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VALENCIA. Recordemos. En abril de 2011 se anunció a bombo y platillo una colaboración del Festival de Pascua de Salzburgo con el Teatro Real de Madrid, que se traducía en la coproducción entre ambas entidades de las óperas Salome, Carmen y Parsifal. La Filarmónica de Berlín, con su director Simon Rattle al frente, se integraría en las temporadas madrileñas en 2013, 1014 y 2015. Justamente este año del bicentenario de nacimiento de Wagner, Parsifal se iba a representar en Salzburgo y posteriormente en Madrid. Todo se ha quedado en un sueño.

Sigamos recordando. Un mes después de esta sustanciosa negociación se rompió el idilio entre la Filarmónica de Berlín y el Festival de Pascua de Salzburgo, tras 45 años de convivencia feliz. No entramos en las razones de fondo. En lo que se refiere a la repercusión madrileña de esta ruptura se limitó la cooperación a una sola ópera, eligiéndose La flauta mágica, con puesta en escena de Robert Carsen. Algo es algo, pero también se fue al garete esta posibilidad como consecuencia de la crisis económica y la retirada de algunas subvenciones públicas en España. La esperada presencia de la Filarmónica de Berlín se limita actualmente en Madrid a la Novena de Beethoven. Menos da una piedra, pero no es lo mismo.

La flauta mágica se representa a partir del próximo 23 de marzo en Baden Baden inaugurando un festival en el que participan primeras figuras de la interpretación. El mismo día Christian Thielemann y la Staatskapelle de Dresde toman el relevo de los berlineses y Rattle en el Festival de Pascua de Salzburgo, la gran herencia de Karajan puesta en marcha en 1967. Para empezar esta nueva era han elegido Parsifal, que es algo así como la piedra filosofal de Thielemann. Wagner invade Salzburgo y Mozart emigra a Baden Baden. Curioso. ¿Por cuál de las dos convocatorias se decantará el día 23 la señora Merkel? En Madrid nos quedamos sin este Mozart y sin este Wagner, aunque como consuelo se ha podido escuchar en una manifestación frente al Hospital de la Princesa un coro reivindicativo con la música de Rigoletto cambiando la frase La donna è mobile por Sanidad pública. Es lo que hay. Paradójicamente el próximo Verdi en el Real –Vísperas sicilianas– será en junio de 2014 y en versión de concierto “lo cual permite apreciar mejor las finas innovaciones que muestra un arte en constante transformación”, según la información oficial del Teatro Real. Sin comentarios.

Volvamos a Centroeuropa. Este mes de marzo Wagner está que se sale. Daniel Barenboim culmina a comienzos de mes con El ocaso de los dioses su ciclo sobre El anillo del Nibelungo en Berlín, mientras el día de Viernes Santo comienzan en Colonia, entre la catedral y el Rin, las representaciones de una nueva producción de Parsifal, dirigida por Carlos Padrissa, de La Fura dels Baus, después de su apoteósico Sonntag, de Stockhausen, hace un par de años. Son citas estelares, como la de Thielemann en Salzburgo, aunque no las únicas. El magnetismo de Wagner está fuera de dudas y se manifiesta en numerosas convocatorias.

Thielemann, por ejemplo, no da abasto a sus compromisos wagnerianos. En el Festival de Dresde dedica en mayo dos conciertos al compositor, uno de ellos con el tenor Jonas Kaufmann. El 22 de mayo dirige en la Festspielhaus de Bayreuth el concierto-fiesta de cumpleaños. También en Bayreuth se pone al frente de una versión escenificada de Rienzi, a comienzos de julio en la sala Oberfrankenhalle, en un ciclo de las tres óperas de juventud de Wagner realizado en colaboración con Leipzig. El 25 de julio inaugura el Festival de la verde colina con El holandés errante. Ni que decir tiene que participará también interpretando a Wagner en el 75º Festival de Lucerna con la Staatskapelle de Dresde. ¿Quien da más?