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EL LENGUAJE DEL CINE

George Lucas en la galaxia friki

MANUEL DE LA FUENTE. 10/11/2012

VALENCIA. La extravagancia está de moda. Una de las evoluciones más curiosas que se pueden observar en las últimas décadas es la puesta en valor de las tribus o grupos humanos que han permanecido ocultos o que se caracterizan por su individualismo. No nos referimos ya al colectivo gay o a los punks, vilipendiados por los sectores más retrógrados, sino a esos grupos culturales que siempre se han percibido como inofensivos. Es decir, estamos hablando de los frikis.

Porque por friki no entendemos ya a los tipos con aspecto deforme o a los activistas culturales de la Costa Oeste estadounidense de los años 60. Ésos son algunos significados históricos del término "freak". Hoy un friki es, en nuestro país, aquel individuo con unos gustos culturales cercanos al kitsch y que se salen de la norma, del canon establecido por los medios de comunicación y las instituciones. Pero la paradoja radica en que lo friki puede llegar a ser mayoritario, imponerse sobre el desprecio inicial y llegar a constituirse en la misma norma. Es lo que ha pasado con el gran monumento friki de todos los tiempos, la saga de La guerra de las galaxias.

Hace pocos días se daba a conocer la adquisición de la compañía de George Lucas (Lucasfilm) por parte de los estudios Disney. El importe: más de 4.000 millones de dólares. La primera medida: el anuncio de la producción de tres películas más de la saga, los episodios 7, 8 y 9, es decir, la continuación de la historia después de la desaparición del personaje principal de la misma, Darth Vader.

La noticia ha sido recibida con gran expectación por todas las partes. En primer lugar, por la industria, que verá cómo vuelven a crecer los beneficios a cuenta de las batallitas siderales. Porque lo que puso en marcha George Lucas fue un modelo de negocio en el que la realización de películas es sólo una excusa de una maquinaria económica que va desde las ventas multimillonarias de merchandising hasta la creación de centros turísticos.

Ahí tenemos el ejemplo de la saga de El señor de los anillos, gran artefacto económico que sigue el modelo de Lucas y que se erigió como estrategia turística del gobierno de Nueva Zelanda, lugar donde se rodaron los exteriores de las batallitas de los orcos, los elfos, los enanos y los gallifantes. O Sexo en Nueva York, la serie que glorificaba el pijerío frívolo y que generó una ruta por las tiendas neoyorquinas donde se pasaban la vida Carrie y sus amigas.

Pero, además, la noticia ha recibido el aplauso de los fans de una saga que ha dado visibilidad al frikismo, hasta el punto de generar una cita anual, el Día del Orgullo Friki, que conmemora el estreno, en 1977, de la primera película de la serie. Por no citar el frikismo político, ya que 'star wars' dio también nombre a una de las cimas de la estupidez de la política internacional contemporánea: el escudo de misiles espacial que, en 1983, anunció el presidente norteamericano Ronald Reagan a todas las naciones del mundo libre. Una estrategia de defensa que nos protegería de un eventual ataque nuclear con misiles balísticos intercontinentales. Vamos, extravagancia y frikismo de alto standing.

El caso es que la popularidad de La guerra de las galaxias generó una expectación que nunca podrá ser saciada: décadas después, los fans siguen reclamando más y más películas de una saga que constituía todo lo contrario de lo que propugnaba. Porque La guerra de las galaxias se ha vendido como una historia de lucha del bien contra el mal, de rebelión contra las fuerzas maléficas de un imperio que sojuzgaba a la población de diversos sistemas galácticos. La historia se centraba en los 'jedis', una secta religiosa que usaba su fe (la 'fuerza') para combatir estas políticas malignas.

