VALENCIA. Director moderno donde los haya, Andris Nelsons no sólo ha firmado un buen número de laureadas grabaciones de repertorio (Tchaikovsky, Richard Strauss o Shostakovich) al frente de las mejores orquestas del mundo –antes incluso de cumplir los 35 años– sino que es también un gran comunicador del que caben esperar grandes cosas. Nelsons lleva ahora al disco (en el sello Orfeo) y en compañía de la City of Birmingham Symphony Orchestra, la formidable y abrumadora Séptima (“Leningrado”) de Shostakovich.
Ese niño letón de Riga que descubriría la música a la tierna edad de cinco años de la mano de Tannhäuser y que eventualmente acabaría debutando en Bayreuth con un notable Lohengrin, es hoy en día elogiado por sus “electrizantes” interpretaciones internacionales como director invitado de grandes orquestas y en coliseos líricos de todo el mundo (Viena, Berlín, Londres, Nueva York, Munich, París, Boston…), aunque ha sido con una orquesta del interior de Inglaterra, la City of Birmingham Symphony Orchestra, con la que ha dejado su marca desde 2008. Por ende, Nelsons ha firmado recientemente una extensión de contrato con esta orquesta (sobre la base de una renovación anual a partir de la temporada 2014/5) y el mismo Simon Rattle, su inmediato predecesor en el puesto, le ha llegado a brindar su reconocimiento.
No sorprenderá saber, por ejemplo, que Nelsons ha sido tutelado en el oficio de la batuta por Mariss Jansons, quien es actualmente uno de los más eminentes directores, o que entre los maestros que gozan de la admiración de Nelsons y que éste reconoce como inspiraciones propias se cuentan Carlos Kleiber y Herbert von Karajan. No obstante, Nelsons está en las antípodas de ser un déspota sobre el podio a la usanza de ciertos maestros del pasado, sino que se ha revelado como un músico moderno, atractivo y carismático, capaz de infundir en partituras archiconocidas una energía y una vitalidad que las hacen parecer nuevas.
En plena gira de conciertos ofrecida en unos Boston y Nueva York a punto de nieve, Diverdi tuvo ocasión recientemente de robarle a Nelsons unos minutos para conversar sobre su carrera y sobre los compositores que siente más afines. Tras un rato de animada charla, reparamos en que no es habitual encontrarse con alguien como Nelsons: un director sorprendentemente joven con una reputación a prueba de críticas. Sin lugar a dudas, una combinación fascinante.
PREGUNTA: ¿Cree que sus orígenes letones han influido de alguna manera en la confianza que demuestra sobre el podio?
ANDRIS NELSONS: A pesar del régimen soviético y la situación política que se vivía en Letonia cuando yo era niño, la educación musical estaba muy arraigada. De hecho, la riqueza del canto letón es parte de la identidad nacional y está claro que la combinación de estos dos elementos influyó decisivamente, especialmente en mi juventud, a la hora de decidirme por la música. No obstante, en mi formación como director no sólo ha intervenido la cultura musical de mi país, sino también la de otros como Rusia, donde realicé mis estudios, así como la de los diferentes países en los que me he ido formando como director…)
P.: En este contexto, ¿de qué manera influyeron sus padres en su interés por la música?
A.N.: Fueron mis padres quienes me introdujeron en el mundo de la música, y gracias a ello he podido disfrutar de ella desde muy joven. A los cinco años me llevaron a ver una representación de Tannhäuser y salí tan impactado de la experiencia que estuve llorando durante bastante tiempo después de la representación. Ya a esas edades me encantaba la música, y mis padres no hicieron sino alentar esa pasión. Ellos también son músicos.
P.: ¿De qué manera ha podido influir su posterior educación musical –de la que forman parte sus estudios de trompeta y canto– en su forma de dirigir?
A.N.: Mi formación como trompetista, no cabe duda, ha determinado mi forma actual de dirigir: el hecho de estar rodeado por los músicos de una orquesta (¡y el ser uno de ellos!) me ha ayudado a entender cómo funciona la psicología de un intérprete orquestal y la forma correcta de comunicarte con un grupo de estas características, ¡por no mencionar la enorme experiencia interpretativa que te aporta! Por otro lado, diría que mi formación vocal me ha servido a la hora de trabajar en teatros de ópera.
P.: ¿Qué fue lo que le hizo decidirse por la dirección orquestal?
