VALENCIA. Társilo Piles es un tipo fascinante. Tiene una capacidad mediterránea para sobrevivir y aparentar con una sonrisa que todo está bien. Es especialista en templar momentos de tensión. En abril de 2008, en una noche de éxito en la que el Valencia despidió a Koeman de la barra del Westin (sonaba Mauricio Pellegrino como recambio, aunque fue Voro), Társilo Piles apareció para certificar el anuncio y ante la muchedumbre de periodistas, arreó: "agachaos, que habrá para todos".
Tiempo después, tras la ampliación de capital (ésa que salvó al pez de la asfixia y lo arrojó de nuevo al agua para pescarlo otra vez), Társilo le vendría a decir a los accionistas lo mismo. Habrá para todos. Pero no.
Siempre practicando la supervivencia, Piles es un personaje extraordinario de este tórrido lugar apodado Valenciastán. Estuvo con el régimen de Juan Soler siendo el portavoz y poniendo palabras a una gestión afónica perdida. No lo hacía tan mal y a veces hasta parecía que se lo creía. Estuvo en la transición, vigilante. Y continúa en la renovación. Un hombre capaz de superar todos los estados del club merece al menos una insignia de oro y brillantes.
Sofiane Feghouli no tenía casi pasado cuando llegó. Aunque entonces era francés (ahora es argelino), y ése ya es un argumento de peso para que los ex amigos Fernando y Braulio se lo trajeran del Grenoble. También era el nuevo Zidane, según las típicas portadas fantasiosas tras cada nuevo fichaje. Un mal augurio si nos atenemos a que Thiago Carleto era el nuevo Roberto Carlos. [Una tarde cruzaron a Carleto y a Roberto Carlos en Radio Marca. Thiago Carleto se emocionó tanto por hablar con su ídolo que acabaría llorando. Cuando debutó con el Valencia pronto se vio que, en efecto, todo era para llorar.]
Los primeros pasos de Feghouli fueron calcados a los de Carleto. Aunque sin llorar. Acabó cedido en el Almería y bautizado como Feghonli. Se negó a subir al autobús en un viaje de final de temporada (ya dice Rami que ir en bus es una mierda). Y todo apuntaba a que, al igual que Carleto, acabaría en la provincia de Alicante jugando en segunda división antes de perderse y no volver jamás.
La Fundación del Valencia, que preside Társilo Piles y que tras la ampliación de capital se hizo con el control del club (o al revés), desde el principio estaba claro que no iba a poder pagar los créditos que disfrutaba. Társilo lleva tres años anunciando que hay salida y es cuestión de tiempo y paciencia. Habrá para pagar a todos. Posiblemente ha depositado sus esperanzas en una comisión tripartita compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Que se encarguen ellos del embrollo.
Feghouli cuando volvió del Almería tenía menos posibilidades de abandonar su destino como propietario de una silla en la grada de Mestalla que la Fundación de afrontar sus pagos. Era tan improbable que alguien contara con Feghouli como que alguien no llegara borracho a entrenar tras un cumpleaños de Unai. Con un ímpetu que a otros les haría reventar, Feghouli aporreó su destino. Unai le dejó subir.
El descarte del Almería envió a Pablo a Gales y se convirtió la temporada pasada en indispensable. Continúa siéndolo gracias a una intensidad conmovedora. La intensidad precisamente es el factor diferencial entre un equipo corriente y un Valencia competitivo. El miércoles, contra el BATE, volvió a ser su noche. Y ya van muchas. Cuando Feghouli corre, sonríe. Cuando marca un gol -en palabras del periodista valenciano Vicent Chilet- lo celebra como si lo marcara por primera vez. Cada partido es el primero para un jugador sin pasado que se había quedado sin futuro.
En 2014 Társilo Piles podría seguir en el Valencia anunciando que habrá solución para todo. Feghouli podría no estar.
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(*) Vicent Molins dirige checheche.net
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