MADRID. España sufre de muchos problemas. Pero el más importante de ellos, con diferencia, es la gran cantidad de españoles que se oponen al cambio. Unos lo hacen porque no han entendido el mundo en el que vivimos en 2013 y se apegan a concepciones obsoletas. Otros lo hacen por defensa de unos intereses particulares.
La adenda al informe de la Comisión de Expertos para la Reforma del Sistema Universitario Español, firmada por Oscar Alzaga y Mariola Urrea, es un triste ejemplo de esta resistencia al cambio. La adenda es una oda a la mediocridad y al caciquismo que ha plagado la universidad española por generaciones. A mayores, es un reflejo de lo peor de nuestra tradición intelectual, mezclando por igual medida pedantería pseudo-erudita con endebles argumentos. Me resultaría complejo, aunque me pagasen generosamente por ello si fuera un lobista de escasa moralidad -actividad a la que se dedican con entusiasmo muchos antiguos políticos fracasados que pululan por Madrid- escribir una defensa más acentuada de las élites extractivas que plagan España.
La adenda comienza con una afirmación sorprendente: "El nivel docente e investigador de la mayoría de nuestros centros públicos de enseñanza superior es, sinceramente, alto". No. Esto es más falso que un duro de cuatro pesetas. La gran mayoría de las universidades y facultades españolas son malas. Con respecto a la investigación, no son tan malas como hace unas décadas y, algunos departamentos concretos han comenzado a jugar en las grandes ligas mundiales de la ciencia, pero ahí están los rankings internacionales que claramente no colocan a los centros españoles en lo más alto de las tablas.
Con respecto a la enseñanza, las universidades españolas preparan, en un preocupante porcentaje, estudiantes especializados en tomar apuntes, comprar libros de texto escritos por el cátedro de turno que no son más que refritos insulsos de previos trabajos y reproducir, de manera acrítica, los contenidos de los mismos en exámenes escolásticos pero que no están preparados para desenvolverse en una economía globalizada de manera creativa e independiente. El que muchos de nuestros estudiantes salgan al extranjero y lo hagan muy bien es más "a pesar" de la universidad española que "gracias" a la universidad española.
El único argumento que ofrece la adenda para sostener tan peregrina afirmación es una apelación a la buena imagen del profesorado en las encuestas. Este argumento es a la vez irrelevante y absurdo. Es irrelevante porque la encuesta no pregunta por la calidad de la investigación sino por la valoración del profesorado, que es algo bien distinto. Es absurdo porque la evaluación científica no se basa en la opinión de la mayoría sino en la de los expertos.
Yo mismo únicamente puedo valorar la calidad de la investigación en economía y parcialmente (dado que hago algo de historia económica) en historia. Pero yo no puedo valorar en absoluto la investigación en física y me tengo que fiar de lo que me dicen los físicos que han sido reconocidos por otros físicos como los mejores de su profesión. Por tanto, mi respuesta a una hipotética encuesta sobre la calidad de la física en España es, como la del 99.99% de los españoles, de nula utilidad.
Tras este vergonzoso comienzo, la adenda es capaz de descender a niveles aún más bajos. Enseguida entra en una discusión condescendiente de los que tenemos un "vínculo emocional" con las universidades anglosajonas y a los que se nos acusa, en palabras bonitas, de ser ingenuos y de no entender cómo funciona España. Todo lo contrario. Precisamente por estar fuera de España comprendemos mejor que los que han construido su carrera en una universidad profundamente provinciana como lo era la española de los años 60 y 70 que las cosas se pueden llevar de otra manera y que los españoles, cuando nos dejan librarnos de los caciques, somos capaces de hacerlo muy bien.
La adenda advierte luego de que una reforma a fondo de la universidad española sería de difícil encaje en nuestro marco jurídico. No entiendo muy bien porque esto es argumento contra la reforma universitaria y no contra nuestra legislación. El ordenamiento jurídico española hace aguas por todos sitios y requiere una modificación profundísima. Las leyes están para servir al conjunto de la sociedad, no al contrario. Las leyes españolas actuales, incluida la gran parte de nuestro derecho público, han agotado su recorrido histórico y no sirven a nuestros intereses nacionales.
