Los cupcakes, además de un motivo de discordia social, se han convertido en fuente de negocio repostero, con varios ejemplos de éxito en la Comunidad Valenciana. Lo trascendente es que ha devenido en hecho cultural de principios de siglo
VALENCIA. Hay alimentos que crean clichés y señales sociales. Pongamos que hablamos del cupcake, en torno al cual se ha generado una maraña inmensa de seguidores (alaban su dulzura, su componente artístico) y detractores (se reconocen fatigados por empalagamiento). Si encerraran a José Mourinho en una sala aislada junto a un cupcake, probablemente le endosaría un mamporro o se lo guardaría para dárselo a probar a su segundo entrenador. Es un decir. En la misma situación, en cambio, Pep Guardiola se comería el cupcake y alabaría su cubierta. Ésas son las coordenadas del enfrentamiento.
El elemento de la discordia es un bizcocho que reproduce una tarta a pequeñísima escala, que bajo ningún concepto se moja en leche ni café, que se carga con buena dosis de azúcar y que se decora, se decora mucho con revestimientos de glaseados, crema o nata, alcanzando cuerpo de escultura naif. Pero eso no es lo sustancial. Lo trascendente es que ha devenido en hecho cultural de principios de siglo. Aúna cierta dosis de integrismo y un negocio que pasa por un momento dulce.
El culto al cupcake quizá sólo es comparable con la pasión formal que profesan los miembros de las Nuevas Generaciones políticas por los cargos electos de sus partidos. La defensa acaramelada al pequeño dulce no admite dudas. Se les carga de llamativas envolturas para darles una apetitosa apariencia (o quién sabe si para disimular deficiencias en el gusto). Como los miembros de Nuevas Generaciones, las fans emplean un lenguaje lisonjero para con el susodicho. Asisten a cursos y talleres y consumen con fruición la cultura cupcake.
La excepción vino de la pastelería Chaos de Florida. Buscando un giro gamberro a la imagen azucarada y a la fashion food, crearon cupcakes con formas genitales, de meritorio éxito.
El desembarco del negocio en España
Sobre los motivos por los que el fenómeno irrumpió en España de forma tan desbocada, la responsabilidad colonizadora se le atribuye a ‘Sexo en Nueva York'. En esta serie televisiva, los personajes visitaban con recurrencia la tienda de cupcakes Magnolia, en el West Village de la Gran Manzana. Una pequeña pastelería de barrio que alcanzó tamaño de dinosaurio y que anda en fase de apertura en Brasil, India y Qatar.
Sofía Zajac (una de las propietarias de Las Manolitas, el tabernáculo valenciano del cupcake) cree en cambio que la afición hubiese llegado de cualquier forma por puro contagio cultural. Paralelamente al nuevo hábito alimentario (o incluso precediéndolo) vino el negocio. Zajac valora -sin disimular el entusiasmo- la situación de su compañía: "Los clientes hacen cola".
El maestro pastelero Juan Pablo Cisneros ha abierto en Valencia un segundo proyecto, American Cupcakes. "El público aumenta cada día", resalta. Son los beneficiados de la cultura ‘cup', que no sólo se limita al consumo más o menos fiel del producto, sino a servicios derivados como cursos semanales o venta de accesorios para cocinar cupcakes autónomamente.
Queda la incógnita, otra vez, de conocer si estamos ante un sector sobredimensionado, con una duración limitada al efecto sorpresa, o si en cambio sobrevivirá a la maduración. "Los cupcakes han superado la moda pasajera" (Olga Lestón, Cupcake Valencia).
Embajadores valencianos del cupcake
Entre los representantes plenipotenciarios del cupcake en territorio valenciano, los siguientes son los más llamativos:
· Las Manolitas: En pleno centro de Alicante, Las Manolitas parece un negocio improvisado de cupcakes, con apariencia de sala de estar donde se van sirviendo bizcochos recién horneados. Sus propietarias quieren transmitir esa imagen de nat
uralidad y de ‘antinegocio'. Son las hermanas Zajac -Sofía, Waldesca y Sandra-, nacidas entre la base estadounidense de Torrejón de Ardoz y Pensilvania. Su padre, militar norteamericano. Su madre, una española llamada Manolita convertida ya en emblema y a cuya memoria homenajean cada día.
Abrieron en 2009 con una subvención muy ajustada del Servef y ahora, tras servir más de 300.000 cupcakes y acumular 15.000 seguidores en Facebook, dan charlas para emprendedores en Fundesem Business School. Las hermanas, a pesar de las invitaciones, son reacias a expandir su marca. "Los cupcakes que más gustan son los de manzana y los de brownie", comenta Sofía Zajac.
· American Cupcakes: Juan Pablo Cisneros es un repostero de Caracas que llegó hace tres años para estudiar pastelería en Valencia. Desembarcó con Antique Café, un local coqueto cerca de la Plaza del Ayuntamiento al que ahora sólo provee. Ha abierto American Cupcakes para ampliar su obrador.
Allí tiene un auténtico laboratorio y un nutrido público (femenino) que compra y asiste atento a las clases magistrales de decoración de cupcakes. Cisneros enumera los de más éxito: "Cupcakes de galleta Oreo, de Red Velvet, de tarta de queso y fresa, y de cacahuete y chocolate".
· Cupcakes Valencia: Primero en la calle la Paz, ahora en la calle Colón, Cupcakes Valencia es la creación de Olga Lestón y Víctor Casanova. Él es licenciado en Bellas Artes, rasgo que encaja bien con la finalidad artística del bizcocho estrella. Diseñan junto a sus clientes cupcakes singulares para regalos especiales. Lanzaron el cupcake de horchata (¿para cuándo el de paella?).
Así está el cupcake, una especie de Mr. Potato comestible al que se le viste de mil maneras, y que ha acabado sobreviniendo en rentable Santo Grial para un segmento de la población.
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Impresionante articulo, sobervio verbo y aplastantes comparaciones. Lo has clavado. Aunque ahora, ocho meses despues de que se escribiera este articulo, cabe decir que "Los cupcakes NO han superado la moda pasajera". Algunas de las franquicias abiertas por ciertas empresas valencianas conocidas en el mundo de los cupcakes, han cerrado varias sucursales durante los ultimos meses. Los motivos son obvios, la relacion calidad -precio. Un objeto comestible nunca puede cotizarse al precio de obra de arte, porque pierde su sentido. La comida, siempre seguira siendo eso, comida, por mucho que se la adorne para ocultar sus defectos, o para hacerla mas vendible a los ojos de los consumidores, que se cansan demasiado pronto de las falsas apariencias. Y al final, cuando uno se dedica a adornar las cosas para que parezcan "monas", consigue convertir la comida en objeto de culto, de observacion, de admiracion, pero no de digestion. "Los cupcakes han superado la moda pasajera"
Me gusta la pasteleria tradicional pero también la americana, personalmente la sencilla, sin grandes decoraciones, ya que en mi opinión, aquellos que le dan mucha importancia a la decoración es porque el sabor del cupcake no lo han sabido conseguir.
Es una buena idea y los jovenes se apuntan a esta nueva actividad. Recomendamos la tienda de MissCake Calle Rugat 10 (al lado de la Clinica La Salud) es un primor.
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