Sin embargo, los jedis actuaban como eso, como una auténtica secta que vigilaba cualquier aspecto de la política interplanetaria. En La guerra de las galaxias, la democracia era una porquería, el Senado era un caos donde no se podía llegar a ningún acuerdo porque cada representante político velaba por sus propios intereses. Los jedis tenían que inmiscuirse en todo momento en los asuntos políticos en pro del mantenimiento del orden. Unos religiosos que, atención, no dudaban en usar las armas a las primeras de cambio para dirimir cualquier discusión: que no nos entendemos, pues una lucha a muerte con espada láser y punto.La princesa Leia, musa de la saga Star Wars

Los problemas llegan cuando los jedis pierden poder, y no se les deja que gobiernen las cosas como a ellos les gustaría: con firmeza y orden. Por eso, la República intergaláctica cae. Y cae en manos de un emperador que gobierna como si fuera un jedi, es decir, con rectitud. Y con progreso tecnológico, centralizando el gobierno, evitando las duplicidades de administraciones y concentrando todo el poder en una sola sede: la Estrella de la Muerte.

Los jedis, apartados en este sistema que propugna la separación Iglesia-Estado, se rebelan, destruyen la Estrella de la Muerte y llaman a la guerra de guerrillas: así es como movilizan a un pueblo agrícola, subdesarrollado y ágrafo como los 'ewoks', para que mueran en nombre de un ser superior, en nombre de la 'fuerza', de la República y de la princesa Leia Organa, auténticos garantes de la vuelta a los valores tradicionales. Los mismos jedis que dejan a Anakin Skywalker moribundo y mutilado (le cortan las extremidades, nada menos), después deciden rematarlo mientras propugnan la paz para toda la galaxia.

Todo este mensaje tan edificante ha venido entreteniendo a los fans de todo el mundo con debates estériles. Y George Lucas ha sabido alimentar este interés a lo largo de los años, dosificando la información y los rodajes de nuevas películas, aparte de continuar de manera imparable negocio de muñequitos, disfraces, novelas, cómics, series de televisión y demás parafernalia.

George Lucas en Venecia

El engranaje está muy bien explicado en The People vs. George Lucas, un documental de 2010 que recoge momentos hilarantes: la búsqueda de la película Star Wars Holiday Special, una porquería realizada por la factoría Lucas para la televisión en 1978 y que, de tan mala que era, intentó hacerla desaparecer; la conversión de Lucas en un magnate que sabe manejar los hilos de la industria como nadie; o chorradas como el debate sobre si Han Solo abrió fuego o no en su enfrentamiento con Greedo, con los fans imprimiendo camisetas con el lema "Han shot first" ("Han disparó primero") para reivindicar el carácter de forajido malote de su héroe.

El caso es que el impacto de La guerra de las galaxias en la cultura y la política contemporáneas es más que evidente. Y ahí está que sólo una promesita ha despertado un interés inusitado: el anuncio de películas nuevas a partir de 2015. ¿Habrá llegado el IVA en los cines al 90%? ¿Aún habrá cines? Y el Ministerio de Cultura, ¿se llamará ya Ministerio de Deportes y Gandia Shore? Lo que es seguro es que la maquinaria de Lucas seguirá su curso, marcando las pautas: que los Estados estarán en crisis o no, pero las industrias continuarán ahí, dando el callo. Y dando visibilidad a la cultura friki, ésa que ha pasado del anonimato a la dominación mundial.

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4 comentarios

Gekokujo escribió
15/11/2012 15:02

Grande, grande este artículo. Como friki confeso me quito el sombrero. Y quizás un punto de razón tiene Pep... ¿o no?. Saludos

Pep escribió
12/11/2012 23:59

Caray Manuel ,otra vez con el rollo ese de que los jedis y Lucas son unos reaccionarios de derechas?.No tienes un argumento más delirante para poner a parir Star Wars? Como apuntan por ahí ,frikis son las de Kiarostami con un plano fijo de 10 minutos.

joanet escribió
11/11/2012 12:58

Lo friki són las películas iraníes, las de woody allen i las de almodóvar. StarWars és la típica pel.licula de errol flyn con espadachines i priatas en ciència-ficción. Además no será por falta de guión que a veces muchos se quejan que solo es acción o pechuga. Inclusos la protagonista, Leia, es fea por los estadares actuales como Lois del primer superman.

Solo_millo escribió
11/11/2012 04:10

Era necesario emplear el vocablo ágrafo? Un poco pedante, no?

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