VALENCIA. A la hora de explicar la cultura norteamericana contemporánea, es ineludible aludir a la frontera. Se trata de un concepto que explica la constitución de las principales manifestaciones culturales, provenientes de la literatura, la música o el cine. En el caso que nos ocupa, el del cine, vemos que, ya desde sus inicios a principios del siglo XIX, fue tomando forma uno de los géneros autóctonos: el western. En 1903, Edwin S. Porter realizó la película Asalto y robo al tren y daba paso a las películas del Oeste, que explicaban la historia del país, una historia forjada a través de una continua búsqueda de territorio hacia el Poniente.
Hasta los años 60, cuando la película de Marlon Brando El rostro impenetrable ponía fin al género al llegar los colonos al final del viaje (el Océano Pacífico), se desarrolló toda la narratividad de Hollywood partiendo de esta idea: el planteamiento y resolución de fronteras, de conflictos, que hacían avanzar la película. El western se había convertido en la metáfora que explicaba no sólo la historia de Estados Unidos, sino el relato de esta historia, es decir, la manera que tenían los propios estadounidenses de contar su pasado.
Marlon Brando empezó a trabajar en su película en 1957, el mismo año en el que el escritor Jack Kerouac publicó su novela En el camino. La novela relataba un viaje iniciático del propio escritor con un amigo. El viaje se componía de varias incursiones en automóvil por Estados Unidos y México, donde todos los descubrimientos iban unidos: no sólo el sexo, el alcohol y las drogas, sino también la literatura. Un viaje sin rumbo, en busca de sucesivas fronteras que nunca llegaban puesto que, a mediados del siglo XX, ya no quedaban fronteras geográficas por conquistar, como desvelaba la película de Brando.
Eso sí, en este viaje circular aparecían todas las fronteras interiores que preludiarían un mundo en transición. En concreto, las barreras perceptivas y culturales: la experimentación con las drogas iba acompañada del descubrimiento de una nueva música que se rebelaba contra los cánones establecidos: el bebop de Charlie Parker y Miles Davis. Su carácter ácrata se comunicaría con el folk y el rock, que definirían la cultura de masas a partir de los años 50. En este contexto empezó a tomar forma el concepto de "contracultura" para definir las manifestaciones producidas al margen de los órdenes expresivos de la industria mainstream.
Todo esto lo recogía y lo anticipaba la novela de Kerouac, al igual que harían otros escritores coetáneos como Allen Ginsberg o William S. Burroughs. Sus textos hablaban abiertamente del consumo de sustancias, y presentaban el sexo totalmente desprovisto de esa moralina mojigata ultraconservadora que, en los años de la fiebre anticomunista en Estados Unidos, se encontraba en plena efervescencia. El efecto fue demoledor: al mismo tiempo que influyó en la cultura rock, estos autores encontraron la reacción firme de los sectores más reaccionarios, empeñados en ver toda la cultura beat y el rock posterior como una panda de yonquis, borrachos y adoradores de Satán.
Pero en estos asuntos siempre surge un problema: el paso del tiempo y la "museización" de la contracultura. Es decir, convertir esos textos que fueron subversivos en piezas de museo, para que la gente las admire como obras descontextualizadas, como creaciones que sólo poseen un determinado valor estético. Y la adaptación de En el camino que se estrena ahora cumple perfectamente el cometido. Durante las dos horas de metraje, vemos a un grupo de chavales que van por la Norteamérica de los años 40 sin parar de beber, follar y drogarse.
No obstante, lo que resultaba chocante en 1947, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, no causa ninguna sorpresa en 2012. No se acaba de entender por qué ese viaje es reseñable: apenas se ve el contraste que provocaban unos viajeros con ansias de libertad en un paisaje que estaba edificando una sociedad del bienestar basada en la idea de la familia norteamericana inmaculada y piadosa. Porque la novela tenía vigencia en los años 50, pero la película debería haber buscado un diálogo con esa vigencia, y no la traslación literal de lo que dicen los pasajes del texto de Kerouac.
Ésta es una vía por la que suele optar Hollywood a la hora de hacer adaptaciones de novelas. ¿Por qué la historia de la película transcurre también en los años 40? Parecería una decisión absurda al ser más caro hacer una película ambientada en el pasado. Pero la respuesta es sencilla: porque así se elimina cualquier lectura subversiva de lo que contaba la novela.
Una adaptación valiente habría sido trasladar los personajes de Kerouac al presente y hacerlos viajar por la Norteamérica profunda, ésa que sigue siendo, 60 años después, tan ultrarreaccionaria. Para ver si en la actualidad aún sería posible el mismo viaje, si queda aún alguna nueva contracultura emergente o si, por el contrario, la globalización ha acabado con cualquier tipo de frontera, incluso con las que definen al propio país.
No es el único ejemplo de Hollywood cuando se pone a adaptar novelas norteamericanas. La adaptación de El gran Gatsby que se estrenará el próximo mes en nuestro país apunta en la misma dirección: en lugar de traer la historia al presente, a ese momento de locura y fiesta continua previo a la caída de Lehman Brothers, se dejan las cosas como estaban, hablando de la fiesta de los años 20 y de la crisis de 1929.
Así no sólo se quiebra el valor de textos de autores como Jack Kerouac o Francis Scott Fitzgerald, sino que se mantiene todo atado y bien atado, no sea que al espectador le dé por pensar cosas que no debe. Que todo está muy tranquilito así, con películas muy bonitas de época donde todo el mundo aparece muy guapo y muy limpio.
Ficha técnica
· En el camino (On the Road)
· Director: Walter Salles
· Intérpretes: Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Amy Adams, Tom Sturridge
Sinopsis: Sal Paradise es un joven escritor que emprende un viaje con un amigo y la novia de éste por Estados Unidos. A lo largo del viaje, irán descubriendo el sexo, las drogas y la literatura
· Basada en la novela de Jack Kerouac
· Producida por Francis Ford Coppola
Totalmente de acuerdo. Muchas gracias por tu comentario, Vicente. Un abrazo.
Hola Manolo, otro gran artículo. Sólo añadir otra reflexión, quizás impertinente, pero igual de bien intencionada que tu análisis. La neutralización del pasado (efecto museístico) sirve para hipnotizar y manipular más fácilmente a los espectadores. Vacíales la memoria y llénales de buenas intenciones y pasividad. Todo lo pasado por muy malo que fuera siempre se convierte en un agradable recuerdo (narcosis). Si vaciamos de análisis y reflexión crítica nuestra realidad cotidiana podemos comulgar con piedras de molino y lo que sea. Lo importante es sobrevivir y adaptarse. La industria del entretenimiento como arma ideológica es insuperable pues te ataca por todos los lados al mismo tiempo y neutralizada la capicidad crítica para desarrollar tu posibilidad de percepción reflexiva se impone la sociedad casposa, represiva y ultraconservadora. Vid USA. salut vicente
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