VALENCIA. A finales de los años 90, Robert De Niro quería relanzar su carrera. Así que se fijó en un proyecto que le pareció interesante, una comedia sobre un gángster que acudía a un psiquiatra porque tenía ataques de ansiedad que le impedían llevar a cabo su vida criminal. De Niro contrató inmediatamente a un equipo de guionistas para que desarrollaran la idea. Como no le gustó el tratamiento del guión ni la deriva del proyecto, la solución fue fácil: despidió a los guionistas y contrató a nuevos guionistas y a un director que se adecuase a lo que quería. El proyecto acabó siendo una de las comedias más recordadas de su carrera, Una terapia peligrosa.
El origen de esta película da buena cuenta de que, en esto del cine, no siempre es el director quien lleva la batuta en una película. Es una de esas ideas que asentó la crítica francesa en los años 50, cuando se empezó a reivindicar el cine como un producto artístico, como algo más que una mera mercancía de evasión y consumo rápido. Como las obras artísticas necesitan una autoría, se fijó que ésta recayese en el director, responsable último del texto fílmico. De este modo, las películas se pueden entender como obras de los directores, que imprimen en ellas sus determinados rasgos de autoría.
Esto es así en la mayor parte de los casos. Es el canon establecido en la industria del cine: el director es el autor y el responsable de una película. Sin embargo, hay excepciones. Por ejemplo, los hermanos Marx jamás dirigieron una película y nadie discute que son autores de las cintas que sólo firmaban como intérpretes. Las trece comedias que protagonizaron tienen una serie de características comunes, independientemente de quiénes las dirigían. Pero además, en numerosas ocasiones, actores con mucho prestigio han acabado produciendo sus películas, llegando a contratar a los directores. Uno de los casos más famosos es el de Kirk Douglas con Espartaco.
En el cine contemporáneo norteamericano, el impacto de los actores del Actor's Studio (la célebre escuela norteamericana que propugna que los actores deben sentir las mismas emociones y vivencias que los personajes a los que interpretan) ha sobrepasado los límites mismos de la actuación. Dado que el método del Actor's Studio supone un proceso mismo de creación, es habitual encontrar casos como el de Robert De Niro, convertidos en auténticos creadores de las películas en las que participan. Otro de los ejemplos emblemáticos es el de Al Pacino.
Al igual que sucede con De Niro, la carrera de Pacino ha ido ligada al cine de gángsters. La trilogía de El padrino ha marcado el cine negro contemporáneo, y podríamos destacar dos películas en su trayectoria que explicarían la reputación de este actor: El padrino III, una demoledora denuncia de los poderes reales que dominan el mundo, con una descripción aterradora de la influencia que ejerce el Vaticano, y El precio del poder, que reflexiona sobre la evolución de la figura del criminal, demostrando que los gángsters ya no son lo que eran, y que atrás quedó esa imagen romántica del forajido, convertido en los años 80 en un asqueroso inmigrante cocainómano y violento.
El caso es que Al Pacino ha decidido volver por los fueros de la nostalgia desenterrando la antigua idea del gángster como un tío simpático, alejado del estereotipo del siniestro capo Michael Corleone o del macarra mascachapas Tony Montana. Y estrena estos días Tipos legales, una comedia sobre viejos camaradas, con otro actor del "método", Christopher Walken, en el papel de antiguo colega que espera a su amigo a la salida de la cárcel, tras cumplir 28 años de condena. Ambos deciden pasar una noche de juerga, bebiendo, drogándose y yéndose de putas. Sin embargo, hay un problemilla: el personaje de Walken (Doc) tiene el encargo de asesinar a su amigo Val (Al Pacino).
A partir de aquí, la película es una reflexión sobre el paso del tiempo desde su planteamiento de comedia que surge de la siguiente idea: cómo encajarían los antiguos gángsters en este mundo actual en el que incluso la delincuencia tiene menos glamour. Y lo mejor es que la película apela a la nostalgia pero sin pasarse, por lo que no llega a caer en ese tono lacrimógeno de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Así se ve en el momento en el que Val y Doc roban una farmacia porque tienen que ir a un prostíbulo. Doc le dice a Val que, mientras él estaba en la cárcel, salieron unas pastillas contra la impotencia. Para asegurar el efecto y poder culminar con éxito, Val se toma medio bote, lo que provoca su ingreso en urgencias. Otro momento revelador lo encontramos en la manera compulsiva también que tiene Val de esnifar cualquier tipo de sustancia que le haga sentir cualquier mínimo efecto. Son rasgos que indican que estamos ante tipos malos que se niegan a retirarse y que reivindican, eso sí, ser tipos "de principios", de donde proviene el título de la película.
Tipos legales es una comedia muy simpática que surge como un proyecto de apoyo de Pacino al director de la película, su amigo Fisher Stevens. Así, Pacino pone la cara, se rodea de sus amigos, hace una comedia ligerita, que no molesta demasiado, y si encima eso aparece recompensado con un puñado de dólares, pues negocio redondo. Porque, por mucho que otros sean quienes firmen las películas de Pacino o De Niro, a estas alturas pocos directores hay que puedan echarles un pulso a estos actores que se han convertido en auténticas instituciones.
Y si alguien duda de esta circunstancia, el mejor ejemplo lo encontramos en Looking for Richard, la primera película que dirigió Al Pacino en 1996. Se trata de un documental que analiza la presencia de William Shakespeare en la cultura occidental, a través de la comprobación de la vigencia de la obra Ricardo III. La cinta está construida a partir de una serie de entrevistas y de fragmentos de la obra con Pacino encarnando al rey medieval. La indagación por la influencia de Shakespeare en la actualidad le permite a Pacino reivindicar la importancia que han tenido los actores en la historia de la cultura a través de los tiempos, recordando que Shakespeare era escritor, sí, pero también actor. Los actores serían quienes, en última instancia, se han preocupado por transmitir un legado que en muchos casos ha sobrevivido a la propia escritura.
Por eso resulta agradable ver a Al Pacino en Tipos legales, una película donde los viejos gángsters quieren decirnos cuáles son sus códigos tradicionales, esos códigos de antaño, de unos principios que no funcionan ya en estos tiempos. Y por eso también se resisten a desparecer estos antiguos delincuentes. Porque, al final, aquellos gángsters que sufren de ansiedad y van al psiquiatra nos resultan más cercanos que nunca.
Ficha técnica
Tipos legales (Stand Up Guys)
EE.UU., 2012, 95´
Director: Fisher Stevens
Intérpretes: Al Pacino, Christopher Walken, Alan Arkin
Sinopsis: Val y Doc son dos gángsters que se van de juerga la primera noche tras salir Val de la cárcel. Pese a que son dos viejos amigos, Doc tiene el encargo de matar a Val esa misma noche.
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