Excelsa serie británica para adolescentes, enmarcada en el Reino Unido de los años noventa, que amenaza con poner de moda esta época
MADRID. Una de las desgracias que conlleva que no haya habido guerras a gran escala en Europa desde 1945 es el alto número de treintañeros. Sin ser viejos, pero tampoco jóvenes, este segmento de la población cuando se encuentra desubicado en la existencia tiende a mirarse el ombligo, como cualquier otro tipo de tonto, por otra parte.
La consecuencia directa es que recuerde con nostalgia las cosas que le gustaban cuando era niño o preadolescente. Como la posición social de los treintañeros es influyente, y también su poder adquisitivo, su autobombo sentimental termina convirtiéndose en lo que hoy por hoy se denomina ‘revival'. Sus víctimas inocentes, los adolescentes actuales.
En los 80 se volvió a looks sesenteros, pantalones ajustados y pesqueros. En los 90, se regresó a los 70, pantalones holgados y de pata de elefante. En los 00, se revisitaron los 80, pantalones pitillo y hasta elásticos. ¿Qué creen que ocurrirá ahora en los años 10? Efectivamente, vuelven los 90. Tienen que hacerlo.
‘My mad fat diary' es uno de los primeros indicios. Es una serie británica ubicada en 1996. Camisas de cuadros, noches de rave y pastillas, Oasis, Blur, Stones Roses, tristeza en el ambiente, pesadumbre vital. Olorcillo al ‘Smell like teeen spirit' de Nirvana, al ‘Popular' de Nada Surf. Lo tiene todo.
Sólo falta que Ryan Gosling y Scarlett Johansson se marquen el biopic de Kurt Cobain para que quede inaugurado el regreso a los noventa.
Venga, todos a comprar camisas de leñador y a tragar anuncios de Nike con canciones de NOFX. Que el señor Alcántara se hunda en el sillón viendo Farmacia de Guardia, que su hijo pruebe las Mitsubishi, que hagan chistes brutales sobre un extraño y novedoso fenómeno: un tío hablando por un teléfono móvil por la calle.
Dicho todo esto, ahora queda analizar la serie. Y ‘My mad fat diary' es bien buena. Eso sí, sólo válida para quienes puedan disfrutar a día de hoy de un buen producto diseñado para adolescentes. Alguien que ahora mismo estuviese encantado de darse una panzada de ‘Parker Lewis nunca pierde'.
Aunque la serie que nos traemos entre manos es bastante más dramática que las aventuras de Kubiak y sus amigos con camisa de paramecios. La propuesta inicial no puede ser más sugerente. Una chica de unos dieciséis años que pesa ciento y pico kilos acaba de salir de una institución mental donde ingresó por infringirse graves autolesiones.
Ahora tiene que reconducir su vida y tratar con personas ‘normales', no las bulímicas y anoréxicas del centro. Comportarse con normalidad, jijí-jajá en los bares, con la angustia de que todo el mundo la está mirando. Lo que es fácil para muchos, para ella es cuesta arriba como el Tourmalet. Miedos atenazadores que sólo son menos fuertes que su deseo de aparearse. El primer capítulo, matrícula de honor.
La serie está basada en una historia real. Los diarios de Rae Earl, que se publicaron en 2007. La historia original comienza en 1988, pero la serie se ubica a mitad de los 90. ¿Presión de un lobby de treintañeros amargados? A pesar de ser un época relativamente cercana, todo lo que aparece en My mad fat diary está muy lejos en el tiempo. Los protagonistas se comunican con teléfonos fijos. Van a llamarse a la puerta de sus casas.
Rae escribe un diario donde cuenta todos sus pensamientos íntimos. Un día se lo deja por ahí y cae presa del pánico. Es como si se hubiera dejado una sesión de Facebook abierta en el ordenador de una casa ajena. En definitiva, se trata de un mundo con intimidad, algo que difícilmente conocerán los chavales que han crecido con un chupete en una mano y una red social en la otra.
