VALENCIA. Ana Ramírez Cañil (Madrid, 1958), es periodista y escritora. Ha sido redactora jefa de El Siglo, directora de Informe Semanal y subdirectora del digital Soitu.es. En la actualidad realiza actividades con la marca "todo a cien" y colabora en Espejo Público de Antena 3, Huffintong Post y en ZoomNews.
Además de ‘El coraje de Miss Redfield', su última novela, ha escrito otras dos, ‘La mujer del maquis' y ‘Si a los tres años no he vuelto". En la investigación se pierde y entre las palabras necesita el empuje para perderse. Le encanta el senderismo tranquilo, leer sin contaminarse y nadar a su aire. Tiene dos hijos de la "segunda administración", la suya, y una de la "primera administración" de Joaquín Estefanía, su pareja. Prefiere escribir sobre el pasado que sobre el presente: "Estoy tan cabreada que me costaría enfriarme para ser objetiva". Cree que dentro de unos años alguien escribirá sobre estos tiempos y comprobará que "los españoles tragamos lo indecible, mientras llorábamos por las esquinas sin mover un dedo".
-Hablemos del coraje de su protagonista, ¿es lo que requiere los tiempos de hoy?
-Bueno para entenderlo hay que leerse la novela, no me arruines, María Costa. El coraje es porque es una tipa que llega a España en los 60, formada en la estricta educación victoriana y que acaba convirtiéndose en una mujer peleona tras su experiencia en la España de Franco.
-¿El mismo coraje que necesitan los escritores para publicar en la España de Rajoy?
-Ha dado en el clavo. Hay que ser un irresponsable para lanzarse a esta aventura. Además como todos los editores se empeñan en publicar en verano o en navidades, uno se ve incapaz de entrar en una librería. ¡Hay miles de libros encima de las mesas! La gente se tiene que volver loca para poder elegir. Y respecto a la escritura, le digo que como me lo paso tan bien no podría dejar de hacerlo.
-¿Se gana lo mismo ahora que hace diez años?
-Dentro de la clase media de los escritores me considero una privilegiada por poder publicar. Excepto unos pocos escritores, este es un oficio mal pagado. Lo mismo pasa entre los plumillas, los hay muy bien y muy mal pagados.
-¿Si hubiera sabido lo que iba a dar de si su profesión periodística hubiera seguido el mismo camino?
-Seguro. Me muero por investigar cosas y meterme exclusivillas en el bolsillo. De hecho soy escritora porque soy periodista. En las novelas hago lo que no se puede hacer ahora en las redacciones. Me tiro dos años simultaneando el trabajo de campo con el periodismo, y disfruto investigando, conociendo gente, viajando... no lo cambio por otra actividad.
-Ha tratado el tema de los maquis, los niños robados, ahora las nannys... ¿quedan muchas cosas por investigar de quellos tiempos?
-Estoy convencida que todavía quedan nichos oscuros por desvelar. Me encontré con el tema de las nannys por casualidad. Un banquero de apellido noble me dijo tras una entrevista que las mujeres nos complicábamos la vida con esto de la maternidad. "A mi me crió una nanny, -me dijo- y a mi madre solo la veía por la mañana y por la noche". Me sorprendí. Creía que era una cosa del siglo XIX. Él por su parte, pensó, pero ¿y esta de dónde ha salido? Y así empecé a tirar del hilo. Lo mismo me pasó con la mujer del maquis. Un alcalde me desveló que se carteaba con ella. Con María Topete y los niños robados conocí a las mujeres presas de los maquis y ellas recordaban a una carcelera que les daba pavor. Mi trabajo como periodista me lleva a todas estas historias.
-¿Crecer con nannys es mejor que con los padres?
-Personalmente no. Prefiero la educación de mis padres. Investigar me ha permitido conocer que las nannys eran mujeres muy castradas emocionalmente porque así habían sido educadas. Para los ingleses, en general, es una ordinariez mostrar las emociones. Para nosotros a veces la buena educación ralla la hipocresía.
-¿Cómo periodista dónde la podemos seguir?
-Ahora pertenezco al club de todo a cien. Soy autónoma y colaboro en Espejo Público, también en el Huffington Post que dirige Monserrat Dominguez, y en Zoom News. Quise vivir la experiencia de marcharme de El Periódico de Cataluña para montar con otros periodistas la web de Soitu.es, muy referente y moderna, pero fue lo primero que se llevó la crisis por delante. La clave: mucho periodista y poco comercial. Me sirvió de beca para romper el mito entre el periodista de papel y el de internet. Y también para adaptarme a vivir con la mitad de lo que ganaba antes.
-¿Una característica del futuro que viene?
