VALLADOLID (EFE). El queso vallisoletano Flor de Esgueva puede adquirir una nueva dimensión gastronómica si gana adeptos la propuesta del heladero artesano Félix Llinares, que ofrece este producto en su carta de helados junto a otros de berberecho, ajo, jamón de york y boquerones en vinagre, entre otros sabores.
Unos 500 kilos de este queso utiliza al año para sus seis heladerías de Valencia la firma Llinares, que ha optado por la investigación nutricional de esta modalidad gastronómica basada en la experiencia de hasta cuatro generaciones, según ha explicado a Efe el propio Félix Llinares.
El Flor de Esgueva había estado en la mesa de esta familia desde hacía tiempo como acompañamiento salado, hasta que hace unos dos años decidieron llevarlo a los cucuruchos, previo paso por la repostería, ya que lo que elaboran es una tarta de queso que luego convierten en helado.
El "sabor intenso de queso de oveja" es lo que distingue este producto, en palabras de Llinares, quien cree que el secreto es que el comensal aprecie "desde la primera cucharadita" que está ante el sabor que ha elegido, en este caso el del queso vallisoletano, que tiene una "gran aceptación".
No tienen ningún acuerdo comercial con la empresa que fabrica este queso en Peñafiel (Valladolid) -ahora la multinacional Lactalis-, ya que se trata de un consumo "relativamente pequeño" y no se distribuye al por mayor a otras heladerías.
A lo que sí está abierta esta empresa es a encargos concretos de restaurantes y marcas de calidad, como lo que hizo la denominación de origen de la extremeña Torta del Casar, que encargó la creación de un helado para promocionar este producto en la Comunidad Valenciana.
El negocio de los Llinares se sustenta en la investigación y en la búsqueda del equilibrio nutricional de los helados, ya que sus dirigentes recelan de las recetas foráneas -fundamentalmente las estadounidenses y las alemanas-, al basar su producto en un excesivo contenido en grasas.
"Nutricionalmente, tomar una bola de helado de boquerones, por ejemplo, puede equivaler a tomar los beneficiosos ácidos grasos omega 3 de tres litros de leche", ha calculado Llinares, convencido de que la filosofía del helado debe estar vinculada al "disfrute y el relajamiento".
El perfil de consumidor de estos peculiares helados es fundamentalmente "gente que ya no tiene miedo a probar algo, de 40 años para arriba", según el responsable de la empresa, convencido de que si lo que están haciendo lo hiciera "un italiano en Madrid, sería la bomba".
Helados de alubias pintas, de callos a la madrileña, de crema de guisantes y champiñones, de fabada asturiana, de mejillones en escabeche, de gazpacho andaluz o castellanomanchego, de rape con verduras y de tortilla de patatas, sólo son ejemplos de la amplia carta que ofrece a través de su web la heladería artesana Llinares.
Y si llega la gripe, también tienen uno llamado "antigripal", por si acaso el frío del helado afecta.
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