VALENCIA. Un artículo sobre relajación precisa que el lector no tenga prisa al leerlo. Por favor, hágalo con calma, porque sería contradictorio estar leyendo un texto en el que el autor nos habla de la importancia que tiene la serenidad para conseguir el autocontrol y que estemos leyéndolo deprisa y corriendo, sin paladear ni reflexionar las ideas que el texto contiene. Así es que, por favor, tenga calma.
Para conseguir controlar los nervios cuando vamos a hablar en público, debemos estar relajados, concentrados y seguros de nosotros mismos. Para estar concentrados y con control sobre nosotros mismos es fundamental estar relajados. Cuando estamos llenos de tensión, nos cuesta pensar, las palabras fluyen con dificultad a nuestra mente, nuestro cuerpo se agarrota o, por el contrario, se suelta por donde menos sospechamos, de forma incontrolada, con lo que hacemos movimientos o gestos involuntarios que proclaman nuestro estado de ánimo esclavo de la tensión.
Hace poco, en un curso que impartí en San Sebastián, una alumna se bloqueó de tal forma que fue incapaz de hacer un ejercicio que le pedía que hiciera, consistente en pronunciar un discurso que se había preparado. En esos momentos, todos los mensajes negativos que fluían de su subconsciente le bloquearon la mente de tal forma que era incapaz de expresar sus ideas con claridad. Tenía un auténtico tapón mental. La única forma de desbloquear esa situación es enviando a la mente mensajes positivos, tranquilizadores, y haciendo un ejercicio de relajación para recuperar la serenidad y la fluidez mental.
Podría contar muchas anécdotas similares protagonizadas por los alumnos de mis cursos sobre hablar en público. Personas que se han sorprendido a sí mismas haciendo movimientos o gestos rarísimos al hablar, de los que no eran conscientes, incluso gestos contradictorios con las ideas que transmitían con sus palabras. Al verse en la grabación en vídeo que les hago, se sorprendían muchísimo, extrañados por los movimientos raros que habían hecho.
En ese sentido, habrá que recordar lo que siempre les digo a mis alumnos: "El estrés no lo causan las circunstancias, sino la actitud con la que nos enfrentamos a ellas". Esa actitud, es evidente, debe ser relajada, positiva, confiada, tranquila y sosegada, lo que permitirá que la voluntad sea la que mande y ordene, controlando la situación.
Uno de mis alumnos, mientras decía con sus palabras ideas positivas sobre su trabajo en el colegio profesional al que pertenecía y lo encantado que estaba por pertenecer a la junta directiva de esa institución, con sus gestos y movimientos nos transmitía el fastidio que sentía por el cargo concreto que tenía. No le gustaba nada y nos lo comunicó con sus gestos: levantó lateralmente el brazo izquierdo, elevó su hombro, inclinó hacia ese lado su cabeza, levantó mucho las cejas y emitió un ligero soplido entre sus labios.
Era la expresión de un "¡Qué fastidio. No me gusta nada, pero no tengo más remedio. Qué le vamos a hacer!". Todo eso, mientras sus palabras transmitían un mensaje positivo sobre su pertenencia a la junta. Eso es muy peligroso porque quienes escuchan captan la contradicción, la falta de correspondencia entre lo que decimos con las palabras y lo que decimos con nuestros gestos y terminan con la sensación de falta de credibilidad en quien nos ha hablado
Mi alumno estaba nervioso y, al estar en tensión, su cuerpo le traicionó anunciándole a los demás el estado en el que se encontraba. Como dice Daniel Goleman: "A diferencia de la mente racional, que se comunica a través de las palabras, las emociones lo hacen de un modo no verbal. De hecho, cuando las palabras de una persona no coinciden con el mensaje que nos transmite su tono de voz, sus gestos u otros canales de comunicación no verbal, la realidad emocional no debe buscarse tanto en el contenido de las palabras como en la forma en que nos está transmitiendo el mensaje"....
"Este tipo de mensaje suele captarse de manera inconsciente, sin que el interlocutor repare en la naturaleza de lo que se está comunicando y se limite tan sólo a registrarlo y responder implícitamente". ("La inteligencia emocional", Daniel Goleman, p.155; Editorial Kayrós, Colección Ensayo)
DEBEMOS ENVIAR MENSAJES POSITIVOS A NUESTRO CEREBRO
En cambio, si estamos relajados, podremos controlar perfectamente lo que decimos, cómo lo decimos y con qué gestos acompañamos las palabras que decimos. Y la mejor forma de enfrentarnos al hecho de hablar en público es consiguiendo estar relajados. Es fundamental enviar a nuestro cerebro mensajes positivos a la vez que inspiramos y espiramos profunda y lentamente. De esa forma conseguiremos ser dueños de nuestras palabras y dueños de la forma en que las transmitimos.
Para conseguir estar relajados deberemos conocer algún método que nos ayude a conseguirlo. El que yo practico y enseño consiste en actuar sobre tres elementos: la mente, el cuerpo y la respiración.
Actuar sobre la mente significa ahuyentar de nuestra cabeza todos los problemas que nos preocupan. Para ello debemos dejar la mente en blanco, como se enseña en el yoga; pero, si nos resulta complicado, un método eficaz y más sencillo es utilizar nuestra imaginación.
Cerraremos los ojos y con la mente nos trasladaremos a un lugar que nos resulte relajante: a bucear en los arrecifes de coral del Caribe, a Bora Bora o a las Seychelles; o bien a esquiar en una pista de ensueño, o simplemente a pasear por una playa o por un prado verde. Mientras nuestra mente está poniendo los cinco sentidos en ese viaje imaginario, no está ocupada por problemas.
A la vez, contraeremos durante unos segundos los músculos de los pies con todas nuestras fuerzas para soltarlos a continuación y dejarlos totalmente relajados. Seguiremos aplicando el mismo método a los gemelos, a los muslos, los glúteos y todos los músculos de nuestro cuerpo, contrayéndolos y dejándolos sueltos y relajados hasta terminar con los músculos de la cara y la boca. Es la conocida como "Técnica de relajación progresiva de Jacobson".
Por último, actuaremos sobre nuestra respiración, practicando la respiración lenta y profunda, aprendiendo a respirar con el diafragma. Es la llamada "respiración abdominal profunda". Cuando mis alumnos me dicen que les cuesta practicarla, les digo que se tumben en el suelo y que observen cómo respiran. Al estar tumbados, automáticamente nuestro sistema fisiológico aplica la respiración abdominal. La hacemos sin querer cuando nos tumbamos y cuando dormimos.
Si observamos a alguien que duerme veremos que lo que mueve al respirar no es el pecho sino el abdomen. Pues eso es lo que debemos hacer, pero de un modo consciente y haciéndolo en profundidad. Esta respiración, por sí sola, es perfectamente capaz de provocar en nuestro organismo un estado de calma fisiológica que, como dicen los especialistas, contrarresta los daños del estrés, rebajando el ritmo cardíaco, disminuyendo la presión arterial y haciendo que cese la ansiedad. Y ese es el mejor estado para disponernos a hablar en público.
PACO GRAU
Periodista. Director de Marketing de Trivisión
[email protected]
www.comunicayveras.blogspot.com
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