VALENCIA. El empobrecimiento del sistema educativo y su proceso de privatización es uno de los temas recurrentes en el cine contemporáneo. Empiezan a ser habituales las películas sobre las aulas, centradas en la reivindicación de una escuela pública de calidad y laica, en mostrar cómo una educación igualitaria es el único freno a un neoliberalismo empeñado en volver a una estructura social propia de la Edad Media. Se trata de una serie de obras que utilizan no sólo el ambiente de las clases como un espacio para situar la historia, sino como el núcleo donde se dirime gran parte de lo que nos estamos jugando en el momento actual.
Porque las películas que parten del mundo educativo delatan siempre una situación conflictiva, un desajuste entre unos individuos en etapa maduración personal y una sociedad totalmente anquilosada. Podemos comprobarlo rápidamente con dos ejemplos paradigmáticos. En primer lugar, el de la película francesa Los 400 golpes.
En esta cinta de François Truffaut se ofrecía un testimonio sobre una sociedad estancada en el gaullismo, con un sistema educativo que oprime el desarrollo de los ciudadanos. Las vivencias del niño Antoine Doinel eclosionan en la célebre secuencia final en que éste corre a la playa para ver por primera vez el mar: un momento metafórico que recogía las ansias de cambio en la Francia de finales de los años 50.
Si Los 400 golpes constituía el punto de partida de la 'nueva ola' en el cine francés, promoviendo un cambio también en el cine europeo, el punto de renovación del cine español se podría establecer en otra película fundamental: El espíritu de la colmena. También aquí se partía del proceso de aprendizaje de una niña, quien, en su particular viaje iniciático, tenía que desenvolverse en un país derruido (la España de la postguerra). En la escuela, Ana, la protagonista, aprendía de su maestra que lo más importante es tener ojos para poder mirar, para llegar más allá de las apariencias de un contexto opresivo.
En ambas películas, el cine es la vía de escape donde aprender lo que no se enseña en la escuela. El territorio de la ficción sería, en definitiva, el que mejor explica todo aquello que las clases dirigentes se empeñan en ocultar. Algo de esto hay en 'En la casa', la última película de François Ozon, donde se parte de una historia ambientada en una escuela para trazar un retrato social, en este caso, de nuestro presente.
Aquí vemos a Germain, profesor de literatura en una escuela de secundaria. Está totalmente quemado, harto de su trabajo y de la poca motivación que ve en sus alumnos: año tras año, repite que está dando clase al peor curso al que se ha enfrentado nunca. Además, está inmerso en un sistema educativo dominado por las idioteces de los pedagogos, como la que se cuenta en la película, que las correcciones con boli rojo pueden causar estrés en el estudiante. Los profesores apenas tienen relación entre sí y se limitan a dar sus clases y poner sus exámenes.
Un día, sin embargo, corrigiendo las redacciones de sus alumnos, se interesa por uno de ellos, Claude, un estudiante que vive en los suburbios y que le cuenta cómo se ha introducido, por una especie de interés morboso, en la casa de una clase media, gracias a la amistad interesada con Rapha, el típico chico marginado por todos. Claude va a casa de Rapha cada tarde después del colegio, y ambos comparten estudio y juegos.
Además, Claude se siente atraído por la madre de Rapha, de modo que ese morbo va alimentando las redacciones que Claude le va pasando a su maestro, que se convierte no sólo en lector, sino también en coautor, al indicarle al chaval por dónde tiene que tirar para que la historia no pierda fuelle.
Un aspecto muy interesante en la película es la relación que se da entre el profesor y el alumno. Poco a poco, va surgiendo un juego de complicidades basado en algo que les une: que ninguno de los dos se siente a gusto en el sistema. Germain es un docente que se desespera en cada clase: a sus alumnos sólo les interesa comer pizza y pasarse el día durmiendo en el sofá, y sus redacciones están llenas de faltas de ortografía y expresión. Ante este panorama, es inútil enseñar literatura, la desidia está totalmente generalizada e instaurada. Por su parte, Claude destaca porque tampoco forma parte de esa dinámica de sus compañeros de clase. Su mirada en todo momento es distante e irónica, y su inteligencia le permite manipular a quienes se encuentran a su alrededor.
Con sus redacciones, va haciendo una radiografía escalofriante sobre la vida de una familia de clase media actual: también los adultos se mueven únicamente por la vida como autómatas, con el trabajo y las tareas de casa como única preocupación. En la única ocasión en que salen de esta rutina para visitar un museo, lo hacen porque reciben una invitación de la esposa de Germain, y no aguantan ni cinco minutos. La carencia de inquietudes culturales es una de las características de una clase media sometida por un sistema aburrido, que adormece y estupidiza a los ciudadanos.
A partir de aquí, vamos viendo cómo cualquier ruptura de esta rutina pone en jaque la propia estructura familiar y social. La familia está a punto de romperse por la irrupción del extraño, que provoca, además, el desmoronamiento de la vida rutinaria de su profesor. La potenciación de la educación, del pensamiento, provoca el derrumbe de la sociedad tal y como la conocemos, ya que las enseñanzas de Claude en la literatura le permiten maniobrar con total libertad, salirse de los cauces de esa máquina de borregos en la que se está convirtiendo la escuela pública occidental, merced y gracia de nuestra clase política.
Lo llamativo radica en que 'En la casa' no es un fenómeno aislado, ya que estamos viendo bastantes ejemplos recientes de películas que realizan reflexiones similares. Ahora tenemos en cartel 'El profesor', una película norteamericana en la que Adrien Brody nos mete en la vida del personal de un centro de secundaria. O el estreno reciente de 'Profesor Lazhar', que plantea el fracaso de la educación cuando se somete al rosario de normas y regulaciones que impiden el ejercicio del aprendizaje.
Sin olvidar cintas como 'La clase', dirigida por Laurent Cantet, u otras que han reflexionado, en los últimos años, sobre el conflicto entre educación y sometimiento: ahí están, por ejemplo, 'La mala educación', 'La lengua de las mariposas' o 'El club de los poetas muertos', es decir, directores tan variados como Pedro Almodóvar, José Luis Cuerda o Peter Weir unidos por esa preocupación hacia uno de los pilares de nuestra sociedad del bienestar. Preocupación que no sólo debería concernir a los cineastas, sino también a la clase política. Otro gallo nos cantaría.
FICHA
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En la casa (Dans la maison) Francia, 2012, 105 min.
Director: François Ozon
Intérpretes: Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner
Sinopsis: Germain es profesor de literatura en un instituto en Francia. De entre la desidia de sus estudiantes, sobresale Claude, un adolescente que le entrega redacciones al profesor en las que va contando cómo se entromete en la vida familiar de un compañero del colegio.
Basada en la obra "El chico de la última fila", de Juan Mayorga
Como docente, aunque de educación superior, no puedo estar más de acuerdo con lo que mantiene el artículo. Gracias por ofrecerme esta visión de la película. En un principio me había centrado sobre todo en cómo se construye la narración.
Muchas gracias por tus palabras, Teresa, y por recordarme esa maravillosa película. Un abrazo
Hola Manuel, precioso artículo. Al leerlo me he acordado del maravilloso documental francés "Ser y tener" de Nicolás Phillibert
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