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crítica de cine

'A Roma con amor'
Hartazgo de Woody Allen

MANUEL DE LA FUENTE. 28/09/2012

VALENCIA. Hubo una época en la que la cultura era patrimonio de unos pocos. Eran unos tiempos en los que sólo unas clases privilegiadas tenían acceso a la educación, mientras la mayor parte de la población únicamente se ocupaba en alimentarse y sobrevivir y, por lo tanto, la cultura estaba concebida para el disfrute de una minoría. Todo esto sucedía mucho antes de ese maléfico invento llamado sociedad del bienestar que comportó que todo el mundo tuviera derecho a una formación. Y antes de que se popularizase la cultura y se acuñase el término "cultura popular": lo que antes pertenecía a las minorías, ahora estaba al alcance de todo el mundo.

Los efectos ya los conocemos. Surgieron diversas tribus urbanas: los alternativos, los indies, los culturetas, los gafapastas, los perroflautas, los cinéfilos, y un sinfín de colectivos que expresaban, con sus propios códigos, su orgullo por la cultura. Pero a todos ellos les unía las ganas de pontificar sobre las excelencias de tal película o las bondades de tal cómic. Y como lo importante era destacar de entre la multitud marcando la diferencia, cada vez se hacía más difícil darle una vuelta de tuerca al asunto, es decir, llamar la atención con un discurso "diferente". Y así, buscando y rebuscando una fórmula para ser mega-súper-requete-original, entonces surgió una especie curiosa, la nueva moda del panorama "gafapasta casual-wear way of life": los cinéfilos detractores de Woody Allen.

Rodando una escena de Vicki Cristina BarcelonaEn los últimos años, se ha extendido una idea entre la comunidad cinefílica que ha tenido cierto calado: Woody Allen se ha vendido. El cineasta neoyorquino se habría quedado sin ideas, atrás habrían quedado ya sus mejores obras y se dedicaría a hacer panfletos turísticos de ciudades a mayor gloria de los productores que seguían financiando sus proyectos. Productores como Jaume Roures, máxima encarnación del malvado capital, que financia películas como partidos de la liga de fútbol. Claro, y encima catalán. En definitiva, Woody Allen ya no sería un "autor" como lo había sido en los años 80, cuando hacía películas sobre temas profundos, como la religión, el sexo, la muerte o las relaciones de pareja.

Tan espectacular es el giro, que incluso se le achaca a Woody Allen que tenga un estilo propio. Porque una de las críticas recurrentes apuntaría a una supuesta repetición de la misma fórmula que le permitió dar con un público fiel que cada año esperaba su nueva película. Es decir, lo que hasta entonces era bueno (comedias protagonizadas por gente de clase media y profesión liberal donde se planteaban diversos problemas sentimentales) pasó, de repente, a ser malo.

El punto repentino llegó con Vicky Cristina Barcelona, película producida por Roures y que cometía el pecado de situar el escenario de la comedia sentimental en la ciudad condal. Entonces la masa crítica de nuestro país, esa tan sesuda e inteligente que no para de pontificar en la prensa seria, empezó a decir que la película no reflejaba Barcelona tal como era. Claro, a lo mejor esperaban que Woody Allen no hiciera una comedia romántica donde, por definición, se idealizan las ciudades.

Quizá creían que Allen iba a mostrar los conflictos sociales en el extrarradio, las corruptelas de la clase política o el tráfico de drogas en la zona portuaria. Por lo visto, si un director hace una película romántica en París o Nueva York, es una "obra maestra", pero si la sitúa en Barcelona, en una ciudad que conocemos, entonces es que ese director no se entera, chochea y traiciona a la verdad al no mostrar en cada plano la idiosincrasia del seny catalán.

También se le viene achacando desde entonces que sus películas estén producidas por gente que quiere sacar una rentabilidad económica. Woody Allen se habría vendido al capital al filmar allí donde le contratan. Vamos, lo mismo que han hecho todos los directores del cine clásico, con John Ford a la cabeza, porque el cine sí, será un arte, pero también es una industria, y el cine de Hollywood siempre se ha encargado de conjugar ambas vertientes prestando especial interés a la rentabilidad comercial. Que se lo pregunten a Hitchcock, siempre obsesionado en satisfacer al público.

En cualquier caso, Woody Allen sigue haciendo caso omiso y sigue ofreciéndonos su cita anual. Y da igual que sitúe sus comedias en Nueva York, París, Venecia o Londres. Porque lo de menos es el escenario, y lo que cuenta es su reflexión sobre nuestro devenir en el mundo, su análisis de las relaciones humanas donde los elementos de ficción aportan humor y distanciamiento, lejos de pontificar. Es la combinación de las dos principales influencias que explican su cine: Ingmar Bergman y Federico Fellini.

