VALENCIA (FOTOS: JESÚS CÍSCAR Y ARCHIVO). Se ha escrito y hablado mucho sobre el Mercado Central de Valencia. Sobre sus excelentes productos, sobre su arquitectura, sobre sus trabajadores. Se le ha comparado con otros como el famoso de La Boquería de Barcelona. También ha sido durante un tiempo portada de periódicos a cuenta de su reciente rehabilitación.
Ultimamente se ha cuestionado su futuro y no paran de aparecer propuestas de lo mas curiosas para supuestamente asegurar su supervivencia. Una especie de reinvención impuesta por sectores privados ávidos de negocio.
Nosotros partimos de una base muy clara. La gastronomía es cultura y el Mercado Central es parte de nuestro patrimonio cultural, y no me refiero únicamente al edificio sino también a su contenido. Solo un dato: ¿Quién duda de que todo lo que se vende en las distintas paradas del mercado no refleja e identifica nuestro modo de vida y nuestras costumbres? Es parte de lo que somos como pueblo, región o país.
Como cultura tenemos el deber de cuidarlo, mantenerlo, apoyarlo y compartirlo. Quizá debamos empezar por culturizar a nuestros propios conciudadanos, antes de adaptar nuestro patrimonio a intereses pasajeros, modas, prisas y costumbres importadas de otras culturas, como convertir los mercados en megarestaurantes o más bien centros comerciales gastronómicos al más puro estilo americano.
Tenemos el mejor mercado de España, tanto el edificio como la amplia y variada oferta de alimentos. Sin embargo Valencia no aparece en el top five de las ciudades españolas en las que mejor se come. También tenemos en Valencia varios de los mejores cocineros del país. Parece que algo falla.
Nos encantaría que Valencia fuera conocida por lo bien que comen sus ciudadanos en sus casas. Creemos, que si comemos bien, somos más felices. Con crisis o sin crisis, solos o con compañía. Deberíamos exigir la máxima calidad allá en donde compremos alimentos.
Algún prohombre valenciano podría hacer mucho por esto que decimos. Pero está claro que bajo su apariencia bondadosa se esconde un verdadero economista, puro y duro. Imaginemos que pudiéramos encontrar en los mercados de nuestro barrio, lo que nos ofrecen en el Mercado Central...
UNA MAÑANA EN EL MERCADO
Os proponemos una mañana perfecta en el Mercado Central, para que comprobéis toda la excelencia que encierra.
Sin duda el mejor día para ir al mercado es el viernes. Todas las paradas rebosan de alimentos frescos de mil colores, aromas y sabores. Dispuestas para el sábado, día de mayor afluencia de clientes. La mayoría de las paradas acopian sus productos más frescos y perecederos el viernes.
Empecemos a las 08.00 tomando un café en el Central Bar de Ricard Camarena. Pasar antes por la recién estrenada parada de Paco Roig para comprar un croissant de mantequilla y poderlo tomar junto al café.
Después seguiremos por el pescado: visitamos la Pescadería de Pepín donde compraremos una merluza de pincho para las cenas de la semana y algo de marisco para sorprender a nuestra pareja el viernes noche. Mi amigo Gonzalo recomienda gamba roja y yo me quedo con unos percebes o en su defecto almejas de carril.
Sin dejar la pescadería pasaremos a visitar a Tejero: sepionet de playa para el arroz del domingo, boquerones para preparar con vinagre y si estamos en temporada, un atún del Mediterráneo para cenar en sashimi con los amigos.
Pasamos a la carne: en Basilio compraremos hamburguesas de buey, algo de cerdo ibérico y una paletilla de cordero. En Alabarta compraremos un pato para el arroz del jueves y pollo casero para los niños y para el cocido del lunes.
· Fruta: yo prefiero Puchades aunque Gonzalo siempre compra en Virginia: fresas, papaya, peras, plátanos, dátiles frescos, naranjas, uvas y como ya ha pasado un ratito desde el desayuno nos tomaremos en el propio puesto un zumo de sandía recién hecho con hielo picado.
· La verdura en tres puestos: Eduardo, el puesto más viejo y feo del mercado, pero sólo con productos de temporada, locales y cultivados a la vieja usanza. Tomates en Raquel, y todo tipo de hierbas de las legales en el puesto de Presen, donde siempre cae alguna seta.
Para finalizar, cinco caprichos: Uno, jamón cocido Ferrarini en El Maño. Dos, pasta fresca en el italiano La Luna Rossa con su provocadora dependienta. Tres, medio queso Livarot en Manglano. Cuatro, una burrata en Solaz. Y cinco, unas aceitunas de Kalamata en El Rincón de Ferri.
Sólo faltarían una nueces de macadamia y almendras fritas de David, para acompañar a un variadito de salazones en Vicente Peris: mojama, huevas de bonito y caballa ahumada.
Para terminar la compra volveremos para almorzar a eso de las 11.00 al Central Bar. Os propongo por ejemplo una ensaladilla rusa, habitas baby con láminas de tocino y un bocadillo Ricard Camarena para compartir. Una castaña helada y... ya nos podemos ir a trabajar.
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