VALENCIA. "Las cuentas de los bancos suizos ya no son tan secretas como antes". Esta frase podría pertenecer a cualquier conversación reciente de los implicados en el caso Bárcenas. Pero no. No se trata de una sentencia pronunciada por un alto cargo del PP, sino por uno de los personajes de la última película de Arnold Schwarzenegger (conocido como "Arnie", por la obvia necesidad de abreviar).
Así de fuerte ha vuelto el musculoso al cine tras su paso por el gobierno de California. Atrás quedaron sus películas recordadas por frases de poca trascendencia como "Volveré" o "Sayonara, baby" ("Hasta la vista, baby", así en español, en la versión original). Ahora la frase lapidaria de su última producción resume la evolución de los tiempos, cómo han cambiado las cosas.
Y sí, mucho han cambiado en estos años en que Arnie ha estado ocupado en arruinar uno de los estados más importantes de la Unión. Pero el problema de la crisis económica de California no está en su gestión, faltaría más, sino en el legado de los malvados demócratas, que lo habían dejado todo hecho unos zorros. Después de asolar financieramente sus dominios como gobernador, ha vuelto a Hollywood para destrozar la industria, protagonizando El último desafío, una de las películas más cochambrosas, cutres y racistas de la filmografía de un actor que antaño fue la gran esperanza blanca, la alternativa medianamente inteligente al cine de Sylvester Stallone.
Como la edad también les pasa factura incluso a los adictos a los anabolizantes, Arnie asume en esta película que ya no es un chaval lozano, y encarna a un policía que está mayor, que se siente viejo y, atención, que tiene un pasado. Su pasado es el típico de un policía que vivió toda la corrupción y el crimen de Los Ángeles (claro, gobernaban los demócratas), y se tuvo que retirar a un pueblecito de la frontera con México, a hacer de policía local, que ya se sabe que viven mejor que la nacional, cobran más y tienen más días libres. Ése es el arranque de El último desafío.
Pero esta vida placentera de repente se ve alterada. ¿Por qué? Fácil, porque se ha escapado de la cárcel un peligroso jefe narco, que, además, se agencia un cochazo ultrarrápido con el que se dirige al pacífico pueblecito para cruzar la frontera. Esto es lo que pasa cuando tienes un país con ese estorbo llamado "estado de derecho", que da libertad a los criminales para que maten a sus anchas, que les otorga garantías procesales y que, encima, limita el uso de armas para que no puedas pegarles un tiro y sanseacabó.
Pero eso lo resuelve Arnie, el sheriff del pueblecito. Porque si algo define El último desafío es que se trata de una loa de la cultura de las armas. Y tiene narices que destaque por este motivo en un cine como el de Hollywood, pero así es. Porque en esta película se dedica todo dios a liarse a tiros. ¿Que un agricultor se te pone a discutir porque estás pisando sus campos? Escopetazo en la cabeza. ¿Que se te acerca a lo lejos un poli y no sabes por qué? Pues balazo al estómago, por si se le ocurre preguntar. ¿Que eres una viejecita que está en su mecedora y pasa por tu salón un intruso? Pues lo que hacen las ancianitas en estos casos: sacar la recortada que tienen al lado de la mecedora y cepillarse al tipo de un disparo por la espalda.
Todo gira en torno a las armas, desde el sheriff que reparte armamento alegremente entre amigos y presidiarios para detener al narco, hasta el descerebrado simpático del estilo de Murdock del Equipo A que colecciona y arregla armas antiguas. Y claro, el hecho de que todo el mundo tenga un arsenal en casa es la única solución para detener a un criminal que atraviesa medio país en un bólido, en plan "El coche fantástico", sin tener demasiados problemas con las autoridades.
El narco es un tío que va asesinando por ahí sin ton ni son pero quiere llegar a México porque allí estará a salvo. Ya se sabe, México, Latinoamérica, o mejor dicho, todo lo que no sea Estados Unidos es un submundo donde los asesinos están a salvo, donde pueden refugiarse sin que les pase nada. Es lo mismo que Benidorm para un guiri jubilado, un sitio en el que gastar toda la pasta ganada con los años de carrera criminal.
Lo que no se entiende es por qué el tío quiere escapar de Estados Unidos, si ahí tampoco le detiene nadie y la policía ni siquiera se atreve a toserle. La respuesta es sencilla: porque es un tío hispano, sucio, greñudo y desagradable, y esa gentuza sólo tiene cabida en un país a su altura, es decir, fuera de Estados Unidos.
Pero, ojo, que ahí está Arnie, el sheriff, dispuesto a matar al ejército que acompaña al narco para capturar al jefe vivo, ya que tiene que responder por sus crímenes ante un tribunal. Arnie representa esa Norteamérica que no se resigna, que se niega a que los asesinos se vayan de rositas, que sigue aplicando un poco de orden y cordura en esta sociedad que ha perdido el norte. Hay que aplicar la tr
adición, empuñar una pistola y cargarse lo que haga falta, autobuses, escuelas, ciudades enteras, pero que el mensaje edificante reluzca una vez más: la verdadera esencia del país está en esos pueblecitos llenos de paletos con armas, no en las ciudades que se dedican a encarcelar a los matones en lugar de propinarles unas buenas descargas de silla eléctrica.
Lo peor es que El último desafío tiene un tufo a película baratucha y chapucera que espanta. Todo da risa y todo es previsible. Y esto es algo que no sucedía normalmente en el cine de Schwarzenegger, que desde bien pronto aprendió a reírse de su estereotipo mientras se metía en algunos de los mejores proyectos del cine de acción de los años 90 (películas como Desafío total o Mentiras arriesgadas).
Pese a que lo tenía todo para convertirse en el rey de la cultura tontochorra de gym, decidió apartarse de eso y dejar tan alto honor a Stallone, que ha acabado por apropiarse del trono con la película Los mercenarios (y sus secuelas). Por eso es tan triste que la vuelta al cine de Arnie sea con esta payasada mientras se anuncia que sus futuros proyectos no serán más que revisiones de sus antiguos éxitos, como Conan o Terminator.
No obstante, sí hay que agradecerle algo a la película: que Schwarzenegger no esté doblado por Constantino Romero. Como su doblador habitual, Ernesto Aura, falleció hace unos pocos años, el peligro era que Romero se hiciese cargo de Arnie. Pero se jubiló en diciembre, una gran noticia dado que Constantino Romero llevaba décadas cargándose cualquier matiz de actores como Clint Eastwood. Aquí le dobla Héctor Cantolla, que tampoco conserva ese deje extranjero de Arnie.
Pero mejor, en cualquier caso, que Eduardo Noriega (que aquí hace el papel del narco malote) doblándose a sí mismo. Eso para quien decida ver la película doblada, consciente de que es difícil empeorar una película como El último desafío. Por lo menos, siempre nos quedará la sonrisa final pensando en la frase de los bancos suizos y en Luis Bárcenas.
Ficha técnica
· El último desafío (The Last Stand)
EE.UU., 2013, 107´
Director: Jee-woon Kim
Intérpretes: Arnold Schwarzenegger, Forest Whitaker, Eduardo Noriega
Sinopsis: Un capo del narcotráfico se escapa cuando está siendo trasladado de prisión. Se dirige hacia la frontera de México sin saber que tendrá que vérselas con el sheriff de Somerton, que no está dispuesto a que logre su objetivo.
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