Llamazares crea un partido con estructuras ‘abiertas' atractivas para los simpatizantes del 15M con el que recuperar las parcelas de poder perdidas en IU
MADRID. Una iniciativa cuyo horizonte es la creación de un gran frente de izquierdas tiene guasa que nazca como un nuevo partido dentro de una coalición ya existente, pero así son las cosas desde tiempos inmemoriales en este terreno ideológico. Gaspar Llamazares ha lanzado Izquierda Abierta, una organización más en el seno de Izquierda Unida, y lo ha hecho acompañando la presentación con una obra, ‘El Libro Rojo de Gaspar Llamazares'.
El prólogo de este manifiesto lo firma el juez Baltasar Garzón, que también tuvo un papel protagonista en la presentación del partido. El exmagistrado de la Audiencia Nacional dice en estas líneas que Llamazares es un político maltratado por Izquierda Unida, pero a la vez el "más brillante" de la coalición. Lo mejor de Izquierda Abierta es que "sintoniza con los indignados" y representa el futuro, gracias además a que Llamazares es el político "dialogante" que necesitamos.
La obra cuesta 15 euros y tiene una maquetación propia de un libro de poemas, casi como la Plegaria Americana de Jim Morrison en Plaza & Janés. El contenido no pasa de una declaración de intenciones que si apareciera en una tribuna del diario El País, por ejemplo, pasaríamos la página sin más. No porque no sean válidas, sino porque las ideas y razonamientos expuestos son por todos conocidos o no excesivamente novedosos.
Comienza Llamazares señalando que con lo que se gastan los occidentales en alimentar y cuidar a sus mascotas, podría acabar el hambre en el mundo. Nótese que no alude a tener cinco cazadoras cuando con dos pasas bien el invierno, ni comprarse un coche de veinticinco mil euros cuando con uno de doce mil, una bicicleta o el abono de transportes uno ya cubre esa necesidad. No, a él le molesta el pienso de nuestros gatos y perros, cuya manutención en un planeta donde hay tanto hambre es "un sinsentido". Precisamente alimentar animales no es la quintaesencia del delirio consumista, pero la caricatura ya está hecha.
Anda más acertado cuando reconoce que los políticos actuales sobreactúan, en muchos casos "hasta el embrutecimiento", según sus propias palabras. Un fenómeno que se produce porque cada vez tienen menos poder, explica. Nuestras vidas las rige "la Economía" y sus poderes fácticos, lo que obliga a los políticos a teatralizar todo lo que hacen y amplificarlo con el altavoz mediático, colaborando así al descrédito de la democracia.
También se pregunta cómo vamos a salir de la crisis con medidas políticas que nos empobrecen más a todos, lo que deriva en un descenso del consumo con lo que esto supone en "una economía terciarizada" como la española. Y aboga por hacer sostenible el sistema sanitario público reduciendo, por ejemplo, el gasto en medicamentos. Lo que sería ponerle el cascabel al gato de la patronal farmacéutica. Algo que se planteó pero no pudo consumar Zapatero.
Al expresidente le echa buena parte de la culpa de los problemas con los que lidiamos en la actualidad. No cambió el modelo de crecimiento español en los "tiempos de la cigarra", se dio un autogolpe en mayo de 2010 traicionando a sus votantes, renunció a federalizar España cuando surgieron los problemas con el Estatuto de Cataluña y a establecer una reforma fiscal progresiva. Además, al redactar la ley de Memoria Histórica con "ambigüedades" abrió la puerta a que cada uno aplicara el texto como quisiera.
A la hora de nombrar males estructurales de España señala que nuestros estudiantes están en el puesto 33º del Informe Pisa y que al año nuestro país registra 317 patentes por 8.800 de Corea del Sur. Y un sistema electoral que no es proporcional. Un problema heredado de la Transición, ideada para "mantener la hegemonía de la derecha", entiende.
Llamazares exige que el sistema electoral sea más proporcional, de acuerdo al principio de un ciudadano, un voto, y arremete contra los partidos beneficiarios de un reparto que perjudica esencialmente a Izquierda Unida en España y les llama "hipócritas". Se entiende que le molesta que cuando brindan por su subida de escaños no declaren públicamente que sólo se debe a que IU está poco representada para el volumen de votantes que tiene.
Otro problema es, a su juicio, la derecha, que realiza "recortes en la memoria". Como Cospedal eliminando el premio Abogados de Atocha que otorgaba su comunidad. O que no reconoce el papel de la UMD (Unión Militar Democrática) y, en definitiva, "no se reconcilia con la izquierda al negar el franquismo".
Nada sorprendente hasta que llegan las declaraciones de intenciones: "Deseamos aprovechar esta oportunidad no para reformar el capitalismo, sino para revitalizarlo a través del socialismo", dice. Una frase que le hubiera encantado hacer suya a Zapatero y que a Llamazares le ha granjeado un aluvión de tuiteros tachándolo en el mejor de los casos de "reformista", como ya le ocurriera en las tensiones vividas en el pasado en Izquierda Unida, y también de "revisionista" y otros términos de naturaleza prosoviética donde destaca la jocosidad del mote que le han puesto al nuevo partido: "Izquierda Abierta de Patas".
Pero Llamazares no aboga por el ‘pactismo', sino por molestar al poder, porque ser de izquierdas según él es hacerle preguntas incómodas al poder (ergo, Hermida no es de izquierdas) y contra la crisis "no vale con sacar a Keynes de procesión". Lo confuso es que luego defiende una "refundación de la izquierda" y "reinvención de la política" desde "la amabilidad", para lograr el horizonte de "ser más felices conviviendo en armonía". Un contenido que recuerda, hasta en la redacción, a las cartas de propaganda electoral que dirigen los candidatos a los ciudadanos.
Entonces llegan los guiños al 15M. En buena parte, justificados desde su experiencia dentro de Izquierda Unida, cuyas asambleas, denunció en su día, no reunían condiciones democráticas. Dice que la disciplina de los partidos es "un arcano que impide la reconciliación de la izquierda con el individuo". Y a partir de ahí, Internet universal y gratuita, voto por Internet y libre intercambio de archivos. Hasta la primera asamblea de Izquierda Abierta fue sin delegados y con el Twitter echando humo.
Después de los problemas que ha atravesado en Izquierda Unida y a la vista de que la situación política hace buena cualquier proclama que se oponga a las reformas salvajes del Gobierno, Llamazares parece que ha creado este partido con unas estructuras ‘abiertas' que no buscan otra cosa que acoger a los simpatizantes del 15M. Es tanto una iniciativa novedosa que pretende dar otros aires a las organizaciones de representación política en España, como un salvavidas para un diputado que ha ido perdiendo parcelas de poder.
La comparación es inevitable. Cuando Sartorius, Garrido y Almeida, entre otros, rompieron la disciplina de IU para apoyar el Tratado de Maastricht, terminaron integrando su grupo, Nueva Izquierda, en el PSOE. Lo cierto es que los sectores del 15M pocas prebendas le van a poder dar a Llamazares. Sólo por eso las intenciones del diputado asturiano merecen el beneficio de la duda. Porque su carrera, precisamente, no se ha caracterizado por los pasos en falso, aunque con él como líder IU cosechara los peores resultados de su historia. Nadie dice que las sinergias de la izquierda sean fáciles de entender.
A mí me da la impresión de que lo que quiere buena parte de la ciudadanía, especialmente la que vota izquierdas y la ultraderecha, es que alguien se atreva a decir que va a parar este desastre y que además, a diferencia del inquilino de la Moncloa, no le va a temblar la mano. Son tiempos duros, los líderes blandos ya no gustan.
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