La adenda pasa luego a hablar sobre la selección del personal docente e investigador para defender una concepción funcionarial y formalista de este proceso. Aquí debo ser franco y clarificar mi posición (que tampoco concuerda con la del informe mayoritario): no creo que ningún profesor universitario tenga que ser funcionario. En Estados Unidos -como ocurre, por otra parte, en muchos países- las universidades públicas funcionan muy bien sin que los profesores sean funcionarios.
Los profesores son, eso sí, empleados públicos sujetos a una legislación diferente que la de un trabajador en el sector privado en ciertos aspectos pero, de manera fundamental, tienen una relación laboral como la que tendrían con cualquier empresa. Las universidades públicas americanas (UCal, Minnesota, Penn State, Ohio State, Michigan, UIUC, Texas y tantas otras) tienen plena libertad de seleccionar a sus profesores y de promoverles de assistant profesor a associate y de associate a full como mejor les parezca.
UCal-Berkeley, por poner un ejemplo, es una universidad que deja en la más triste cuneta a todas las universidades españolas -públicas y privadas- porque provee los incentivos correctos a los profesores para que investiguen y enseñen. Y sí, los profesores en Berkeley también enseñan y apostaría mucho dinero que lo hacen bastante mejor que todos los que protestarán esta entrada con el argumento "pero si lo que importa de verdad es enseñar bien", que en realidad quiere decir "dictamos los apuntes lentamente para que los estudiantes no se quejen". De igual manera los departamentos de Berkeley tienen incentivos para seleccionar a sus profesores entre los mejores y no entre los amigos pues la excelencia es recompensada y la mediocridad castigada.
Alguno me dirá: "claro, pero es que UCal-Berkeley tiene muchísimo más dinero". Sí, lo tiene, y la universidad española necesita más dinero, pero dar más dinero a los caciques actuales sería malgastarlo. Un incremento de la financiación solo se justifica con un cambio previo en la gobernanza.
Intentar garantizar la correcta selección de profesorado mediante procedimientos como una habilitación o un tribunal oral es construir castillos en el aire (¿de verdad, un tribunal oral? ¿En 2013? Ya puestos, organicemos un torneo medieval entre los candidatos, que al menos es más pintoresco y podemos vender entradas a los turistas extranjeros). Es creer en lo que mi profesor de mercantil de la carrera llamaba "el torticero y atávico formalismo del derecho español", la ingenua opinión de que con los procedimientos adecuados, el sistema se cambia (y, por supuesto, con el funcionario de turno que pone sellos por triplicado en la fotocopia compulsada del título A, en el formulario XC107 y en el certificado de vacunación de mi perro). No. Los resultados se obtienen cuando los incentivos son los correctos, no cuando el BOE produce la última rocambolesca regulación.
La adenda también defiende el carácter funcionarial como un requisito de la libertad de cátedra. El argumento aquí es de nuevo peregrino. Comienza con una historieta del rey de Hannover. En primer lugar esto no viene a cuenta ¿Qué pasa? ¿Qué en Estados Unidos, o en todos los países donde los profesores no son funcionarios, no hay libertad de cátedra? Al contrario, como yo en persona he tenido que sufrir varias veces en los últimos meses, las consecuencias para un académico en España de meterse con el gobierno son más serias que en Estados Unidos, incluidas ridículas filtraciones a la prensa por aquellos que presumen de lo que en realidad no son.
Segunda, y esto es más triste, demuestra una concepción decimonónica de la historiografía que sería objeto de burla generalizada en cualquier seminario de historia de un departamento serio fuera de las fronteras nacionales. O como me decía ayer un gran abogado de Madrid, la adenda tiene concepción de "jurista ancien regime (esa actitud pedantuela, erudita y suficiente)". El argumento hace referencia luego a la constitución y a la jurisprudencia del constitucional, haciéndoles decir cosas que, obviamente, no dicen.
La adenda tiene una segunda parte sobre la gobernanza de la universidad. Aunque mi juicio es igualmente crítico, no voy a entrar en mucho detalle en su análisis ya que en muchas ocasiones he explicado que el actual sistema de selección de rectores en España es ridículo. Sustituirlo por otro donde los profesores en un consejo (con cierta representación de otros grupos) deciden quién es el rector tampoco soluciona nada pues seguimos sin cambiar los incentivos.