Después de presentar una crónica amarga sobre la frustración que provoca la búsqueda continua de la felicidad (Vicky Cristina Barcelona) y de mofarse de esa mentira reaccionaria consistente en decir que cualquier tiempo pasado fue mejor (Midnight in Paris), en 'A Roma con amor' decide burlarse de la fama, de lo que significa el ascenso en nuestra sociedad y del juego de apariencias que articulamos en nuestras vidas.

De este modo, Allen decide construir su reflexión a partir de una serie de pequeñas historias cotidianas, aderezadas con toques de magia y surrealismo para presentar estos temas. En una de estas historias, un hombre sufre el acoso de los periodistas y de los paparazzi sin saber por qué. En otra, un cazatalentos jubilado decide lanzar la carrera de un tenor cuyo único inconveniente es que canta bien sólo en la ducha, problema que soluciona instalando una bañera en el escenario de cada actuación. Así, al igual que los viajes en el tiempo de Midnight in Paris, Allen hace en su cine lo mismo que en sus relatos escritos: romper la cotidianeidad con una ficción tan disparatada que, al final, nos habla de nosotros mismos.

Y Allen vuelve aquí a hacer frente a esa falacia que dice que su cine es siempre igual. Poco importa que tenga un estilo muy variado en el que muestra su visión particular de la historia del medio, desde el expresionismo alemán (Sombras y niebla) hasta el underground neoyorquino (Delitos y faltas), pasando por el musical (Todos dicen I love you) o el drama bergmaniano (septiembre). En esta ocasión, se fija en el cine italiano de los años 50 y 60, y es así como A Roma con amor exhibe una puesta en escena desaliñada para los patrones de Hollywood, con una fotografía repleta de colores cálidos. No estamos ya en el Hollywood del orden, del plano-contraplano, ni en el otoño de Nueva York, sino en el más puro ambiente mediterráneo, donde la vida es más improvisada y divertida.

Como no todos exhiben este recelo anti Woody Allen, son muchas las películas y cineastas que han seguido su forma de hacer cine. Aquí se puede percibir una cierta influencia de comedias como Manuale d'amore, que no deja de ser, a su vez, deudora del cine de Allen. Porque, mientras en España hay un cierto poso de cuestionamiento de su cine, lo cierto es que su carrera sigue empeñada en profundizar en el análisis de los seres humanos al tiempo que sigue pensando en cómo presentar sus historias de manera diferente.

Eso sí, por estos lares seguiremos presumiendo de cuántas películas hemos visto y cuánto sabemos de cine. Bueno, mientras siga vigente ese concepto de "cultura popular", de cultura para todos. Poco nos queda, cuando la policía sigue golpeando a los manifestantes en nuestras calles y nadie dice gran cosa y tampoco se produce ninguna dimisión política.


Ficha técnica
A Roma con amor
To Rome with Love
EE.UU., Italia, España, 112 min.

Director: Woody Allen

Intérpretes: Judy Davis, Roberto Benigni, Woody Allen, Alec Baldwin, Ornella Mutti

Argumento: Cuatro historias que suceden en Roma. Un matrimonio estadounidense viaja a Italia para conocer al novio de su hija; un italiano ve cómo los paparazzi irrumpen de repente en su intimidad sin entender el motivo; un arquitecto visita Roma y se encuentra con una encarnación de su pasado; una pareja de recién casados se pierde en la ciudad eterna.

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1 comentario

Baturrico escribió
03/10/2012 10:28

Partiendo con un preámbulo con el que estoy muy de acuerdo, sobre lo bien que queda burlarse del Sr. Allen (que sabe su oficio magníficamente, como nos demuestra también en Match Point con una excelente dirección de actores y maestría en el montaje) creo que el articulista no remata lo suficiente en su crítica, profundizando en lo mucho que nos sirve Allen en un plato aderezado de luz mediterránea y de música de comedia de los 50-60. Porque curiosamente en 'Roma con Amor' nos devuelve, en pequeñas dosis, parte del mejor Allen que recordamos durante tres décadas. Y se pueden hacer muchos análisis de las cuatro pequeñas historias, desde el vodevil romántico de americanos bienintencionados o pasados de rosca con un ángel-diablo arquitecto interviniendo en la acción, siguiendo por el simbólico paso del matrimonio 'inocente' de provincias por la gran ciudad, burlándose de la psiquiatría y el análisis y el bloqueo psicológico en la historia con el propio Allen (para mí la mejor de las cuatro) y rematando con la crítica mordaz a la fama de la historia protagonizada por el histriónico y fantástico Benigni. Woody Allen forever.

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