Saborit asegura que la muestra -que está estructurada en cuatro bloques: retrato, figura humana, paisaje vegetal y paisaje romántico- no trata de confrontar figuración y abstracción, una dialéctica que el también profesor y pintor ha considerado "ya superada". "Se trata de una reivindicación de una pintura hecha por nuevos artistas, por savia nueva, que asume y acepta sus límites técnicos y materiales frente a la hemorragia intertextual", resume.
Para ello, la exposición, más que destacar individualidades, subraya "líneas de fuerza" a través de una selección colectiva que recorre distintas generaciones. De este modo, la nómina de autores incluye creadores nacidos entre los últimos años de la década de los 50 y los 80, valencianos o vinculados a la Comunitat.
Entre ellos se encuentran José Luis Albelda, Marcelo Fuentes, Alberto Gálvez, Rosa Martínez Artero, Lorena Beferull, Abel Segura Sánchez, Inés Navarro, Gabriel Alonso Marín, Tania Blanco, Rafi Carralero, Ernesto Casero, Daniel Coves, Ismael Fuentes, Jesús Herrera, Daniel Jordán, Chema López, Sergio Luna, Alex Marco, Javier Palacios, David Pareja, Jesús Rivera Quirante, Mery Sales, Ana Sansano, Irene Grau, Eva Borrás, Nuria Rodríguez, José Luis Urban, Andrea Garay y Robert Garay. El lugar de encuentro de todos ellos ha sido la Facultad de Bellas Artes de Valencia.
El hilo conductor de la muestra son esas líneas de fuerza de la pintura, elementos comunes que permanecen y se reinventan y que se pueden apreciar tanto en la estética como en el mensaje por ejemplo en los rostros de Chema López, Javier Palacios y Sergio Luna o en la mirada a la pintura del pasado a través de los cuadros de Tania Blanco o Álex Marco.
Según el comisario de la muestra, José Saborit "junto a las nuevas tendencias y a la experimentación tecnológica sigue habiendo un tipo de pintura que mira e interpreta el mundo, que no deja la representación y la construcción de la realidad visible exclusivamente en manos de la fotografía digital, las imágenes virtuales y las variadas pantallas que saturan el espacio y el tiempo".
Se trata de una pintura que favorece un diálogo más humano con la exterioridad y con sus reflejos interiores, una pintura no excesivamente condicionada por las nuevas tecnologías, sino con raíces más profundas en la tradición, respetuosa con el oficio. Pintura de caballete que desmiente con su presencia y su factura todos los pronósticos de su defunción, pintura que se opone con su presencia irrepetible y singular a las intangibles imágenes virtuales en que el mundo visible se nos presenta.
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