A.N.: Como he comentado anteriormente, el primer momento de mi vida en el que recuerdo haberme conmovido de la cabeza a los pies por culpa de la música fue en ese Tannhäuser al que me llevaron mis padres. Pienso que en ese mismo instante y de forma subconsciente, decidí que quería ser director para contribuir a la creación de un mundo musical tan absorbente como ese del que yo fui partícipe. A partir de entonces serían mis padres los que ayudarían y continuarían inspirándome, así como los propios directores. En esa época admiraba entre otros muchos a Mariss Jansons, Carlos Kleiber y Herbert von Karajan. Antes incluso de cumplir los diez años ya había escuchado muchas grabaciones y estos grandes nombres de la dirección ya me habían causado una enorme impresión e inspirado mi aliento musical.
P.: Teniendo en cuenta lo exigente que resulta sacar lo mejor de tantos músicos y de tantas orquestas, enfrentándose por todo el mundo a programas de lo más variado (especialmente cuando ha de desempeñarse como director invitado), ¿qué es lo que la profesión de director le exige a una persona como usted? ¿Ha llegado a plantearse la cuestión desde un punto de vista filosófico?
A.N.: Diría que el arte de dirigir tiene algo de místico. Es un arte misterioso porque, a pesar de estar estrechamente ligado a la música misma, el director o la directora en cuestión no llega a producir ningún sonido por sí mismo/a. No obstante, a la hora de comentar una determinada interpretación, ¡el director está siempre en boca de todos!
Pienso que un director de orquesta debe poseer un amplio conocimiento tanto de la música como de la vida misma (en general), y también que dirigir tiene mucho que ver con la psicología. En este sentido, supone un desafío trabajar con orquestas tan curtidas y tan hechas al repertorio, con una tradición tan grande a sus espaldas. Como se puede imaginar, esto ya supone una exigencia considerable para cualquiera que se ponga delante de una orquesta con la ambición de convertir una serie de ideas en realidades musicales.
Creo que un director tiene que funcionar casi como un psicólogo y debe poseer una mezcla entre magia, carisma y aura. Un director ha de confiar plenamente en su visión musical y debe tener claras las expectativas que puede depositar en los músicos que tiene delante. Un director debe ser capaz de inspirar a los demás y entregarse a la música en cuerpo y alma, ¡y en esto has de apoyarte!
P.: ¿Qué método sigue para ganarse la confianza de una orquesta y conseguir que los intérpretes le acepten como líder? ¿Les aborda desde la dirección pura y dura o se lo plantea de otra manera?
A.N.: Para que un director consiga granjearse la confianza de una orquesta tiene que darse una combinación de ideas que resulta difícil explicar. Si echamos un vistazo al pasado veremos que hay una serie de estilos de “liderazgo” orquestal (algunos de ellos verdaderamente radicales) que han funcionado bien a su manera. Hay también otros estilos en los que intervienen las relaciones diplomáticas y esto también puede funcionar bien. Particularmente no creo que haya un estilo que funcione mejor que otros. El hecho de que haya tantas formas probadas y diferentes de trabajar acredita la vastedad y diversidad del hecho musical. ¡Y también es una buena razón para escuchar varias interpretaciones de una misma obra!
Personalmente, pienso que el hecho de dirigir tiene que ver tanto con sentirse parte de un equipo como con ejercer ese liderazgo. Es una cuestión de conseguir el equilibrio entre el liderazgo, el trabajo en equipo y la psicología de grupo. Servirse de la fantasía y del universo de la música para inspirar a los músicos es algo fundamental. Ahora mismo comulgo con esta forma de trabajar. Los músicos deben creer en lo que están tocando y deben hacerlo desde el corazón; sólo si tales elementos consiguen emulsionar en una interpretación entonces ésta será verdaderamente auténtica.
Los músicos de la orquesta y el director deben aparcar los egos y aliarse para seguir juntos el camino dispuesto por el compositor. En mi opinión, cada alma y cada ego particular deben haberse unido previamente a los demás como grupo. Así las cosas, la tarea fundamental del director consistiría en emplear el liderazgo para combinar cuidadosamente estos elementos.
P.: Cuando fue elegido Director Musical de la City of Birmingham Symphony Orchestra en 2008, ¿de qué manera reaccionó ante el reto que le planteaba una orquesta de tan insigne pasado?
A.N.: En relación a la CBSO puedo decirle que la orquesta es un gran ejemplo de la química a la que me refería antes; trabaja magníficamente como equipo y todos los músicos se deben exclusivamente a la música. Al llegar yo a la CBSO, me encontré con que Simon Rattle había guiado a la orquesta por un sendero maravilloso, consiguiendo generar un verdadero espíritu de trabajo en equipo entre los músicos de la orquesta. La relación que Rattle había trabado con ellos me sirvió de ejemplo a la hora de calibrar mi papel como director y creo que desde entonces hemos seguido cultivando con éxito esta química, lo cual ha supuesto todo un reto.
P.: En el caso concreto de la CBSO, ¿cómo ha construido su relación con los músicos de la orquesta?