-Observo que para poder vivir en esta profesión, el periodista tiene que hacer seis cosas a la vez. Hay mucho más hartazgo y maltrato en las grandes redacciones y de referencia que entre aquellos que iniciamos la travesía por el desierto hace cuatro años. Por otro lado la desaparición de los medios independientes es un peligro para la democracia.
-¿Cree que actualmente se contrasta suficientemente la información antes de publicarse?
-En una novela no tienes otra porque si no, en mi caso, me muevo mal, y en el periodismo lo hecho de menos. Aquello que aprendimos de "no se publica si no tienes tres fuentes contrastadas" creo que hoy no existe ni en los medios de referencia. Es una de las enfermedades que ha traído internet. 140 caracteres de Twitter pueden ser letales si te precipitas. Hay que ser muy profesional para evitar no dar una información sin confirmar con otras fuentes, aunque la mejor agencia lo esté anunciando. ¿Cuántas veces hemos matado a Carrillo antes de que falleciera?
-La historia de 'El coraje de Miss Redfield' es también una historia de amor, ¿en 50 años cree que ha cambiado mucho este asunto?
-¡Para nada! En mis hijos veo que cuando se enamoran es hasta las trancas. La diferencia es que frente a Elsa Redfield o a mi adolescencia las chicas hoy son más libres y no tienen ningún pudor en pedir relaciones o declararse a los chicos.
-¡Ya es una diferencia!
-En los 60 era más habitual encontrar mujeres con marcado acento victoriano. Hoy, para nada. Por otro lado, superé mis fantasmas y complejos por escribir de chicas y de amor. Un buen día me pregunté ¿qué quieres, Cañil? Mi otra voz me decía: te van a criticar si escribes sobre mujeres. Finalmente, tiré la toalla. Me encantan las mujeres, el amor, la intriga y la política. ¿Y qué?
-¿Qué es más fácil, investigar o ponerse a escribir?
-Investigar. En el trabajo de campo me puedo perder. A veces las editoras me dicen "¡déjalo ya, Cañil, que te va a comer la documentación!". Pero por otro lado me cuesta mucho empezar a escribir, aunque sepa cómo, me cuesta. De hecho me suelo ir a una casuca por Santander, y entre ovejas y vacas, me tiro un mes para que los personajes me atrapen. Una vez me han conquistado puedo escribir y dedicarme al periodismo.
-Y en esos casos ¿cómo lleva escuchar a los diputados en el Congreso con la que cae y bucear en el pasado en asuntos de poca actualidad?
-Bucear en el pasado me ha permitido conocer y reconciliarme conmigo misma y mi familia. Además te cambia la perspectiva de las cosas y las personas. Respecto a los diputados lo que me pasa es que llevo un buen cabreo sordo. No porque los políticos sean todos unos golfos, sino porque veo que están en un estado de shock y son incapaces de reaccionar y andan entregados a Merkel porque tienen poco margen de maniobra.
-¿Tiene tiempo para responder las cartas de sus fans?
-No, pero sí tengo el twitter actualizado. Y diferencio bien entre la Cañil periodista de la Ana. R. Cañil.
-¿La R es de..?
-Ramírez. Nunca me lo perdonará mi padre, pero en el 78 Ramírez era muy vulgar para firmar, y sigue sin perdonarme, pero a estas alturas ya no puedo cambiar.
-¿Las barreras sociales y prejuicios siguen de actualidad?
-Sin duda. Siempre hay un judío para otro judío. Las barreras sociales y mentales existen en todas las capas. Muchas veces me peleo con mis hijos para que vean que la persona que viene a limpiar la casa es una señora y no pueden dejar su habitación como unos zorros. El clasismo hoy en día es más exquisito. Lo vemos cuando de repente se les roba la tarjeta sanitaria a gente que lleva 25 años viviendo en este país.
-¿Conocer a Carmen Martínez Bordiú derrumbó su barrera social frente a los nobles?
-La barrera social es la que es. Ellos son ellos y Cañil es Cañil, pero tengo que reconocer que cuando me informan de que puedo obtener más datos de las 'nanisimas' con la 'nietísima' pido que me la presenten. Fui a la comida con prejuicios, pero salí encantada. Me ayudó mucho con el perfil de su nanny y nos apostamos a descubrir si ellas se enamoraban. Carmen decía que no y yo que sí. Con Carmen me pasó lo que me había ocurrido con banqueros y empresarios al entrevistarlos. Descubría que no todos ellos eran de la piel de barrabás, ni unos impresentables, aunque como colectivo lo fueran.
-¿En su próxima novela seguirá en el pasado o en el presente?
-El presente me tiene tan cabreada que me faltaría enfriarme un poco. Me gustaría dar un salto en el tiempo y observar cuánto estamos tragando hoy, mientras lloramos por las esquinas sin mover un dedo.
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