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Pablo Noguera
"La inversión en arte no existe, es solo de inversión"

07/07/2012 MARIA COSTA

VALENCIA. Pablo Noguera (Valencia, 1974) se considera un hombre con mucha suerte. Hace unos años hizo caso a su sueño y se volcó de lleno en la pintura. Ha expuesto en galerías en París, Austria, Holanda, Alemania y Suiza con éxito. Ahora expone en el Aula de Cultura de la Fundación CajaMurcia de Valencia (Marqués de Sotelo, 4) su última obra, Idéal & Spleen, un mezcla de sus ideales y del estado de sus humores. Pablo es el pequeño de la familia Noguera, un apellido con raigambre cultural y económica en Valencia. Su padre, Álvaro Noguera, impulsó el museo L´Iber, que recoge una gran colección de más de un millón de soldaditos de plomo expuestos en la casa palacio Malferit, un inmueble señorial de finales del siglo XIV.

-Por cierto ¿siendo usted el artista de la familia por qué no le dio por proseguir la colección de soldaditos de plomo?
-Cada uno tiene su faceta y hereda de una manera distinta la marca familiar. Mi padre era un gran coleccionista y muy detallista. Lo quería tener todo, buscarlo, saber qué pieza faltaba... Aunque coleccionar soldaditos pudiera tener una objeción social equivocada, tanto mi padre como mi hermano, Alejandro, que es el que se encarga de la colección, han sabido darle el significado histórico que posee este museo. Lo bélico no es el objetivo de este millón de piezas, si no la historia que narran.

-Pero ¿le han dejado huella?
-Sí, de hecho en las piezas de mi nueva colección Idéal & Spleen aparecen diseminados entre los lienzos algunas figuras que se parecen a esos soldaditos que ayudaba a mi padre a fundir y soldar. Era lo que me gustaba. Era una faceta manual y creadora que llenaba mis horas. Prefería fundirlos más que pintarlos, sin embargo acabé pintando.

-Veo en su currículo que empezó Derecho y Bellas Artes, pero no los acabó, ¿por qué?
-Dejar Derecho fue debido a una crisis existencial. Cuando llegué a tercero me enganché con Derecho Procesal y Administrativo. Me indignaba ver que gente inocente se pasaba muchos años en la cárcel porque el sistema no daba de sí y tardaba en proporcionarles un juicio justo. Y todos formábamos parte, directa o indirectamente, de ese escenario. Se me cayó el mito.

-Sin embargo, hoy, visto lo visto, ¿cree que es posible no formar parte de ello?
-No. Estudié Derecho, como mi hermana, para hacer empresa. No me interesaba otro fin. La filosofía de mi padre, con la que coincidía, sugería que para llevar una empresa era más útil saber de leyes que de números. Éstos se podían aprender, pero las normativas y reglamentaciones era mejor saberlas de antemano. Ahora, me planteo acabar la carrera, pero por aquello de la titulitis. Sin embargo me considero poco académico.

-Le pasó lo mismo con Bellas Artes...
-Sí. Creo que las enseñanzas artísticas son un fraude. Es en la experiencia donde aprendes, no en la academia. La academia sólo te exige alcanzar una nota que depende de la valoración de otra persona. Y luego ves que no siempre los que sacaron mejores notas les va mejor en la vida.

-¿Y su vena artística de dónde procede?
-De mi padre. Pintaba expresionismo abstracto. Él hubiera sido pintor sino fuera porque su hermano requirió de él para llevar las empresas familiares. Aun así nunca dejó de pintar y de inculcarnos cada verano esta afición. Nos recomendaba que para pintar siempre estábamos a tiempo. Por eso empecé a trabajar con él por el día y a pintar por la noche, hasta que tres años después me di cuenta que no podía más.

-¿Qué le pasó?
-Que me moría de sueño. Por el día hacía balances, estudios de bolsa... y por la noche pintaba hasta las cinco de la madrugada. Hasta que un día me di cuenta de que los estudios en Bellas Artes sólo procuraban domar al adolescente, pero no aportaban nada a alguien con 30 años y cierta experiencia. Así que la sensación de perder el tiempo fue infinita. Al mismo tiempo un profesor me pidió que le ayudara en una exposición del IVAM. En seis meses aprendí más que en tres años de carrera.

-¿Le ayudó su apellido a la hora de realizar exposiciones?
-Nunca me ayudó. Al revés.

-¿Por qué?
-Porque o se supone que "eres el hijo de papá al que le ha dado la volada de pintar y ya se lo dejará", o "y a éste cómo le voy a pagar algo. Todo lo contrario, que nos pague él a nosotros". Me he encontrado con cosas duras.

-O sea, que para exponer le piden dinero...
-Eso, siempre. Hoy en día una gran parte de las galerías viven del artista, no de los clientes. Y los artistas, de sus padres o de su propia venta. El artista que no sea comercial, lo lleva mal y no puede vivir de su arte. Hay muchos que optan por tener una profesión sencilla, cartero, funcionario y no entran en ese juego. Me parece fantástico. Creo que en esta profesión hay que ser un poco esquizofrénico. Llegas al taller y eres tú, con tu mundo, en el que te encierras y creas. Sales del taller o entra alguien y tienes que ser otro.

