir a los asistentes. El próximo "visionado intervenido" será el 29 de mayo a las 20:00, en la Sala B de la Cineteca. Se puede conocer más acerca del proyecto en su blog y a través de su cuenta en Vimeo.
Pero Matadero no es sólo cine. Junto a las casetas de Cine sin autor, dentro de Intermediæ, es posible encontrarse espacios de co-working, zonas WiFi, bancos de semillas, tablones de anuncios, salas con instalaciones asombrosas como la de Abierto x obras (‘Candela'), una Central de Diseño... Hay hueco para el teatro, que luce de lujo en las dos grandes Naves del Español; espacio para la Nave de Música, que cuenta con estudios de grabación, salas de ensayo y un pequeño escenario en medio de una jungla improvisada; un área reservada para la lectura y el conocimiento, como la de la Casa del Lector, en la que este mes tiene un peso especial el periodista Ryszard Kapuściński... Sin olvidar los grandes eventos. Porque Matadero también puede convertirse en un IFEMA alternativo en el que aunar creación, innovación y ocio.
Así ocurrió durante el primer meeting-show para emprendedores, inversores y profesionales de las industrias culturales y creativas, el Zinc Shower, que tuvo lugar del 11 al 13 de abril.
"Las cosas están muy mal, pero si eres emprendedor tienes que ser positivo", escuchó un asistente en una de las decenas de ponencias, talleres y charlas formativas que inundaron los espacios multiusos de Matadero. Se trataba de aprender de la gente que ya había emprendido, de que pequeñas y medianas empresas pusieran en común sus fórmulas de negocio y, en definitiva, de darse a conocer ante los medios de comunicación y los curiosos que se acercaron a la Nave 16.
Después de haber descubierto todo lo que ofrece cada una de las naves de Matadero y sus plazas (lugares perfectos para celebrar eventos musicales, exponer fotografías de gran formato o dejar que jueguen los niños), llega el momento de dejar paso al apetito. Y aquí también hay lugares donde poder saciarlo. Por supuesto, de manera diferente.
Una de las opciones se encuentra en el interior de la Sala 1 de las Naves del Español: el Café Teatro, con cocina tradicional y platos de siempre en un escenario tranquilo y desacostumbrado. Pero, sin duda, la que más llama la atención es la que antaño ocupaba el recinto en el que se escaldaba a los animales, rebautizado un siglo después como La Cantina.
Alfred Fouz es uno de los culpables del buen funcionamiento de este restaurante sano y ecológico que ya desde fuera, como suele decirse, huele que alimenta. Explica que la propuesta de Olivia te cuida, un local del centro que lleva años recibiendo formidables críticas, fue la que se hizo con la vacante que dejaron los anteriores dueños, los chicos de Buenas y Santas.
Una vez ganado el concurso, tocaba poner en marcha la idea, y la fórmula hasta ahora es la siguiente: aquí cada uno se tuesta sus tostadas como quiere, elige su propio menú entre todas las variantes posibles y aprovecha para relajarse después de una peli en la Cineteca (esta semana comienza el Festival Internacional de Documentales Documenta Madrid) o tras un paseo por Madrid Río, que conecta con Matadero. Y se sienta donde quiere, incluso en la grada. Vaya, que es un sitio para sentirse "como en casa", explica Alfred.
Los productos son frescos, algunos traídos directamente desde granjas de Castellón, como los quesos, y los platos se preparan con mucho mimo: "Yo te elaboro el plato en el momento, ingrediente a ingrediente". Y entre las opciones: cremas de verduras "puras", de zanahoria, de calabaza; arroz al horno, cuscús, ensaladas fuera de serie con espinacas, con rúcula, con distintas salsas; ‘caponata siciliana', patés, sándwichs, pizzas... A un precio más que razonable.
Pero, ojo, La Cantina está en Matadero y aquí todo tiene que tener un punto cultural... Y también pasan con nota. La Cantina puede ser un taller, un centro de estudio, un 'semidespacho', una sala de videoproyecciones y un teatro. Aunque lo mejor viene ahora, en verano, cuando hayan terminado de acondicionar la terraza exterior para poder ofrecer conciertos, actividades para niños, más teatro...
Dice Alfred que Matadero lleva unos meses a pleno rendimiento. Parece que al principio costó que la 'máquina' comenzase a funcionar, pero ahora el mecanismo se ha vuelto imparable. El barrio ha recobrado la vida perdida y la llegada del buen tiempo sólo presagia mejores noticias. Y allí estará Matadero, al lado del Manzanares para cubrir las nuevas necesidades de los madrileños, haciendo de la capital una ciudad más joven, sí, y bajo la única licencia indiscutiblemente necesaria: la creativa.
Consulte toda la programación de Matadero a través de su página web. Acceso por Plaza de Legazpi 8, Paseo de la Chopera 14, Casa del Reloj y Madrid Río. Eche un vistazo al mapa aquí.
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