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MADRID. En el año no sé cuántos millones después de Cristo, los tripulantes de la nave Enano Rojo se compran una ducha con propiedades rejuvenecedoras en el Ikea sideral. Son incapaces de montarla correctamente, como le ocurre a mucha gente en nuestro siglo, y cuando la ponen en marcha les envía atrás en el tiempo hasta la Edad del Bronce. Así, con esta trama tan sencilla, comienza un episodio de la nueva temporada de ‘Red Dwarf'.

Situar una serie en el espacio puede parecer cosa de freaks y echar para atrás a muchos espectadores que están amoldados a los habituales patrones de "amor y lujo", "mafia y rock and roll", "sexo y psicoterapia" o qué sé yo, toda suerte de culebrones modernos con sentimentalismo en clave de realismo soviético. Pero el espacio es lo mejor. Hace posible tramas disparatadas. Las mayores tonterías que se le puedan ocurrir a un guionista. Y si estos son ingleses, estamos hablando de beluga.

Enano Rojo ha estrenado en el canal Dave, antes lo hacía en la BBC2, su décima temporada, que ya está a la venta en DVD, pero sólo con subtítulos en inglés, para desgracia de quienes hayan cursado sus estudios en la EGB. Es una serie legendaria. Comenzó a finales de los años ochenta, fue emitida en España por las autonómicas, con doblajes profilácticos a más no poder, dejó huella en una generación y por eso ahora tenemos que referirnos a Enano Rojo como "serie de culto". Poco me parece. Debería ser fundamentalismo, talibanes.

La serie aguantó de 1988 a 1999 con ocho temporadas. Diez años después, hubo una película de tres partes llamada ‘El regreso a la tierra'. Las críticas de este ‘comeback' fueron bastante desiguales. Lo cierto es que el humor era de trazo más grueso y la historia no revolucionaba para siempre el mundo de la televisión, pero ya da igual. Enano Rojo ha vuelto como mandan los cánones, con una nueva temporada. Seis capítulos, el formato tradicional de las series británicas pata negra.

Están todos. Tan sólo falta el ordenador central, Holly, que se cambió de sexo en la tercera temporada y que ya había desaparecido en la sexta, cuando los tripulantes pasan a la nave auxiliar Starbug. De hecho, son los intentos por volver a instalar una inteligencia artificial en la nave lo que trae de cabeza a los protagonistas. Rimmer, el inútil oficial de a bordo, la configura a su imagen y semejanza, lo que le hace tomar todas sus decisiones equivocadamente e intenta matarlos.

El punto fuerte de la X temporada lo pone la aparición de un famoso. Lo mismo que hacen todos realities, incluir celebridades para que la cosa tenga gancho, o las series de animación como South Park o los Simpson. Puestos a elegir, Doug Naylor, el guionista principal, eligió al mejor. A Jesucristo.

El cameo del ‘célebre' judío tiene gracia por sí mismo, como es lógico. Pero lo mejor es que está enfocado desde el contenido de los evangelios apócrifos. Judas es en realidad el hermano gemelo de Jesús, y fue quien murió en la cruz para que su hermano pudiera decir que había resucitado, sacrificando así su vida y, lo que es peor, su prestigio por los siglos de los siglos con la historia de que le había traicionado. Esto no es un spoiler, los tiros no van por ahí, pero ponen en antecedentes de lo que le espera al espectador. Droga dura.

La comparación más recurrente que se puede hacer con esta serie es Futurama. Viene a ser lo mismo. Antihéroes del espacio. Es destacable, en este sentido, el romance que vive Lister en esta entrega con las máquinas de café de la nave, un triángulo amoroso que termina en polvo tipo El Cartero siempre llama dos veces. O los ictus que sufre Rimmer, el mando, cada vez que el rencor acumulado a lo largo de toda su vida colapsa su cerebro.

Partiendo de que en el pasado ya les vimos acostarse consigo mismos, o sea, con sus dobles en el universo paralelo -que eran mujeres-, o hacer sus necesidades hacia dentro el día que el universo deja de expandirse para empezar a contraerse, podemos afirmar que la inventiva sigue la misma línea, sigue fresca. Qué narices, Enano Rojo debería ser eterna y llevar ya veinte temporadas, pero bueno.

El aludido creador de la serie, Doug Naylor, en una entrevista reciente en Radiotimes ha contado las dificultades que se ha encontrado para mantener viva la serie. La temporada ocho terminó con gran éxito de audiencia. Entonces, le propusieron hacer la película y durante años les mandaron a "todos los lugares del mundo entre Austria y Australia para buscar localizaciones".

Al principio, tuvo que escribir un guión para veinte millones de libras. Luego le dijeron que reescribiera para ocho. Finalmente, si podía hacerlo con tres. Habían pasado ya diez años. Lo importante es que al final lo vieron tres millones de espectadores y la cadena Dave se atrevió con la décima temporada. También está reemitiendo los capítulos antiguos, de modo que las nuevas generaciones se están interesando por la serie que se emitió antes de que ellos nacieran.

Doug Naylor: "Me fui de vacaciones con unos amigos y tenían un hijo de ocho años. Lo único que hizo en todas las vacaciones fue ver capítulos de Enano Rojo en el iPhone de su padre. Yo estaba de vacaciones, tratando de relajarme y tuve que estar escuchando la sintonía de Enano Rojo todo el día.

Naylor cree que parte de las malas críticas cosechadas por la película se deben a que en el cine no hay público mientas se filma, como ocurre en televisión en ciertas sitcoms. Él quería haber hecho como los Hermanos Marx, explicó en esa entrevista, y haberlos probado frente al público para ver cómo reaccionaban. No pudo ser así.

En cualquier caso, la X entrega de Enano Rojo sigue en forma. Tan ‘refrescante' como pueda ser la historia del último humano vivo, un holograma, un gato y un androide ama de casa, que no tienen absolutamente nada que hacer. Todos los guiones parten de su desidia, de su desesperante y vacío día a día, de la depresión crónica en la que está sumida porque se aburre como una ostra.

Es ahí cuando más brilla una serie que luego te puede llevar a un encuentro con Jesucristo, o descubrir que en realidad JFK se disparó a sí mismo, pasando por máquinas de café ninfómanas que hablan con acento francés. Lo dicho, beluga.