MADRID. Si nos hubieran dicho a los nacidos en los años setenta que llegaría un día en el que España iba a ganar torneos de fútbol internacionales consecutivamente, con los centrales tirándose penaltis a lo Panenka, habríamos pensando en un futuro muy lejano, con aerodeslizadores por el cielo y teletransportadores en cada casa. Algo así se deducía de las palabras del ministro de Exteriores en Informe Semanal tras la consecución de la Eurocopa de Ucrania y Polonia.
Según él, la pelotita actúa a modo de güija. Y como nuestro país es próspero y moderno, fruto "del trabajo de todos arrimando el hombro" pues Rakitic cabeceó mal solo ante Casillas y no nos fuimos en primera ronda haciendo el ridículo. Por eso, si le ventilan una nómina no debe usted quejarse, que en el próximo Mundial igual sí que nos clavan ese gol por esta peculiar asociación lógica. Arrime el hombro y haga marca, o país. Está usted avisado. La Roja de usted depende.
Lo que ocurre es que uno mira a su alrededor y se da cuenta sin pensar mucho que el único contexto histórico comparable a esta gloriosa ‘marca España' es del hundimiento de las democracias populares a finales de los años ochenta. Políticos que simulan resolver problemas acumulando retórica, un poder adquisitivo que mata de risa y de la soberanía nacional y la soberanía popular mejor ni hablamos. Los rumanos de Ceaucescu se morían si no tenían dinero para sobornar al médico, usted se morirá si no tiene dinero para un médico privado. Pero tranquilo, que al menos tiene realities y completamente gratis. Puede echar de la casa al concursante que menos comulgue con sus valores poligoneros, o al revés. Como usted quiera: ¡usted es libre!
Pero... ¡cáspita! A ver si la marca España va a resultar que lo que tiene destrás es un país lamentable que se cae a cachos y utiliza el deporte como propaganda política. Algo así como la RDA, con su dopaje y todo. Pues no lo sabemos. No compete a este espacio emitir dicha sentencia. Pero sí podemos hablar de una gran operación propagandística que nos puso en el mapa, nos hizo cosechar ditirambos por todo el globo y nos trajo una prosperidad en forma de crisis del 93 que casi agotamos la producción anual de habanos. Sí, hablamos de la Olimpiada de Barcelona. Otra gran cita con la Historia de la Maraca España. Perdón: Marca.
Además de los logros citados, este torneo también sirvió para que los españoles pudiéramos ver a un equipo de fútbol con la enseña nacional ganar algo. Lo que fuera. Y lo hizo como nos gusta, con un uniforme olímpico que haría vomitar a Paco Clavel. La llamaron Quinta del Cobi, en honor a una mascota que, como la camiseta, ahuyentaba a las garrapatas y no convenía mirarla fijamente.
No se puede hablar de ese grupo humano sin explicar el estado de nuestro fútbol por aquel entonces. Lo normal es citar al Dream Team de Cruyff, equipo fascinante que por aquel entonces había finiquitado la hegemonía del Madrid. No obstante, sus integrantes no saben todavía muy bien con qué clase de carambola se clasificaron para la final de la Copa de Europa ni por qué Vialli falló solo ante Zubi una vaselina que se fue fuera lamiendo el palo. Por eso, a la hora de buscar hechos científico-futbolísticos insobornables que describan fielmente la época, debemos decantarnos por algo de lo que no cabe la menor duda: la decadencia de la Quinta del Buitre.
Ahora se habla de ellos como glorias benditas. Y sería absurdo negar que protagonizaron una página brillante en la historia de nuestro fútbol. Pero la realidad es que a finales de los ochenta, mientras ganaban ligas con los ojos cerrados y pedaleando sin manos, la directiva del Real Madrid estaba muy preocupada por los resultados obtenidos fuera de España. Los directivos blancos pensaban que sus niños no eran competitivos.
El papel en el Mundial de Italia hizo el resto y en la Federación Española de Fútbol se propusieron acabar, cortar por lo sano, con esa generación de jugadores. Gracias a que Luis Suárez empezó de pena la fase clasificatoria para la Eurocopa del 92, el encargado del lavado de cara iba a ser Vicente Miera. Así el cántabro se llevó un puesto que se disputaban Irureta, Aragonés y Clemente. Según un off the record de El País, a este último no se le llamó porque podría "acarrear un enorme deterioro a la selección".
Los mensajitos en los medios, por activa y por pasiva, le venían a indicar a Miera que se le había contratado para llevar a cabo una misión muy concreta: finiquitar a la Quinta y a Zubizarreta. Y curiosamente, porque nadie sabe por qué, el seleccionador hizo caso omiso. Sólo se atrevió con Martín Vázquez, entonces en el Torino, y le salió cara la jugada.