Y no, seleccionar el rector por otros métodos no viola la libertad universitaria (de nuevo me refiero al ejemplo de todos los países que así lo hacen). Al contrario, al dotar a la universidad de la gobernanza adecuada la afianza y limpia el proceso de selección de la alta gerencia universitaria que en estos momentos ha sido, como en tantos otros ámbitos de nuestra sociedad, invadido por la política.
Concluyo aquí pues ya me he extendido en exceso y creo que el lector tiene claro mi opinión sobre el asunto. Solo me queda añadir una cosa. Llevo en este negocio de escribir para el público en general el suficiente tiempo para saber perfectamente que es lo que me van a decir en los comentarios. Muchos me dirán que soy un borde: pues sí, soy un borde y lo soy porque España está en una situación crítica y con buenas palabras y falsos consensos nos hundimos. No fuimos claros cuando se nombró a Rodrigo Rato en Bankia o a Narcís Serra en Caixa Catalunya y así nos ha ido. Como no me dedico a esto para ganar ningún concurso de popularidad me parece que decir las cosas claras es fundamental.
Muchos otros comentarios me dirán que tengo algún interés personal ("volver a España", "que le hagan ministro de natación y waterpolo", "vengarse de que le suspendiesen la oposición a sereno en Toledo", "que le cambien el nombre al Bernabéu a Estadio Villaverde", "que nombren a su gato rector de la Universidad de la Rioja", ¡ah la imaginación de algunos es inacabable, realmente Hollywood les pagaría millones!).
Pues no. Miren ustedes, yo marché a Estados Unidos cuatro semanas después de acabar la carrera, llevo aquí desde entonces de manera ininterrumpida y soy catedrático en una universidad que no está mal considerada. Mis condiciones económicas y de carga docente serían impensables en España (y con razón pues no creo que España se las pueda permitir) y, lo que es más importante, mi vida y mi familia está en Estados Unidos, un país que por otra parte me gusta mucho por lo profesional y serio que es. No voy a volver nunca a la universidad española.
Es por ello que desde el punto de vista meramente egoísta, la verdad es que el que la universidad española se hunda o triunfe no me afectaría en absoluto. Si escribo estas cosas es porque me parece que tengo una obligación de ayudar a España en lo que pueda y es el cumplir con mi deber, tal como yo lo entiendo, lo que incrementa mi utilidad.
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*Jesús Fernández-Villaverde, University of Pennsylvania
** Este artículo es una reproducción autorizada de su original en el blog Nada es Gratis
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Ni tanto ni tan poco. Es cierto que el caciquismo está intrínsecamente unido a la Universidad en España. Lo sufro a diario desde mi posición. La investigación es un bodrio porque el dinero se prefiere gastar en megaconstrucciones para empalmar al rector. En la universidad que yo estoy viviendo hay mucho acomodado pero quiero romper una lanza hacia los que están intentando cambiar el sistema. Una cosa buena tuvo ANECA, y es que áreas que se tocaban las bolas han empezado a exprimir neuronas. Hay gente que ha espabilado. El problema es que la permanencia en la universidad sigue dependiendo de ciertas élites que no duda en colocar a los suyos, sea en casa o en casa ajena, con concurso propio o habilitación. Yo soy docente universitario, funcionario, y eso me da tranquilidad para trabajar y estudiar, aprender y enseñar. Y de paso, pasarme por el forro al cacique de turno, y poder centrarme en lo importante, el servicio que creo prestar a la sociedad, mejorable, pero con ilusión. Por supuesto, nunca llegaré a ostentar un cargo.
Es difícil saber a qué o quién te refieres exactamente, "fulanito", pero nada más cutre y sin fundamentar que las críticas sin firma como la tuya y ese ridículo seudónimo que te pones a ti mismo
sorprendente artículo por su rigor y compromiso personal. Contrasta con colaboraciones montadas a partir de un discurso emocional cutre y sin fundamentar. De todo tiene que haber.
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