Otro aspecto interesante es que el sexo y los tacos campan a sus anchas sin ningún tipo de censura. Felaciones, salidas del armario, magreos con lengua que incluyen acariciar un seno, todo lo que mueve la existencia de un adolescente está presentado tal cual, sin edulcorar. Del mismo modo, el alcohol y la droga, en este caso las pastillas, se muestran sin ningún tipo de juicio de valor.
En las escenas en las que Sharon se pone hasta las ‘jártolas' en una rave, cuando todo hace suponer que le va a dar un chungo, no pasa nada. Tan sólo amanece en mitad del campo destrozada. Pero no se recurre al tan manido colapso asociado a todo consumo de drogas en la ficción televisiva. Lo más, es una frase del personaje gay que no se atreve a reconocerlo bastante ilustrativa: me siento como si hubieran meado en mi alma. Una noche de farra, aunque encierra riesgos, se parece a esto lo que más.
El único pero que se le puede poner es que lo que empieza como una apasionante serie sobre la supervivencia de una chica obesa en la jungla llena de peligros de la gente guay, al final termina convirtiéndose más en una serie de amiga fea vs amiga guapa. Por cierto, que esta última es Jodie Comer y borda el papel de Lolita en todos los aspectos.
Por otro lado, este trabajo perfectamente se podría encuadrar en el cine indie americano tipo Pequeña Miss Sunshine, Juno, Precious y todas las propuestas tradicionales de Sundance sobre aprender a vivir con defectos, inseguridades o cualquier tipo de problema que le impide a uno encajar en una sociedad que quiere ser ideal y perfecta.
En cuanto a los actores, por supuesto, todos tienen más de veinte años -la protagonista, Sharon Rooney, 24- como mandan los cánones tradicionales de series adolescentes. Nico Mirallegro tiene planta como para forrar carpetas a tutiplén (o tablets). También destaca en el reparto Ian Hart, el protagonista de Tierra y Libertad, que hace de psiquiatra de los chicos. Le habíamos dejado muerto de risa antes de la Batalla del Ebro.
Durante el rodaje, Sharon Rooney estuvo en contacto por email con Rae Earl para sacarle detalles de su biografía que pudieran ayudarla a enriquecer el personaje. En la sección de TV del Sun, la protagonista luego confesó que a veces se ponía a llorar. La identificación entre ambas es inevitable, salvando las diferencias psicopatológicas, porque de hecho Sharon también se mostró orgullosa de que por fin la cogieran en un casting en el que sólo tuvo que ser como ella era y dar una imagen como la que tenía, ni más ni menos.
La primera temporada se ha emitido en Inglaterra en la cadena E4 de enero a febrero de 2013. Ha reunido un millón de espectadores de media por capítulo, lo que ha sido considerado un éxito que se traduce en que habrá una segunda temporada en 2014. Como decimos muchas veces, una mirada desprejuiciada sobre la droga, el sexo, la adolescencia y los trastornos mentales, en nuestra España querida sería muy cara de ver. Así que aunque sea con la amenaza de regreso noventero amenazante, bien merecen la pena los seis capítulos de la primera temporada.
Es una buena serie, sin duda, me trae muchos recuerdos de los noventas. También les recomiendo que vean Togetherness de HBO, es una excelente serie sobre la vida de dos parejas que viven bajo un mismo techo, en http://www.hbomax.tv/togetherness/ pueden ver más acerca de esta serie, saludos.
Yo soy treintañero, y los noventa me parecen mayormente una mierda insípida. Por lo que pueda valer... Sólo recuerdo a los Guns'n'Roses y la crisis del 93, ver a tus hermanos mayores pudriéndose en la cola del paro y la sensación de que nosotros íbamos a ser los siguientes. Ahora, aquí en España la prensa era divertida.
Pues le iba a echar un vistazo a la serie, pero si es para treintañeros con una posición social influyente y capacidad adquisitiva importante, creo que me quedo fuera del target.
No sé si ya te lo había dicho pero muy Buena recomendación la de Lucky Loui. Desternillante, gràcies.
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