El extremo, indignado, renunció a volver a jugar con una selección en la que siempre había tomado parte desde que era profesional, y excusó de forma así de simpática su bajón de rendimiento en el calcio: "Se han dicho muchas insensateces, que si tengo un carácter frágil, que si soy gay... Todo porque vivo con mis padres".
Lo escalofriante es que se había perdido contra la temida Islandia y en la Federación ya hablaban de los jugadores como si fueran diputados: "Tienen cocinero, vino de Rioja, masajista, fisioterapeuta, jefe de Prensa, están en un hotel de cinco estrellas y viajan en un charter para regresar más pronto. ¿Qué más pueden pedir? Es un problema de falta de competitividad. España se está acostumbrando a perder, tanto en las competiciones internacionales de clubes como en las de selecciones, y eso es muy grave" (otro directivo anónimo citado por El País).
Una pitada en Sevilla a Butragueño, que fue Pichichi con 19 goles esa temporada -el promedio más bajo en los últimos treinta años- frente a Albania hizo el resto. Miera fue destituido. Aunque como premio de consolación se le permitió disputar los Juegos Olímpicos. Es decir, el mayor éxito de nuestro fútbol en décadas se alcanzó con un técnico destituido. Luis Aragonés ganó años después la Eurocopa de Austria y Suiza en condiciones bastante similares. ¿Habrá inspirado este fenómeno la última Reforma Laboral?
CONCENTRADOS A 300 KILÓMETROS... EN VALENCIA
La selección olímpica se concentró en Valencia. Y allí acudió raudo Xabier Clemente, recién nombrado seleccionador pero que todavía no estaba 'en funciones'. El de Barakaldo quería ‘controlar'. A los ayudantes de Miera, Kubala y Miguel Sánchez (luego entrenador de un Burgos en caída libre) no les hacía ninguna gracia la presencia del oficialmente seleccionador de España. Clemente se conoce que llegó atraído por el olorcillo a triunfo.
Años después confirmó que era un gran amigo de lo ajeno repitiendo esta conducta con mayor premeditación y alevosía. En la Eurocopa sub-21 de 1996 decidió que él dirigiría a la selección en la fase final después de que Andoni Goicoetxea la hubiera clasificado. Este último abandonó la Federación echando pestes, sintiéndose como "un cero a la izquierda" según dijo, y España palmó contra Italia en los penaltis con gracioso fallo de Raúl González.
Pero que Clemente no pudiera meter mano en el 92 no quiere decir que no hubiera escándalo. Lo primero que tuvo que afrontar Miera fue un motín. Los jugadores querían estar en la inauguración de los Juegos Olímpicos, que la bandera la llevaba el Principito. Por suerte, como no tenían derecho a primas, al final Solozábal, líder de esta protesta y unas cuántas más a lo largo de su carrera, logró que estuvieran en Barcelona en la ceremonia de apertura sacándose fotos con los jugadores de la NBA.
Ese viaje no hizo mella en el rendimiento de la Quinta del Cobi. Dos semanas después la selección se colgaba el oro. Del torneo hay poco que añadir que no esté aún grabado en las retinas de cualquier aficionado. Tan sólo un detalle. Un gesto que marcaba una verdadera transición en los integrantes de La Roja. Cuando Michel le marcó a Corea del Sur en Italia 90, gritó "me lo merezco, me lo merezco". Cuando Kiko, entonces Quico -todavía había mili y los homosexuales no eran personas normales- hizo el gol de la victoria en la final de los Juegos Olímpicos, exclamó incrédulo "¡He sido yo, he sido yo!". Nótese la diferencia.
A Miera sin embargo le tocó un papel mucho más duro. En la Federación le aparcaron en un cargo absurdo de "coordinador de la selección" y terminó marchándose. Como ya estaba destituido, que ganase la medalla de oro encima complicó su situación (España es asina) y tuvo que salir, en sus propias palabras, "silenciado y humillado".
LA MALDICIÓN DE LA QUINTA DEL COBI
Pero sólo en el míster no quedó la cosa. En repetidas ocasiones se ha hablado también de la maldición de los jugadores de la Quinta del Cobi. El aludido Solozábal murió matando. Hecho todo un líder sindical, siguió montando motines. En el Atlético de Madrid, tuvo enfrentamientos con Gil, que le tenía por "un niñato" pues osaba contestarle, pero Antic le renovó para cinco años con la intención de ganárselo para la causa. El jugador se volvió en su contra en cuanto vinieron mal dadas y se estropeó el ambiente del doblete. Apartado del equipo, fichó por el Betis, donde dejó la línea CCOO-UGT de motines para pasar a la acción directa CGT-CNT.
Solozábal intentó agredir al presidente verdiblanco, Ruiz de Lopera, y después de ser despedido también perdió el juicio. Terminó como empezó. Diez años antes, a los pocos minutos de ganar la medalla de oro, echó a todos los directivos que bajaron a celebrar la victoria con el pretexto de que tenían que hacer estiramientos de relajación pospartido. Querían disfrutar la victoria ellos solos, sin los buitres que les habían dejado sin primas por ganar.
