VALENCIA. La función está a punto de empezar. Antes de que se alce el telón suena una grabación que recuerda a los espectadores que el aumento del IVA cultural (del 8 al 21%) es una amenaza para el sector, que sufre además las mismas consecuencias de la crisis que cualquier otra actividad. Luego salen los actores a escena a darlo todo. El espectáculo debe continuar... pero hacen falta nuevas fórmulas para seguir a flote. Los profesionales entrevistados por ValenciaPlaza.com insisten en que hay optimismo y que se saldrá de ésta. El problema es cómo, sobre todo cuando la mayoría han optado por no trasladar al espectador el incremento en el precio de la entrada.
Desde luego, los datos de la Federación Estatal de Asociaciones de Empresa de Teatro y Danza no invitan al optimismo. Calculan que el aumento del IVA supondrá -por sí solo- un descenso de la facturación en el sector de entre el 29,7 y 33,5% en tres años y una caída de entre el 8,2 y el 10,2% en el número de puestos de trabajos directos. Sobre los efectos reales, todavía no hay datos. El aumento del impuesto tuvo lugar en septiembre y hasta principios de año será imposible contar con una cifra exacta.
El problema no solo es el dinero. "Aunque existe la falsa idea de que el sector funciona gracias a las subvenciones, no siempre es una cuestión económica", apunta Mari Ángeles Fayos, del Teatro Olympia de Valencia. Pone como ejemplo la cartelera de artes escénicas que ha puesto en marcha la cadena Antena 3. "Para que la gente acuda al teatro, tiene que saber lo que hay en cartel, entonces sí que se acercan. Iniciativas así son lo que necesitamos ahora", concluye.
Ofrecer más, para llegar a públicos distintos, es parte de la estrategia que está llevando a cabo esta institución privada. En pocos meses habrán pasado por sus escenarios propuestas tan dispares como un musical para niños (Shreck), un espectáculo de mentalismo (Blake), varias obras teatrales (Forever Young, El tipo de la tumba de al lado), música (Los Evangelistas), humor (Los Morancos) y espectáculos para amantes del S&M (el tête a tête entre Arévalo y Bertín Osborne). Cada uno está pensado para un determinado tipo de público: no se trata de que acuda en avalancha sino en grupos distintos.
Dentro de esta estrategia figura asumir la gestión del Teatro Talia (hasta ahora dependiente de la Conselleria de Cultura). Poder Absoluto, con Emilio Gutiérrez Caba como cabeza de cartel, será la primera obra que se represente a partir de enero dentro de una programación que aspira a ser "muy comercial".
Fayos también echa de menos una política más activa para crear algo parecido a una marca de ‘teatro valenciano', compañías y actores que el público conozca por la televisión o el cine y que luego paguen por verlos sobre un escenario. Teniendo en cuenta que el sector audiovisual local tampoco pasa por sus mejores momentos es complicado, pero recuerda que el éxito de serie como La Alquería Blanca o Autoindefinits (por citar dos de los que más audiencia tuvieron en Canal 9) lograron atraer a mucha gente a la taquilla.
Maneras de ‘motIVArse'
Desde luego, si alguien se lleva la palma en lo que a echarle imaginación se refiere esos son los responsables de la Sala Russafa, que abrió sus puertas la pasada temporada con un 80% de capital privado y el resto, dinero del Ministerio de Cultura. El local, fundado -entre otros- por miembros de la Compañía Arden eligió uno de los barrios más de moda de Valencia, ese que algunos comparan con el Soho para que quede constancia de que no lo han pisado jamás. De momento, las cosas funcionan.
La fórmula es conseguir añadir un plus a la experiencia más o menos pasiva de ir al teatro (a una exposición o cualquiera de las actividades que organizan). Para que el público se sienta como en casa, cada butaca tiene una mantita y se sigue la muy británica costumbre de invitar al respetable a una taza de té o de caldo elaborado cada día por el Restaurante Sabors, que además ofrece una copa de cava o un postre a los que presenten una entrada de la sala.
