VALENCIA. Cuando a principios de los años ochenta aparecieron los primeros discos compactos pensé que la era del vinilo había llegado a su fin. Y no solo la del vinilo, también la de la 'cinta de cassette'. Algunos amigos a los que comuniqué el vaticinio se escandalizaron y pensaron que no era posible, pero el tiempo me acabó dando la razón. El vinilo murió, la cassette también, y ahora el primero tiene una resurrección nostálgica -que también se da en clásica, en menor medida- mientras que el segundo parece definitivamente enterrado.
Es verdad que los discos de vinilo tienen muchos problemas frente a los compactos: la duración, la fragilidad, los ruiditos, el polvo... Pero no lo es menos que ofrecen una gran calidad de sonido y que este es más cálido que el que ofrece el compacto. Un buen plato y un buen equipo presentan resultados espectaculares en discos de vinilo.
Los días contados del compacto
Sin embargo, las ventajas del compacto son evidentes y hoy en día sigue siendo un soporte funcional y extendido, aunque mi impresión es que tiene los días contados. La razón está en los nuevos soportes; o casi diría en la ausencia de tales como objetos concretos. Empecé a cultivar mi afición a la música en los últimos sesenta y primeros setenta comprando discos de vinilo. Eso hacía identificar las obras o los grupos de ellas con discos o álbumes, con objetos concretos dotados de portada, algunas espléndidas.
El compacto, con su tamaño reducido, ofreció muchas ventajas con respecto a su antecesor: más duración, no tener que cambiar de cara, posibilidad de avanzar y retroceder con precisión, más facilidad de almacenamiento. No obstante, se perdieron las enormes posibilidades gráficas que tenía (y tiene) el vinilo por el tamaño de su estuche.
Ahora estamos a punto de que desaparezca la relación de las obras con objetos concretos archivados en una estantería, que es más o menos lo que también está empezando a pasar con los libros. Elementos como el iPod y todo ese tipo de pequeños ingenios en los que se almacena la música comprimida ya hacen posible que la discoteca no ocupe lugar y que se pueda transportar en un bolsillo. Sin embargo, y a diferencia de otros destacados melómanos a los que respeto, yo no consigo adaptarme a formatos como el MP3, que presentan una cierta reducción de armónicos al comprimir el sonido.
Calidad CD en la red
Hay otras opciones en internet, y es a lo que voy. La mayor parte ofrecen una calidad similar al MP3 y por eso siguen sin interesarme. Yo personalmente he optado por la que tiene la casa discográfica Naxos, establecida en Hong Kong y pionera en editar discos compactos de amplio catálogo a precios reducidos, lo que ha ido completando con reediciones de versiones históricas.
Se llama Naxos Music Library y es posible abonarse para escuchar la música de su catálogo completo y sellos asociados por una suscripción anual de 225 euros más IVA. Eso quiere decir que con la última subida del impuesto el precio final se ha disparado algo. No obstante, las ventajas son muchas, ya que el catálogo supera los 78.000 discos compactos, lo que supone una cifra superior a 1.126.000 cortes o fragmentos independientes. Ese precio es para la "calidad CD". Se puede optar por la MP3 y es mucho más barata, sobre 150 euros anuales.
El sistema es el streaming, que permite oír a través del ordenador el disco, obra o fragmento que se seleccione. Con unos buenos auriculares el sonido es extraordinario, y para oírlo a través del amplificador no hay más que conectarlo a partir de la salida de jack de 3,5 mm que suelen tener los ordenadores. El resultado es similar al del disco compacto, sin los pequeños problemas que a veces tiene el arrastre y las impurezas que se puedan depositar en la superficie. Sin embargo, el NML tiene otros, como que entre corte y corte siempre hay una pequeña pausa, lo que hace algo molesta la escucha de óperas u obras que tienen movimientos que se ejecutan sin pausa y que el oyente recibe entrecortados.
En cuanto a la calidad de las obras, el catálogo actual es impresionante, pues entre los sellos recientemente asociados a la Naxos Music Library están EMI, Teldec y Warner, entre otros muchos. Eso quiere decir que al alcance de la tecla de ordenador hay miles de espléndidas grabaciones de Klemperer, Karajan, Furtwängler, Rattle, Giulini, Oistrakh, Rostropovich y Barenboim, por citar solo unos cuantos.
Aparte de eso, las discográficas se van adaptando a los nuevos tiempos. Por ejemplo Deutsche Grammophon y Decca tienen sendas grandes webs en las que se pueden comprar on-line los discos compactos o incluso la descarga en MP3. Además ambas ofrecen radio gratuitas on-line, en la que siempre se puede escuchar una pequeña selección de discos de sus respectivos catálogos.
El recurso al vinilo
Todo eso, por supuesto, no excluye el recurso al vinilo. Volviendo al principio, este formato vive la resurrección nostálgica. Relativamente importante en el mundo del pop, menos en el del la mal llamada clásica. No obstante, Decca lanzó recientemente una selección de grabaciones históricas y modernas en vinilo, y Deutsche Grammophon editó un disco de la Filarmónica de Viena dirigida por Gustavo Dudamel con una grabación reciente de la Sinfonía Escocesa de Mendelssohnn.
Pero son la excepción que confirma la regla. El sello que se dedica de manera constante a las reediciones de discos antiguos en vinilo, fundamentalmente del catálogo de EMI, es Testament, con muy interesantes grabaciones de Callas, Oistrakh, Rabin, Kogan, Carlos Kleiber y Szell, entre otros. Es uno de los sellos cuyos discos en España se pueden comprar a través de la distribuidora Diverdi.
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