VALENCIA. Con la nueva era laboral, las mutaciones en workaholism -adicción al trabajo- están a la orden del día. Hay que ser workaholic -trabajólicos, una cosa horrible- o no ser. Y por tanto trabajar el doble para conseguir la mitad. Hasta el punto de que en algunos ámbitos no tener estrés es sospechoso y una cualidad de haragán.
Pero tampoco sin pasarse. Con el estrés, como con el dinero, mejor ir con discreción. De ahí que se haya popularizado toda una retahíla de técnicas 'eficaces' para aminorar el estrés: biofeedback, kinesiología, colfing, masoterapia, cromoterapia, champi, chi-kung, do-in, sofrología, biodanza, ozonoterapia, reiki... y muchas más técnicas que desconozco y que en su totalidad supondrían una lista igual de extensa que la de sedes universitarias de la Comunidad Valencianas.
La ciudad y sus alrededores ofrecen, más allá de todo esto, varias opciones con las que desprenderse, aunque sea por instantes, de las servidumbres de la -¡ay, qué cruel!- vida moderna. Una posibilidad es comenzar por la Crash Therapy, entre Beniferri y Campanar, para continuar en el Balneario de la Alameda y viajar después hasta el Refugio Marnes de Benissa.
La opción más enérgica es la de Crash Therapy. Una empresa insólita que nadie en su sano juicio tendría arrestos de crear. Los tuvo Javier Talavera. Durante cinco años su entorno le advirtió que carecía de sentido abrir unos habitáculos en el centro urbano para que seres estresados golpeasen objetos hasta desmenuzarlos. Era tan absurdo como pretender hacer taquilla en pleno 2011 con una película muda y en blanco y negro. Talavera lógicamente no hizo ni caso. Y abrió en octubre del año pasado, muy cerca del varado Nou Mestalla, una empresa de destrucción que aumenta la facturación mes a mes y que está cerca de dar a luz franquicias: hay 80 peticiones entre Sudamérica y España.
Crash Therapy no tiene precedentes (quizás lo más similar fue la iniciativa del madrileño NH Alcalá invitando a 40 personas a que destrozaran parte de su hotel antes de ser remodelado). En su espacio central cada día llegan individuos aquejados de estrés con una única misión: machacar objetos. El instrumental se compone de un bate de béisbol, porra y martillo. Enfrente, vajillas, botellas de vidrio y electrodomésticos. Durante alrededor de 20 minutos, como Alí contra un rival fantasma, el cliente aporrea hasta dejar una tupida alfombra de cristales rotos. La tarifa es de 20 euros por sesión. Más dependiendo del valor de los objetos.
Entre los clientes (alrededor de 18 por semana) abundan mujeres de 25 a 35 años, preferentemente profesoras o secretarias de dirección. Entre los hombres el retrato robot es más difuso. La música corre a cargo de la empresa. Suena ACDC, Rocky, Rammstein... Aunque también puede personalizarse. Un cliente pidió el himno del PP.
→ Crash Therapy: Calle Tenor García Romero, 2 Valencia. 96 329 60 09 - 601 02 71 09
En las antípodas sonoras de Crash Therapy se haya el Balneario de la Alameda, la opción relajada, delante del Hotel Westin. Contra el ruido, embeberse de paz en un edificio modernista de 1909. Uno de los pocos de la Exposición Regional que no fue demolido. Sólo por eso, por darse un baño de melancolía, ya merece la pena.
De balneario pasó a Asilo de Lactancia, más tarde a Escuela de Graduados Sociales y, en 2005 retornó a su uso como balneario. Aunque poco presente en la escena turística, las termas romanas, la piscina activa, el entorno decorativo en ladrillo y más que nada sus aguas termales -emergidas desde 660 metros en las profundidades de la ciudad-, son una pasarela directa al sosiego radical.
Sus tarifas oscilan desde los 63 hasta los 10 euros. Una guarida idónea para el workaholic que tal vez sólo puede estropear la superpoblación de la piscina los fines de semana.
→ Balneario de la Alameda: Calle de Amadeo de Saboya, 14 Valencia. 96 369 09 98.
Todavía más serena, por bucólica, es la presencia en el Refugio Marnes, en Benissa. Un complejo rural inventado por Willem y Richard, dos holandeses algo reticentes a las entrevistas ("si está todo en la web...") que han cincelado con buena mano un templo del descanso en la montaña, entre jabalíes, zorros y la vecina Sierra de Bernia. Por esquivar, en Marnes se esquiva hasta la cobertura telefónica. El culto al aislamiento los ha llevado a figurar entre los lugares vacacionales con mejor valoración en Tripadvisor.
El aderezo definitivo lo aporta una jaima. Emplazada allí, en la sierra, con la espontaneidad con la que Gadafi clavó la suya en Madrid. La única jaima de España, dicen. La hizo en Marruecos Bouchaib Madhar, colaborador de la familia real marroquí, y cuenta con 50 metros cuadrados equipados con baño y cocina. Su precio por semana ronda los 500 euros.
Dormir allí es consumar la calma.
→ Refugio Marnes: Partida Marnes, Benisa. 637 06 30 03, 629 87 44 89.
Crash Therapy, el Balneario de la Alameda y el Refugio Marnes son tres antídotos para la adicción laboral y sus derivados.
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