Otra de las iniciativas consiste en haber creado una pequeña red de más de 20 establecimientos (bares, restaurantes, comercios y hasta el parking de la calle Buenos Aires) que ofrecen vales descuentos para la sala, aplican rebajas o hacen algún tipo de oferta especial a los que muestren una entrada. Los jueves, día del espectador (10 euros), y los Amigos de la Sala Russafa pueden beneficiarse de ofertas 2x1. El espectador 100 de cada uno de sus espectáculos entra gratis, regalan entradas en Facebook, chucherías para los niños en las sesiones familiares, y hasta han puesto en marcha una campaña de Vacunación Cultural (entra gratis el que haya acudido cuatro veces), abonos trimestrales, cenas temáticas con los actores...
Entradas superanticipadas
Más espectáculos, más breves, más variedad: La Rambleta también se apunta a esta dinámica. A diferencia de otras empresas, la entidad comenzó su andadura en marzo de este año, cuando el panorama era ya de por si negro. Según los responsables de la sala -que también ha decidido asumir el incremento para no trasladarlo a los espectadores- la supervivencia pasa por reducir al mínimo los grandes montajes (más caros y para los que el aumento del IVA supone un mayor incremento del precio final) y optar por otros de tipo medio o pequeño.
La siguiente fórmula es apostar más por la música, que tiene un nicho de espectadores más definido. Por supuesto, diversificar para poder pescar es otra de sus estrategias, lo que les ha llevado a poner en marcha iniciativas destinadas incluso al público infantil, como la Rambleta Pop (a mini-precios: 4 euros) o programar obras para toda la familia como Blancanieves, El Musical. Incluso han abierto sus puertas a la proyección de películas.
La Rambleta también está aplicando una fórmula que se va extendiendo entre los programadores: la venta super anticipada. Siempre ha existido una diferencia de precio entre comprar en taquilla o adelantarse unos días. Ahora el plazo es de meses: Low, la banda Indie norteamericana, actuará el próximo mes de mayo y el precio rondará los 25 euros pero el que la compre ahora solo tendrá que abonar 15 euros, un 40% menos.
Todos los entrevistados prefieren ser optimistas, pero la realidad es la que es. José Saiz, de Flumen, no oculta que la situación es tan difícil para ellos como para el resto. Y no solo les afecta el IVA ya que también producen espectáculos "y solo el aumento del coste de la gasolina hace que cada vez nos pensemos más lo de salir fuera". Por si fuera poco, el descenso del número de espectadores -a su juicio- podría tener otra consecuencia: que las compañías de fuera dejen de venir a un ciudad bajo mínimos culturales ante las dudas sobre sí rentabilizarán la visita.
De momento la sala también ha asumido el aumento de las entradas, pero Saiz se atreve a decir en voz alta lo que algunos piensan: "Al final habrá que subir las entradas si esto sigue así". Eso sí, tampoco se deja llevar por el derrotismo: "Aguantar, aguantaremos, lo que no sabemos es cómo", bromea.
¿Y que pasa con la música? De momento es el público más estable, pero las recaudaciones están hasta un 50% por debajo de lo que eran hace algo más de un año, según el veterano promotor José Gimeno (playproducciones). "Cuando la gente dejó de comprar discos, el negocio de la música en directo empezó a crecer al mismo ritmo que se hundían las discográficas".
Las bandas se vieron en la necesidad de ingresar con los directos y la gente que se descargaba la música por Internet acudía luego a las actuaciones de sus grupos favoritos. "Eso permitió crear un nuevo tipo de público que ha hecho que ahora estemos cayendo, pero desde más alto", explica. El peligro es que ahora esa cultura musical que tanto esfuerzo costó crear se desvanezca.
¿Cuánto tiempo podrá aguantar el sector privado? Es difícil decirlo, pero se nota que hay que ganas de luchar. La crisis no puede ser eterna -aunque se esté haciendo- y a lo mejor el Gobierno da marcha atrás y deja de aplicar el IVA cultural más elevado de Europa (en Alemania, por cierto, es del 4%). Mientras, a seguir peleando.
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