VALENCIA. El cine es una herramienta de propaganda. Ésta es una circunstancia en la que pocas veces caemos debido a que pensamos en el cine en términos de entretenimiento y espectáculo y no como producto que moldea nuestra forma de consumir, de pensar o de ver el mundo. Eso se lo dejamos a la publicidad, porque vemos un anuncio y sabemos que intentan vendernos un modelo de vida para que compremos el perfume o el coche de turno. Sin embargo, el cine ha servido también para fines propagandísticos incluso manipulando hechos históricos, y eso se ha hecho desde uno y otro signo, desde la izquierda hasta la derecha, tanto en las películas de S.M. Eisenstein como en las de Leni Riefenstahl.
El día que el ministro más macarra del reino, José Ignacio Wert, descubra esto, salvará la industria del cine español. La llenará de subvenciones, creará salas de cine concertadas, los tickets de las entradas tendrán una casilla para la Iglesia y los telediarios hablarán más de actores y directores que de futbolistas y toreros. Porque Wert esta semana añadió una frase genial a su elenco personal de soundbites de matón de discoteca: dijo que el objetivo de su ministerio de Educación era el de "españolizar a los alumnos catalanes". Y se volvió tan fresco a su tabla de abdominales y a estudiar encuestas.
Wert debería ver la última película de Liam Neeson, Venganza: Conexión Estambul. Porque ahí aprendería lo que significa de verdad "nacionalizar" desde un punto de vista cultural, sirva esto para españolizar, catalanizar o afrancesar. En este caso se da una lección de cómo hay que americanizar, algo que lleva haciendo el cine de EE UU desde hace cien años. Porque a eso se dedica la industria del Hollywood, a la propaganda pura y dura, a exportar un modelo de vida que te dice que la sociedad yanqui es blanca, segura e impoluta, donde triunfa siempre quien más se esfuerza y trabaja. Y donde mola ser norteamericano, mola tanto que no serlo te convierte en un espécimen de inframundo, perteneciente a esos pueblos desgraciados que no tienen la suerte de ondear al viento las barras y estrellas.
En Venganza, Liam Neeson es un antiguo agente de la CIA que lleva una vida normal con su mujer y su hija adolescente, sus barbacoas, sus reuniones con los amigachos y su casita con jardín y cochazo. La familia vive en Los Ángeles, que todo el mundo sabe que es una ciudad tranquila, sin crímenes ni asesinatos, ni atracos con armas ni suburbios llenos de bandas de raperos dándose de leches entre sí. No. Los Ángeles es tan pacífica y segura que parece una mezcla entre Disneylandia y Guantánamo.
Esto tiene un problema: que cuando sales de Estados Unidos, cuando viajas, todo es violencia, secuestros y torturas. Así, en la primera parte de Venganza (realizada en 2008), la hija iba a París con una amiga y allí no duraba ni una hora: nada más pisar la ciudad, secuestraban a ambas una pandilla de albaneses dedicados a la trata de blancas. Una de ellas incluso moría y los secuestradores se movían por París sin problema con sus secuestros, sus asesinatos y sus drogas porque, ya se sabe, eso lo puedes hacer en cualquier capital europea y máxime en París, donde los gendarmes no te machacan a porrazos en el metro si tienes pinta de albanés o de morito. No, qué va, la policía parisina es tonta y se dedica sólo a rescatar gatitos de los árboles.
La película, claro está, arrasó en taquilla. Y el éxito facilitó que hubiera una segunda parte. ¿Qué ciudad puede haber más cochambrosa que París?, debieron de pensar en algún despacho de un estudio cinematográfico. Pues Estambul, porque Turquía suena a eso, a exotismo sucio, atraso social, relaciones incestuosas y zoofilia por las calles. Al menos a eso suena desde la mentalidad que se vende desde Hollywood al respecto de todo lo extranjero. Aquí, secuestran al de la CIA y a su mujer, pero la hija es igual de xenófoba que el padre y no duda en lanzar granadas a mansalva por las calles de Estambul para liberar a papá. Cuando lo consigue, ambos se dedican a soltar estopa en una ciudad en la que puedes tirar bombas a edificios, liarte a tiros y destrozar coches sin que nadie te diga nada. Sólo tienes que estar entrenado para correr un poquito y tener un amigo con contactos en la embajada norteamericana para que, en un momento dado, no te confundan y te disparen. Que soy de los tuyos, de los buenos.
