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Chailly, gran invitado del Palau de les Arts bajo la lluvia ácida de los recortes

MANUEL MUÑOZ. 01/12/2012 El director milanés, candidato fallido a la sucesión de Maazel, protagoniza la vida musical valenciana con interpretaciones estelares de Puccini y Beethoven

VALENCIA. Riccardo Chailly por fin dirige en el Palau de les Arts. Y digo por fin, ya que la temporada pasada fue anunciado pra dirigir Ariadne Auf Naxos, de Strauss, y no vino por motivos de salud, en concreto problemas cardiacos de los que parece por completo restablecido. Y también tenía previsto dirigir un concierto en 2009, cuando su nombre sonó con fuerza como sucesor de Lorin Maazel en la dirección musical del Palau de les Arts y esa opción también acabó desinflándose, para desgracia del teatro de la ópera valenciano.

Éste habría ganado con Chailly, uno de los grandes directores de orquesta de la actualidad en el mundo, la seguridad de contar con una figura inmejorable para conducir con proyección internacional garantizada los años siguientes a la etapa inaugural bajo la fulgurante batuta de Maazel, ahora ocupado en Múnich en muy interesantes menesteres sinfónicos como titular de la Filarmónica de la capital de Baviera.

Edad, currículum y fama

En cualquier caso no sabemos si de haber aceptado el gran director italiano (Milán, 1953), hoy en día continuaría al frente de un coliseo operístico que mantiene con dignidad una programación interesante y de calidad, pero amenazada por la penuria económica que sufre la Generalitat, las Administraciones públicas de todo ámbito y España en su conjunto. No me recataré de decir, en cualquier caso, que Chailly conjuntaba la edad más adecuada, el currículum y la fama precisos para haber contribuido a consolidar el prestigio que el Palau de les Arts se ha ganado en el mundo operístico internacional.

En aquellos momentos Chailly mantuvo un espeso silencio sobre las negociaciones que se llevaron a cabo para su posible venida a Valencia. Hoy, mucho más elocuente que entonces, atribuye su negativa a los compromisos con la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Es cierto que este conjunto sinfónico, del que fue director el propio Felix Mendelssonhn-Bartholdy entre 1835 y 1847, es uno de los más importantes y prestigiosos del mundo y está en una ciudad que fue cuna de Wagner y en la que se encuentra la Iglesia de la Santo Tomás, de la que Johann Sebastian Bach fue cantor entre 1723 y 1750. Pero no lo es menos que hacia la misma época de las negociaciones que mantuvo con Valencia decidió romper la relación que mantenía con la Ópera de Leipzig como director musical, lo que, al menos en teoría, le habría facilitado compatibilizar su ocupación en la Gewandhaus con la dirección musical del Palau de les Arts.

Preocupación por el futuro

Sea como fuere, no corresponde ahora lamentar las oportunidades perdidas sino celebrar la fortuna de tener finalmente entre nosotros a una de las primeras batutas del mundo en un momento de plenitud artística. Y eso no debe hacer olvidar la preocupación por los recortes económicos que amenazan la vida de un teatro de la ópera valenciano marcado en un principio quizá por un exceso de dispendios y ahora seriamente amenazado el el proyecto.

Si hay una constante en las declaraciones que Chailly ha hecho estos días en Valencia es su preocupación por el futuro del Palau de les Arts y su invocación a la estrecha vinculación entre la voluntad de las autoridades políticas de Leipzig y sus actividades musicales, que él desearía (y todos los que amamos la música) se diese igualmente en Valencia.

Así pues Chailly está en Valencia para hacer seis representaciones de La bohème de Puccini (días 2, 5, 8, 12, 15 y 18 de diciembre) que se prevén no solo interesantes sino innovadoras, por cuanto ya ha anunciado que pretende romper con cierta tradición de edulcorar las obras del gran compositor verista y que prefiere aplicar los tempi deseados por este, más animados que los que se suelen hacer en la actualidad. Además no solo estrena este montaje de la obra en España, sino que es su debut como director de ópera en nuestro país, en el que ya había estado en diversas ocasiones, también en el Palau de la Música, como director sinfónico. Habrá otra representación más, el 21, dirigida por Andrea Battistoni.

La dirección escénica y los decorados de Davide Livermore prometen ser espectaculares por lo que he podido ver en las fotografías, con citas pictóricas de Van Gogh en las proyecciones. Y además se cuenta con un Rodolfo del altísimo nivel del tenor venezolano Aquiles Machado, junto a la Musetta de la soprano valenciana Carmen Romeu.

Beethoven ortodoxo

Pero la estancia de Chailly se aproxima más que nada a la de un verdadero director invitado. El otro plato fuerte son las tres interpretaciones de la Novena Sinfonía de Beethoven que conducirá en Valencia (14 y 16 de diciembre) y en Alicante (19 del mismo mes).

Chailly es ampliamente conocido por interesantes grabaciones de Mahler y de Bruckner y por los ciclos sinfónicos de Mendelssohn, Brahms y Schumann que ha llevado al disco con la Gewandhaus. Pero sin duda el de más impacto ha sido el muy reciente de la integral sinfónica de Beethoven, que ha llamado la atención por lo rápido y contrastado de las versiones, que en realidad no hacen sino aplicar los tempi que el propio maestro de Bonn dejó marcados en sus partituras. Beethoven no dudó en empezar a aplicar los avances que para la música supuso el invento del metrónomo, debido a su amigo Mälzel, y dejó fijada numéricamente la velocidad para cada uno de los movimientos de sus sinfonías.

Pese a que la mayoría de los directores hayan optado por tempi más amables en la actualidad, la grabación de Chailly entronca con la tradición de Toscanini, que respetaba escrupulosamente las velocidades de Beethoven, así como las repeticiones que algunos directores acostumbran a omitir. Chailly, por ejemplo, repite en su integral la exposición del primer tiempo de la Tercera o la del cuarto de la Quinta, contra lo que han hecho muchos directores habitualmente, como por ejemplo Karajan o recientemente Dudamel y Barenboim en su última integral.

Así pues, después de una gran gran Bohème cabe esperar una enérgica y animada Novena de Beethoven. Cosa de un mes estará entre nosotros Chailly. No estaría mal que la próxima vez que venga fuera para quedarse en un Palau de les Arts que -esperemos- no haya sucumbido a la lluvia ácida de los recortes.

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