VALENCIA. Para poder hablar en público con eficacia debemos conseguir tener un buen dominio del espacio físico en el que se desarrolla nuestra intervención. No es lo mismo hablar en una situación física que en otra. El nivel de comunicación que conseguimos es distinto según sean las circunstancias físicas en las que nos ofrecemos a la vista del público.
La visibilidad del orador por parte de los asistentes a un acto está en relación directa con su nivel de comunicación y con su falta de seguridad y protección. La regla podría ser: cuanto menos nos vea el público más seguros nos podremos sentir, más protegidos, pero menos comunicaremos; mientras que cuanto más nos vea el público menos protegidos estamos y, por tanto, menos seguros podemos sentirnos, pero más comunicaremos.
Cuando hablamos en público sentados detrás de una mesa, sobre un escenario, a cierta distancia de quienes nos escuchan, nos sentiremos más seguros al estar protegidos por la propia mesa que nos oculta a las miradas de los demás y por la distancia que nos separa del público más próximo; pero, sin duda, el nivel de eficacia de nuestra comunicación también estará sujeto por una línea más sutil.
Nuestra seguridad disminuirá un poco, pero la eficacia de nuestra comunicación aumentará, si nos dirigimos al público de pie, desde un atril. Y esa seguridad disminuirá todavía un poco más, a la vez que aumenta en la misma proporción nuestra comunicación con quienes escuchan, si el atril es transparente o se limita a un leve soporte; es decir, si le permite al público la visión de todo nuestro cuerpo. No debemos olvidar la importancia que tiene la comunicación no verbal, en concreto, la corporal, a la que me referiré en otro artículo. El lenguaje del cuerpo es básico en la comunicación.
Finalmente, el "riesgo" para el orador es máximo, pero su eficacia comunicativa también lo es, si se dirige a su público sin obstáculos que le oculten a las miradas. De pie, sin nada por delante, el orador se mueve por el escenario con tranquilidad, con dominio del espacio, mirando a su público al hablar. De ese modo es como, sin duda, establece la mejor comunicación física, que contribuye directamente a la más eficiente comunicación oral y psicológica con su público.
No verá a ningún buen orador, desde luego a ninguno anglosajón, que dirija su parlamento sentado tras una mesa. Todos los que puede escuchar en directo o en grabaciones en Internet, comprobará que hablan de pie sobre el escenario, sin ninguna "protección", ofreciéndose a la vista del público y transmitiendo con la máxima eficacia el contenido de su discurso.
Es evidente que el orador, en esas circunstancias, está más expuesto a que el público perciba si su porte general es atractivo o, por el contrario, resulta más o menos desagradable, si sabe moverse con tranquilidad, con seguridad y hasta con elegancia, o sus movimientos son nerviosos y torpes arriba del escenario... Son todos ellos pequeños factores que influyen en mayor o menor medida, pero de un modo directo, en el éxito o fracaso del orador.
Un buen orador, lo mismo que un buen actor, debe tener un buen control del espacio físico en el que se mueve, sabiendo utilizar de forma voluntaria y adecuada sus movimientos y su aproximación o alejamiento del público, con el fin de dotar a su discurso de la mayor eficacia comunicativa. El buen orador no controla sólo la palabra, sino cada uno de los movimientos de su cuerpo, para conseguir una comunicación eficaz.
PACO GRAU
Periodista. Director de Marketing de Trivisión
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