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La desunión de la Unión Europea

MIGUEL A. RODRÍGUEZ. 05/11/2012

VALENCIA. Podríamos decir que la Eurozona es el proyecto más ambicioso dentro de la Unión Europea hasta el momento. A pesar de su largo recorrido, que incluyó un dilatado proceso previo de asimilación de las distintas monedas de los 17 países que lo integran antes de dar paso a la moneda única, la crisis actual ha puesto de manifiesto algo que los mercados presintieron en su momento y que se materializó en un rechazo generalizado del euro en los primeros momentos de su puesta en marcha: la carencia de una estructura básica de una unión monetaria.

Una política fiscal común sigue siendo un sueño lejano de la misma manera que lo es una unión política real, elementos necesarios para la consolidación de la eurozona, pero en la denominada unión bancaria es donde supuestamente se ha avanzado más.

El proyecto de unión bancaria se basa en una supervisión colectiva de los bancos de los países integrantes de la zona euro, alrededor de 6.000. En septiembre pasado, la Comisión Europea anunció que sería el Banco Central Europeo el designado para esta misión.

GARANTÍA DE DEPÓSITOS

Además de una supervisión única se debería crear un fondo común de garantía de depósitos y un mecanismo de rescate bancario que proporcione financiación directa en caso de necesidad sin que ésta tenga que pasar por las cuentas de los Estados, evitando de esta manera el contagio de riesgo bancario a riesgo soberano como nos ocurre actualmente en España.

Pero a pesar de la obvia necesidad de una unión bancaria dentro de una unión monetaria y del respaldo que este proyecto tiene del propio Banco Central Europeo (BCE) y de organismos internacionales, los políticos nacionales, los bancos centrales y los propios bancos individualmente no logran obtener un consenso al respecto.

Los alemanes quieren que el BCE se centre solo en los bancos sistémicos y dejar a los más pequeños, que son los que han incurrido precisamente en inversiones de alto riesgo y los que actualmente tienen mayores problemas, bajo la supervisión de las autoridades nacionales. Reino Unido y Suecia ponen importantes objeciones a esta unión ya que son países con su propia moneda y no se encuentran totalmente implicados.

La necesidad de un supervisor común, sin embargo, es absolutamente necesaria en vista del fracaso de la autoridad bancaria europea en los 'stress test' realizados en los que bancos actualmente en quiebra pasaron desapercibidos.

UN CÍRCULO VICIOSO

Y para romper el circulo vicioso que existe hoy en día entre la deuda soberana de países con problemas y sus bancos, que se ven si no obligados, digamos que al menos presionados para comprar los bonos que a la vez proporcionan los fondos para los rescates bancarios.

A la falta de criterios comunes se le añade el problema de que el método elegido por la Comisión Europea para el desarrollo de la unión bancaria carece de solidez legal. Según filtraciones a medios de comunicación especializados, la opinión del principal asesor jurídico del Consejo Europeo es que la reforma, tal y como se propone, es ilegal ya que lo que se pretende realizar va más allá de las facultades permitidas por el Tratado de la Unión en cuanto a la modificación de la normativa de las funciones del Banco Central Europeo.

Los líderes europeos han tratado siempre de responder a las lagunas de la unión monetaria con parches y componendas, sin proponer un nuevo tratado por temor a que éste suponga una mayor centralización de la autoridad en Bruselas y que por ello fuera rechazado por los parlamentos nacionales o por los votantes en un referéndum. Así que lo que ha hecho es proceder por acuerdos intergubernamentales o utilizando disposiciones del tratado actualmente en vigor.

En el caso de la unión bancaria pretenden utilizar el artículo 127 (6) del Tratado de Lisboa que permite al Consejo Europeo conceder autoridad al BCE para realizar tareas específicas de supervisión preventiva en ciertas instituciones financieras de la unión.

EL 'NO' ALEMÁN

Es un fundamento legal débil para la creación de un supervisor único con responsabilidad directa sobre todas las instituciones individuales ya que no se creó para destinarla a tal fin. De hecho, Alemania se opone a que el BCE sea un supervisor directo por este motivo.

Las consecuencias de elegir una vía no adecuada son serias. Por un lado, la relación entre el BCE y las autoridades nacionales quedaría en el limbo, ya que el actual tratado no contempla esta posibilidad y por otro tampoco se puede utilizar para la creación de un fondo común de garantía de depósitos, requisito imprescindible y urgente para frenar la salida de depósitos de los bancos europeos en países con problemas.

La independencia del BCE podría también quedar en entredicho. La labor de supervisión lleva consigo el acceso a datos de propiedad privada que entraría en colisión con la implementación de una política monetaria imparcial. Por esta razón el Bundesbank, tan celoso de la independencia de su política monetaria, ha encontrado un motivo de rechazo al planteamiento de la Comisión Europea para alcanzar la unión bancaria.

IMPLICACIÓN CIUDADANA

Observadores externos pueden encontrar, con razón, todo este proceso excesivamente abstruso, pero lo que hace es ilustrar un punto muy preciso que es la raíz de toda la problemática. La construcción de la Unión Europea se pretende llevar a cabo sin involucrar a la población europea. Los intrincados caminos que se recorren son el resultado de evitar tener que consultar. Visiones cortoplacistas y con fines electorales producen estas soluciones carentes de fundamento, racionalidad y sentido común.

Será complicado conseguir objetivos reales de unificación sino se progresa en una verdadera unión política y para ello se necesita la implicación de los ciudadanos europeos. De espalda a ellos el proyecto no tiene sentido.

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Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB

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