Su compañero Juanma López tuvo también un triste final después de haber alegrado la Liga española como nadie con sus casi setenta tarjetas. Superlópez se rompió el ligamento cruzado de la rodilla y se perdió un año de competición. Con la rehabilitación hecha, se cayó por la escalera de su casa y se volvió a lesionar. Total, dos años fuera. Y cuando volvió, se rompió el menisco en un choque fortuito con un jugador del Irún. Al menos, esta larga convalecencia le sirvió para presentarse a concejal por el GIL en Ceuta. Finalmente, tras eludir la prisión, ahora representa jugadores.
Todos los atléticos de esta selección terminaron mal. Kiko, destrozado por las lesiones tuvo un adiós de lo más gris en segunda división. Estuvo a punto de fichar por el Milan, también por el Lazio... pero, vaya, acabó en el Extremadura previo paso por la cola del INEM, donde marcó un gol y formó pareja con Pier Luigi Cherubino. Y el portero, Toni, a punto de ir al psiquiatra después del robo de cartera que le hizo Tamudo en la final de Copa del Rey. Menos mal que eran amigos.
Pero seguro que Toni ahora está tranquilo, en algún lugar, no como Cañizares, su suplente en los Juegos, que después de salir al paso de acusaciones ficticias por violación y el escarnio por la presunta sangrienta patada descalzo a un frasco de colonia, amen de ingerir los orines de un aficionado del Betis que miccionó en el bote de agua que dejaba junto al palo, ha tenido que ver cómo su propio hijo difunde por Twitter fotos de su mujer desnuda. Cañete, Cañete...
Podríamos decir que Lasa, Ferrer y Abelardo tuvieron salidas dignas de este deporte. Luis Enrique, en cambio, se fue del Barça entre murmullos de desaprobación, exactamente igual a como lo había hecho del Real Madrid, aunque dejó bastante más gloria en la Ciudad Condal, todo hay que decirlo. Y aunque rechine, Amavisca también tuvo una buena vida deportiva, de ser nombrado mejor jugador de la liga española tras lanzar melones a Zamorano en la 94-95 valdanista, a ganar una Copa del Rey con el Dépor previo paso más que decente por el Racing.
SIN PENA NI GLORIA
Pero con Alfonso también se ensañaron las lesiones, aunque al menos le metió un gol a Yugoslavia con La Roja que nos hizo vibrar locamente a los aficionados. Todo lo contario que Manjarín, que en el mismísimo Wembley no hay escritor de la generación beat que pueda describir lo escatológico que fue lo que hizo con la oportunidad que tuvo solo ante el portero con varias decenas de metros por delante.
Y luego hay jugadores que pasaron sin pena ni gloria o con más gloria que pena, y viceversa. Como Pinilla, Miguel, Paqui o Billabona, que vive ahora en un pueblo de 14 habitantes del Pirineo, Hoz de Jaca, alejado del mundanal ruido. O Berges, que terminó en el Córdoba tras problemas judiciales con el Celta al que dedicó ocho años de su carrera, que se lo agradeció intentándoselo quitar de encima de mala manera cuando estaba viejo y lesionado.
No obstante, hay un jugador que sobresalió por encima de todos. Si bien es cierto que cuando se empezó a barajar el término ‘La maldición de la Quinta del Cobi', allá a principios de este siglo, cuando todos andaban en el declive de sus carreras o encadenando lesiones, él tuvo un pequeño escándalo de dopaje, esa vicisitud tan española. Sí, hablamos de Guardiola. Porque el caso es que Pep fue uno de los mejores jugadores de la historia, es el mejor entrenador del mundo, ha logrado con el Barça lo que nadie ha logrado jamás con nadie, se le considera estiloso, bien vestido, guapo y muy culto. Su mujer es sexy, sus hijos dulces. No cabe duda de qué es lo que sucedió en aquel vestuario olímpico de 1992. Guardiola hizo un pacto con el diablo. Pero a lo neocapitalista: vendió el alma de todos sus compañeros.
Sí sí, pero Pep está calvo, ahí está su maldición.
Cierto es lo de Butragueño en Sevilla, pero como una vez leí en LPD "España tiene el mérito de haber jugado tres mundiales sin portero". Añado además una frase de Gregorio Jesús Gil y Gi, que viene a cuento con lo de Solozáball: "Mi error fue tratar a los jugadores como personas".
"Una pitada en Sevilla a Zubizarreta, que fue Pichichi con 19 goles esa temporada " Me parece que en lugar de Zubizarreta, hay que poner un Butragueño que, efectivamente, fue pichichi con 19 chicharrazos. Ojo fuego.
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