Ese contraste entre Estados Unidos como un país seguro y ciudades como París o Estambul como nichos de criminalidad resulta una muestra más de la mirada despectiva que exporta Hollywood hacia lo extranjero. Es algo que destapó Sylvester Stallone cuando hizo Rambo en los años 80: la película era una alegoría de la política intervencionista norteamericana, y reflejaba el punto de vista del americano medio, que piensa que cualquier individuo de ojos rasgados supone una amenaza, sin importar si es vietnamita, coreano, chino o japonés.
Pero uno de los ejemplos más graciosos sin duda es el de Misión imposible 2, donde aparecían unas fiestas en España que eran una extraña mezcla entre las Fallas y la Semana Santa, con procesiones donde la gente sacaba a pasear a los santos con antorchas. Un Anthony Hopkins con mirada condescendiente le decía a Tom Cruise: "Estas fiestas son un fastidio, honrar a los santos quemando cosas. Curiosa manera de venerarlos, ¿no cree? Por poco me queman al venir hacia aquí". Ésa es la idea que se tiene de España desde el ángulo estadounidense, y poco importa el rigor social o histórico porque lo que cuenta no es la realidad, sino lo que se narra de ella.
Por eso, cuando una serie o una película deciden parodiar la forma de hacer las cosas en Estados Unidos, basta con burlarse de esa visión del mundo. Es lo que hacen continuamente Los Simpson: es célebre el episodio en el que Homer y los suyos viajaban a Brasil, donde todo era samba, fútbol y secuestros. El gobierno brasileño elevó una protesta formal, demostrando su incapacidad para distinguir el retrato de la ironía.Todo esto resulta aún más llamativo cuando no es un norteamericano el que pergeña un producto pro-estadounidense.
Cuando encontramos a europeos, asiáticos o latinoamericanos con ganas de mostrarse más papistas que el Papa. Aquí tenemos, detrás del proyecto, a Luc Besson, responsable de películas como El quinto elemento o Transporter. El francés se muestra como el macarra que es, capaz de mentir y manipular en películas infames sólo para demostrar que es un chico listo que sabe que el cine moldea opiniones y modula puntos de vista. Wert debería nombrarle director general de cinematografía y meter en vereda a esos díscolos niños catalanes. Seguro que se entenderían: los macarras se huelen a distancia.
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Ficha técnica
Venganza: Conexión Estambul (Taken 2)
Francia, 2012, 91'
Director: Olivier Megaton
Intérpretes: Liam Neeson, Maggie Grace, Famke Janssen
Sinopsis: Bryan Mills, el antiguo agente de la CIA, viaja a Estambul con su familia. Allí es secuestrado como venganza por sus anteriores misiones. Su cometido será escapar y liberar también a su esposa
A ver que lo entienda. Si Mas dice que han catalanizado toda la enseñanza está bien, pero si Wert dice de españolizar a los niños catalanes es un macarra??? Tiene siquiera justificación alguna el doble rasero?? P.D.- No vale decir que es que en Cataluña son catalanes y por eso hay que catalanizar. Hasta la fecha de hoy, los Catalanes siguen siendo españoles, por tanto, hay que catalanizar tanto como españolizar, lo cual ambas cosas no es más que nazismo puro y duro. El Estado no debería nunca meterse en esos temas.
No es todo tan maravilloso en el way of life del prota: está divorciado de la susodicha, pero sigue enamorado. Pero no hay nada como unos albaneses malotes para que vuelva el amor!!!
Otra película de este tipo es la película de animación Resident Evil: La Maldición, que acaba de salir a la venta y viene cargada de frases del tipo... ¡"Tú cultura (estadounidense) es genial! ¿Por qué has venido a un país como este?! La comida! Los actores!... Amo los perritos calientes y la pizza!" Todo esto transcurre en una ciudad de la antigua unión soviética inventado (total, todos son igual de desconocidos y peligrosos) llena de experimentos genéticos, terroristas, pobreza...
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