A.N.: Con el paso del tiempo la confianza con los músicos va creciendo por el mismo hecho de hacer música juntos y el tiempo que pasas con ellos compartiendo el mismo enfoque sobre el repertorio que vas a interpretar. Los intérpretes de la orquesta conocen bien la forma que tengo de expresar la música, mis gestos y movimientos físicos. Diría incluso que ahora nos entendemos mejor y más fácilmente sin necesidad de palabras. Comunicarse de esta manera se ha convertido en algo muy natural.
P.: Habida cuenta de su propias vivencias en Letonia, ¿se emocionó el año pasado al dirigir a la CBSO en el War Requiem de Benjamin Britten con motivo del 50 aniversario del estreno de la obra para la reconsagración de la Catedral de Coventry?
A.N.: Sí, por supuesto. Fue una experiencia muy especial y conmovedora, sobre todo por el hecho de que fue en la Catedral de Coventry donde tuvo lugar el estreno mundial de la pieza. Diría que las próximas interpretaciones que llevemos a cabo de esta obra se nutrirán de nuevas emociones, pero sin duda la de Coventry nos ha marcado a todos.
P.: Parece evidente que la música de Richard Strauss le resulta muy atractiva. ¿Qué es lo que, para usted, subyace en el mensaje compositivo de Strauss?
A.N.: Richard Strauss es un gran compositor orquestal. Su conocimiento de la orquesta y de los colores que ésta puede alcanzar es vastísimo y no duda en emplearlos hasta el límite de sus posibilidades. El sonido de Strauss es muy recio y su obra orquestal parece estar concebida casi de manera teatral. Sus poemas sinfónicos son unas extensas fantasías sumamente evocadoras y animadas. Es un maestro a la hora de emplear, entre otros elementos, los colores y las dimensiones para alcanzar maravillosos resultados musicales.
P.: Habiendo grabado la Rosenkavalier Suite de Strauss con la CBSO, ¿se siente preparado para abordar la ópera completa?
A.N.: Estoy contemplando la posibilidad de dirigir El caballero de la rosa en algún momento durante los próximos años. Es un hecho, y estoy deseando que llegue el momento...
P.: ¿Piensa usted que el genio de grandes compositores como Tchaikovsky (cuya música suele programar en sus conciertos y discos) puede ser todavía más escudriñado?
A.N.: Los grandes genios de la música como Tchaikovsky, Wagner o Brahms, por mencionar unos pocos, han sido excelsamente interpretados a lo largo de la historia, y hoy todavía siguen despertando nuevas lecturas y perspectivas. Su música tuvo en su momento una resonancia particular y sigue teniéndola en nuestro tiempo. Más aún, es un tipo de música que nunca dejará de comunicar grandes cosas a la humanidad, incluso dentro de un millón de años. Es nuestra misión como músicos mantener vivo el mensaje de estos grandes compositores. Hacerlo de una forma o de otra es algo muy personal, pero sin duda es un trabajo de la máxima importancia.
La variedad de análisis orientados al examen de la música de Tchaikovsky, por ejemplo, es fascinante. Lo verdaderamente importante es que nos esforcemos en preservar y legar estas grandes tradiciones musicales a las jóvenes generaciones.
P.: ¿Qué opinión le merece Dmitri Shostakovich (otro compositor que suele dirigir a menudo) como compositor y como persona? ¿De qué manera trasluce su relación con Stalin en obras como Lady Macbeth of Mtsensk y muchas de sus sinfonías?
A.N.: Shostakovich es otro genio de la música. Pero su trabajo no sólo se conecta o es dependiente del régimen soviético – hubo muchas otras cosas que influyeron decisivamente en su música. Incluso si obviáramos la conexión con Stalin, Shostakovich seguiría siendo un genio. Escribió óperas, sinfonías, ballets, partituras cinematográficas y música teatral y en todos estos géneros produjo obras maravillosas. No obstante, no puede negarse el papel que jugó en su vida esa batalla con el poder y Lady Macbeth of Mtsensk es un ejemplo particularmente emotivo de ello. Hubo una lucha entre él y el régimen, sin olvidar su batalla personal contra Stalin. Por descontado, cuando la música de un compositor es prohibida por las razones que sean, suele tener lugar un conflicto personal entre los censores y el artista y esto es algo sintomático en la obra de Shostakovich. La Décima Sinfonía es el paradigma de lo estoy comentando; se trata prácticamente de un retrato psicológico de Stalin, y resulta asombrosa.
P.: Con la CBSO ha grabado la Sinfonía Leningrado de Shostakovich. ¿En qué medida expresa esta obra la universalidad del genio de Shostakovich?
