VALENCIA. La casualidad tiene estas cosas. María Minaya (Bramant Teatre) y Cristina García (Unión Musical Da Capo o Autoindefinits) se conocían del mundillo teatral, pero la relación no iba más allá. En junio de este mismo año coincidieron por casualidad en el Guirigai, un pequeño local en el centro histórico de Valencia. En su planta baja se había programado un pequeño ciclo de cuatro obras en formato pequeño y en una de ellas actuaba Cristina.
Ambas coincidían en que de ahí se podía sacar algo más y decidieron ponerse manos a la obra. En octubre, la idea se había convertido en una realidad: un ciclo de 18 obras de no más de 15 minutos de ‘Cápsulas Escénicas', una de las iniciativas más curiosas que ha visto la ciudad en los últimos tiempos.
La iniciativa puede no ser totalmente nueva, pero al menos es diferente. Russafa Escènica o Cabanyal Intim son dos ejemplos recientes de teatro en formato breve y en escenarios no convencionales. Pero para que la idea de estas actrices cuajara necesitaban un bar cerca. Como suena. Así, el lugar elegido fue La Rambleta, que tenía varias salas diminutas pero ideales para que los espectadores no estuvieran cerca de los actores sino literalmente dentro del escenario y que, de paso, pudieran tomarse algo entre pieza y pieza.
En estos momentos, tal y como está el patio, en Valencia no sobran productores precisamente, así que descolgaron el teléfono y empezaron a llamar a otros compañeros actores que llamaron a otros amigos actores. El desafío era que crearan un texto específico (se aceptan adaptaciones reducidas de otras obras y cualquier otra variación) pero no podían exceder los 15 minutos. Además, dificultad añadida, debía poder representarse en un espacio de no más de 3 x 5 metros y seis veces por jornada (cuatro veces por semana). El eslogan de "Teatro comprimido en pequeñas dosis próximas y palpitantes" es una verdad como un templo.
María Minaya sabe lo que es trabajar cuando no existe ni distancia de seguridad con el público. Lo hizo, por ejemplo, durante la temporada 2007/08 con "Construyendo a Verónica". En esa ocasión se trataba de un espacio de representación con 18 mesas, de 0,8 x 1,2 metros y con diez espectadores. Los actores pasaban de una a otra recitando su texto. "Fue una experiencia increíble", recuerda.
Una propuesta diferente
El pequeño teatro y el de proximidad ya estaban inventados. Había que añadir algo nuevo. El objetivo último era crear una nueva forma de hacerlo para que el público pudiera disfrutar de las piezas de una manera distinta y original. El secreto no está en la masa, sino en la forma. Durante dos horas y media, hay cinco mini-obras de teatro en rueda en las cinco mini salas.
Los asistentes (nunca más de 20 por obra al mismo tiempo) llegan cuando mejor les viene -dentro del horario establecido- y solo ven las obras que les interesan. Ellos eligen el orden. Para entrar, solo hace falta hacer un donativo de 3 euros por representación. Ni siquiera hay que verlas seguidas, de ahí la importancia de contar con una barra de bar cerca. Cada uno dosifica su ritmo.
En esto de montar espectáculos Minaya tiene su experiencia. No en vano es una de las cabezas pensantes detrás del Circuito de Café Teatro que va ya por su duodécima edición. "La diferencia es que eso son espectáculos de humor de una hora en bares y esto piezas breves de teatro de cualquier estilo en pequeñas habitaciones", explica.
Aquí la experiencia es muy íntima, precisa la que fue una de las actrices de la película 'Un suave olor a canela' (Giovanna Ribes, 2011). Si en un teatro el actor ve cuándo el de la última fila está mandando un mensaje o a alguien le da por toser ya resulta molesto, aquí lo tiene casi encima. Una dificultad más.
Por supuesto, una iniciativa así tiene sus bambalinas. Lo primero fue crear una asociación cultural, y sumar a Inma Expósito al proyecto. El presupuesto de partida fue de apenas 1.000 euros, una cantidad que solo dio para ponerlo en marcha. El resto se consigue recurriendo al ‘buen rollo'. El diseño de los carteles, los folletos promocionales, la imprenta... todo se pagará al final con lo que haya en la caja. Entre sus agradecimientos hay también para Agenda Urbana, Yapadú y PostalFree que han contribuido a dar visibilidad a la iniciativa.
Pero no confundir esta fórmula con la de financiarse con proveedores. "Sin el apoyo desinteresado de la gente que ha aceptado esperar para cobrar no habría sido posible", explica. Por eso, más que precio de la entrada hablan de donativo. De la caja que se obtenga también habrá para los actores (unos 25), aunque todo el mundo sabe que lo que vayan a recibir no incluirá nada por los ensayos y demás gastos necesarios para que todo haya sido posible (desde la gasolina al vestuario).
Los beneficios no son el principal objetivo, sino acostumbrar al público a una nueva forma de ver teatro. Algunos cuando llegan están un poco perdidos. Han oído hablar del proyecto pero no acaban de entender lo de ir de sala en sala o que exista la posibilidad de elegir. Afortunadamente, el boca - oreja está funcionando y cada vez son más los que se aventuran a pasar la tarde en La Rambleta entre birras y actores.
De todo un mucho
Una de las claves del éxito está en la variedad. El cartel lo componen un total de 18 obras repartidas en tres ciclos que duran un mes (el segundo comenzó el pasado día 22 y concluirá el 16 de diciembre). Hay de todo: drama y comedia, monólogos y piezas con tres personajes, en valenciano y en castellano, autores noveles, adaptaciones de clásicos (Max Aub, Harold Pinter...). "Lo importante es que la oferta sea tan amplia como sea posible y que todo el mundo encuentre al menos una ‘cápsula escénica' que le llame la atención y le anime a pasarse por aquí", añade.
De momento, los resultados están siendo satisfactorios. Cada semana hay más público, las críticas están siendo buenas, entra algo de dinero... pero lo más importante -y es la clave para asegurar la viabilidad a largo plazo del proyecto- es que la gente está conectando con esta fórmula tan novedosa de ver teatro.
Minaya cree que esta primera edición sí está consiguiendo su objetivo: que haya una segunda. Si para la primera hizo falta animar a la gente a sumarse, ahora están recibiendo muchas llamadas de todo tipo de actores y autores teatrales (unos con más trayectoria, otros con menos) para que les tengan en cuenta en la siguiente entrega. En Valencia, dice, la falta de productores o sponsors se suple con el entusiasmo de los actores que aprovechan la mínima ocasión para subirse a un escenario. La idea de convertir las ‘Cápsulas Escénicas' en un semillero de arte escénico parece que será pronto una realidad.
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