VALENCIA. El pasado 6 de diciembre la Royal Opera House ha repuesto, por vez primera desde 1890, la ópera de Meyerbeer Robert le Diable, cuyo estreno en la Ópera de París en 1831 supuso un hito en el devenir del género grand opéra, otorgó a su autor el cetro operístico mundial durante las décadas sucesivas y en buena medida forzó al retiro a un Rossini disconforme con los nuevos senderos de la ópera romántica.
Decaída en el favor del público durante gran parte del siglo XX, su recuperación tras la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en Florencia en 1968 (en italiano, con Renata Scotto y Boris Christoff), pero, a diferencia de otras, su circulación fue esporádica y limitada: producciones destacadas han sido las de la Ópera de París en 1985 con June Anderson, Rockwell Blake/Alain Vanzo y Samuel Ramey, y las del Festival de Martina Franca y la Staatsoper de Berlín, dirigida esta por Mark Minkowski, ambas en 2000. De todas ellas existen grabaciones comerciales.
Sea como sea, la ópera de Meyerbeer, que recupera el tema, tan del gusto romántico, de la lucha entre las potencias infernales y el bien, que ya había tenido una primera gran traducción operística en Der Freischütz de Weber (Dresde, 1821), levanta expectación a cada nueva reposición, y más si tiene lugar, como es el caso, en uno de los primeros coliseos operísticos del mundo, con un buen reparto vocal y una dirección escénica que se atreve a afrontar una historia tan ajena a la sensibilidad y los gustos actuales. Y a cada ocasión surge la polémica sobre el valor de la obra –y en general sobre toda la producción de Meyerbeer– y el interés de su reposición.
Y, una vez más, éste ha sido el caso. La crítica, tanto en la prensa londinense como en las principales webs especializadas, se ha dividido entre los que han considerado la reposición “una revelación mayor de su importancia histórica” (Tim Asley en The Guardian) y un regalo navideño del Covent Garden a los aficionados londinenses, y quienes han considerado la obra poco inspirada, salvo brillantes momentos aislados, y se han prometido no volver a ella en el futuro (Edward Seckerson en su web). En esta ocasión las críticas se han centrado principalmente en la dirección escénica de Laurent Pelly, a mitad de camino entre Monty Python y Camelot, con división de opiniones: si para unos se trata de un “G&S (Gilbert y Sullivan) sin sus chistes”, para otros los efectos escénicos son “soberbiamente imaginativos”. Un mayoritario consenso han suscitado en cambio las voces de Patrizia Ciofi (que fuera protagonista en Martina Franca, y que sustituía a Diana Damrau) como Isabella, el tenor Bryan Hymel como Roberto, el bajo John Rylea como Bertram, el auténtico diablo de la ópera, y la más discutida Marina Poplavskaya como Alicia. En todo caso, los interesados en título tan emblemático podrán hacerse su propia idea de los resultados musicales obtenidos por la batuta de Daniel Oren, escuchando la retransmisión en riguroso directo que tendrá lugar el próximo sábado 15 de diciembre en Radio Clásica de RNE a partir de las 18:45.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.