A.N.: En la Séptima Sinfonía Shostakovich se opone a la invasión nazi y al régimen de Hitler y lo hace mostrando la grandeza de su nación y de la “nación humana”, por lo general opuesta a la tiranía. Este tratamiento puede ser aplicado a todos los diferentes tipos de opresión que se han dado en la historia y a la lucha contra los tiranos. Se trata de una sinfonía que refleja de forma muy particular la genialidad de Shostakovich y debido a ello el mensaje de la sinfonía tiene un alcance universal más allá del contexto en el que se inscribe. Es un mensaje del que podemos aprender mucho y que legitima el hecho de que este tipo de obras grandiosas deban seguir siendo exploradas e interpretadas.
P.: ¿Qué le ha aportado el dirigir Lohengrin en Bayreuth –así como otras óperas wagnerianas en otros teatros– en términos de disciplina y determinación?
A.N.: Que mi primera experiencia musical en directo fuese una ópera de Wagner ha hecho que este momento sea doblemente impactante. Desde aquel primer Tannhäuser, su música ha ocupado un lugar muy especial en mi corazón. Puede figurarse lo que supone para un melómano wagneriano como yo dirigir en Bayreuth: un sueño hecho realidad. ¡En realidad creo que debe serlo para cualquier músico que se precie! Dirigir allí es una experiencia extraordinaria, algo que es difícil describir con palabras. Por supuesto que montar una ópera de Wagner en cualquier parte es algo grandioso, pero hacerlo en Bayreuth –patria indiscutible de su música, a fin de cuentas– te transmite un poder y una atmósfera inigualables, conectándote con la música de forma extrema. El hecho mismo de escuchar una ópera en su teatro de opera supone otra experiencia increíble: ¡el sonido tiene una profundidad que es difícil encontrar en otra parte!
P.: También parece sentirse atraído por las óperas de Puccini (hizo La Bohème en Viena y en otras ciudades europeas y ha grabado Suor Angelica en disco). ¿Qué es lo que le llama la atención en concreto de este glosario de emociones musicales y humanas, tan distinto al de Wagner?
A.N.: Puccini es un gran dramaturgo de la emoción; era un compositor dotado de una habilidad especial para provocar emociones en la gente y es difícil encontrar a alguien que no se conmueva escuchando su música. Es posible que las tramas de sus operas sean simples y a veces hasta ingenuas pero destilan una gran carga emocional y un conocimiento íntimo del alma humana. Creo que todo el mundo puede encontrar una conexión con Puccini y en este sentido su obra se antoja universal. Supongo que ésta es la razón por la que me atrae tanto su música.
P.: Actualmente se encuentra de gira con un ciclo de las sinfonías de Beethoven que tiene previsto grabar en disco. ¿Qué le dice Beethoven en esta etapa de su vida y de su carrera?
A.N.: Beethoven es uno de esos compositores que han dejado una muesca ineludible en la historia. Esto es algo que he sentido siempre de forma muy poderosa, y sin la influencia de Beethoven todo sería muy diferente… Creo que para cualquier director, independientemente de su edad, embarcarse en las sinfonías de Beethoven supone siempre un gran viaje. Yo lo he disfrutado en las diferentes etapas de mi vida y continuaré haciéndolo. Este año es muy especial para mi porque estoy dirigiendo en Birmingham el ciclo que ha mencionado y lo cierto es que está resultando una experiencia maravillosa y muy excitante.
P.: ¿Considera que cada generación deba reinterpretar la música de Beethoven?
A.N.: Beethoven es un compositor revolucionario, de ideas particularmente sólidas –o mejor dicho, claras–. Como es sabido, en su época fue considerado un compositor moderno e impactante, al punto de que para mucha gente su música sonaba “agresiva”. Esto demuestra cómo va cambiando la percepción de la gente con respecto a la música a lo largo del tiempo y por qué el hacerla es algo tan excitante. El mensaje optimista de Beethoven, esa sensación de que tras enfrentarnos a un drama terrible, acabará sobreviniendo finalmente el triunfo, debe realzarse en todas las interpretaciones; es un optimismo al que seguramente siempre necesitemos aferrarnos. Esto es lo que hace verdaderamente universal a Beethoven.
P.: ¿De qué manera le inspira el mensaje compositivo de Beethoven?
A.N.: La música de Beethoven me inspira en cuanto que habla de las grandes dificultades de la vida, que puede llegar a ser muy cruel. Su sordera era cruel, pero pese a ello Beethoven no sólo se limitaba a componer música trágica y desesperanzada, sino que, al contrario, casi toda su obra suele cerrarse con un mensaje de optimismo. En su música hallamos confianza, ánimo y triunfo, aparte de un lirismo muy masculino… Esto es algo que me resulta profundamente inspirador de Beethoven, e imagino que también lo es para otra gente.
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