VALENCIA. No sé si es por la crisis económica que estamos viviendo, por la educación católica que recibimos o por lo absurdo de muchas cosas que vivimos y escuchamos últimamente. El caso es que mi amigo Gonzalo y yo nos damos cuenta de que hay dos palabras que nos recuerdan lugares y personas con las que nos encontramos muy bien, tanto con ellas como con sus trabajo:
· Honestidad: cualidad del que es recatado, pudoroso, razonable, justo.
· Humildad: virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
Hemos dejado atrás tiempos en que la humildad era cosa de perdedores y la honestidad de cobardes. Hablando de gastronomía hay dos restaurantes que tienen estos valores en su ADN destacando sobre otros. No son los mejores, pero desde luego son dueños de su futuro y con su libertad y valor deben ser referentes en la ciudad.
La Salita. Un curioso restaurante, situado en un barrio poco dado a locales de interés, presenta un menú cerrado, sin carta y con platos cambiantes semanalmente. Pequeño y familiar: Begoña cocina, su hermano sirve las mesas y su marido ejerce de somelier.
La mayoria de los platos tienen una presentación complicada que no aporta nada al sabor ni al concepto de los mismos, aunque es muestra del cariño y compromiso con el que son cocinados. Algo inconexos y con algún punto de cocción que debe ajustarse, como en las legumbres con cigalas, o potenciar más el sabor del elemento principal de cada plato, como arroz de pato.
El postre es sencillo y los dulces para el café demasiado complicados. Un precio por menú de 27 euros, atendido con mucho cariño y con cierta atmósfera de templo religioso, pero con una decoración hand-made bastante mejorable.
Creemos que Bego debería reflexionar sobre su lenguaje y sus productos, más allá de cuestiones económicas. Desde la libertad que le da su barrio y su clientela fiel, podría dar una pirueta y eliminar todo lo superfluo de su cocina.
Siempre sin olvidar su ciudad, Valencia. Que busque sus raices, sus recuerdos, sus sabores, los olores de su casa. Las técnicas al servicio de la comida y no al revés.
La Embajada. Situado en el primer piso del número 7 de la céntrica Plaza Alfonso el Magnánimo, presenta la estructura de una antigua vivienda palaciega que el empresario Alfredo Burguera a reconvertido en restaurante de diario y espacio para eventos y presentaciones. Su estructura, dividida en cuatro salas o habitaciones, permite la realización de pequeñas reuniones de trabajo, o celebraciones con gran independencia y comodidad.
Desde este verano pasado dirige las riendas en la cocina Vicente Patiño, Premio Cocinero Revelación de Madrid Fusion 2007, y antiguo jefe de cocina en el restaurante Oleo. La sala esta dirigida por Amanda Navarro, exsommelier de Ca'Sento.
Alfredo ha sabido rescatar a estos dos talentos del naufragio, a los que la crisis económica había 'sumergido'. La Embajada como restaurante de diario presenta una carta de precios módicos y con posibilidades de personalizar o encargar el menú deseado. Tiene una cocina sencilla y sabrosa con toques de creatividad controlados.
La solvencia de Vicente ya está demostrada y ahora es momento de avanzar en su lenguaje, sin perder sus raíces, un peligro que ha logrado descentrar a alguno de sus compañeros. Desde luego la convivencia entre el restaurante y los eventos que se celebran no ayudan a ese avance.
La última vez que estuvimos allí fue para la entrega de los premios anuales de la Academia Valenciana de Gastronomía. Para esa ocasión, el equipo de Patiño preparó un aperitivo bastante flojo, más cercano a cocinas de eventos impersonales, y un menú de siete platos en mesa bastante más interesante.
Tres de ellos muy correctos, sabrosos y equilibrados: Capuchino de celeri trufado, ostra con curry de nabo, ravioli de ave, tomates secos, piñones y berros. Dos con los que no acertó, quizá debido al gran número de comensales y lo reducido de su cocina: pescadilla sobre veloute de Jerez y la fogassa de calabaza del postre.
Puerros, mostaza y almendras, fue el plato que mejor define la cocina de Vicente. Siempre buscando contrastes y combinaciones imposibles de sabores y texturas. La síntesis y la condensación de platos e ideas es algo que urge en la cocina de Vicente.
Sus arroces y los menús que presenta a mediodía por 25 euros son muy recomendables por su calidad y precio, aunque la estructura del restaurante provoque que el nivel del servicio tenga todavía que mejorar para reducir tiempos de espera y poder atender las necesidades de los comensales con mayor garantía.
Y la elección entre restaurante gastronómico o lugar para eventos debería ser tomada por el equipo de La Embajada lo antes posible, antes de que cada línea de negocio se vea perjudicadas por la otra.
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La Salita. C/ Séneca 12. Valencia. Teléfono 96 3817516. Precio menú 27 euros.
La Embajada. Plaza de Alfonso el Magnánimo, 7-1º. Valencia. Teléfono: 963 94 18 01. Cierra: domingos y lunes noche. Precio: entre 30 y 55 euros por persona. Menú Ejecutivo, 25; menú Embajada, 29; menú gastronómico, 45 euros.
La salita. Como mínimo voy 2 veces al año desde...sin duda el mejor regalo que me puede hacer mi mujer (bueno, el último que estamos compartiendo es el mejor). Tranquilidad, complicidad, sorpresa. Siempre que me voy tengo ganas de volver y como muchas veces te dicen cuando entras: ¡Bienvenidos a vuestra casa!
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