-Conseguir exponer en Austria, Holanda, París, Alemania, Suiza... ¿es fácil?
-En mi caso, cuestión de suerte. Soy una persona con mucha suerte. No sé si me la merezco, pero me llueven las cosas. Empecé en Valencia en una galería. Como otros muchos llevé mi dossier, participé en ferias, me seleccionaron...

-¿Y destacó? ¿Son muchos en su gremio?
-A punta pala. Hay una epidemia de artistas en Valencia.

-¿Es posible vivir del arte?
-A ratos. Ahora en tiempos de crisis hay que tirar de fondos.

-¿Se ha planteado cambiar de profesión?
-No, pero sí hacer otras cosas. La mayoría de los artistas son pluriempleados e innovadores que organizan todo tipo de actividades para ganar dinero. En mi caso siempre estoy pensando, pero también es cierto que no he encontrado todavía la idea que me lance por completo a ello. Con Isabel, mi novia, que es diseñadora de interiores, tenemos proyectos en marcha que igual ponemos en marcha en un futuro próximo.

-Como 'Midas' de la suerte ¿cuál es su anécdota más destacable?
-Estar en Suiza, llegar con un amigo, éste te presenta a otro, le caes genial... y poco a poco se establece una relación fraternal profesional excelente, de modo que cuando viene a Valencia, éste es su taller, y cuando voy a Suiza el suyo es mi casa.

-¿Quién es su principal comprador?
-Los extranjeros. Me siento muy cómodo entre los coleccionistas alemanes porque poseen una cultura de la cultura de la que estamos a años luz. He presenciado momentos en ferias inauditos. Por ejemplo, es normal en Alemania que la gente que pasea viendo stands se pare en cada uno de ellos, los mire, pregunte, hable con el artista... seguramente no van a comprar, pero quieren saber. Aquí la gente no va a las galerías porque tiene miedo a entrar sabiendo que no van a comprar. Piensan que si entran sólo a mirar van a quedar mal y serán mal vistos.

-Esto es verdad.
-Sí, pero en los 80 no pasaba. La gente quedaba a tomar algo e irse a ver galerías, no a comprar. Ahora ocurre en Alemania, no en España.

-¿La crisis no nos ha hecho madurar?
-Se compra mucho más en arte, pero en consumados. Esto es, en lo que creo que me va a dar mucho más dinero cuando lo venda después. No se invierte en "este cuadro me gusta me da igual quien sea el artista". Algo que sí pasaba en los 80. La inversión no es en arte, es en inversión.

-¿Su cliente más original?
-Más que clientes me gusta llamarles coleccionistas. La más original fue una niña de 8 años cuyo padre le inculca el amor por el arte y las colecciones. Era un hombre que contaba con una pequeña colección de arte y quería que sus hijos empezaran a tener la suya. Les había dado a cada uno 150 euros para que empezaran su colección. La niña seleccionó una de mis obras. Ni dudé en rebajarle el precio.

-Me llama la atención que en su familia el arte lo velen los hombres y los números la única mujer.
-No es de todo cierto. Mi hermana también estudió Historia del Arte. Todos estamos metido en todo un poco. Ella se ha quedado en la empresa, pero en su tiempo libre también se interesa por el arte. Creo que en esto nuestros padres lo hicieron bien. Recuerdo miles de viajes todos juntos recorriendo cientos de museos.

-¿Recuerda alguna obra?
-No, pero me cuentan que con tres años iba por el Louvre diciendo una virgen, un San José, otra virgen, el niño... No recuerdo un primer cuadro, han estado todos ahí siempre.

-¿Sabe viajar sin ir a algún museo?
-No. Me caso en septiembre y estamos deseosos de irnos a Nueva York y a Chicago a recorrer museos. Tengo mono de volver al Moma de Nueva York, al Metropolitan... Me gusta la frase que dice: "Si el mundo es como un libro, quien no viaja se ha quedado en la primera página". Para mi, trabajo es absolutamente necesario. Y da igual ir a Nueva York, a la China o a Almusafes.

-¿Qué tiene Baudelaire para recordarlo en su obra?
-Nada. No me he inspirado en él. La primera fase de mi exposición es una serie de 2009 que muestra el ideal que había perseguido con la pintura. Un techo que consideraba insuperable. Era mi ideal de la pintura. La segunda parte muestra una evolución hacia la acuarela, la búsqueda del vacío, del blanco, del negro... lo que denomino Spleen. Una palabra griega que se refiere al bazo, a los buenos y malos humores. Representa más bien el estado de mis humores. Releyendo Las Flores del Mal veo que otro de los significados de Spleen es, en el sentido de Baudelaire, melancolía positiva.

-¿Un artista tiene que ser idealista, romántico y vivir en las nubes?
-No tiene porqué, pero coincide. La sociedad exige que los artistas asuman roles teatrales. La bohemia y estar en las nubes coincide con esos papeles impuestos. Es como decir que un empresario tiene que ser despiadado, tener mala leche y carecer de piedad ante los demás. Cuando no siempre los estereotipos coinciden.

-En su caso ¿cómo es el proceso de inspiración?
-Por la observación. Me fijo en todo lo que ven mis ojos y perciben mis sentidos. Constantemente estoy releyendo lo que veo y encontrando significados. Aunque a veces, solo tienes que dejarte llevar y vivir momentos zen.

-¿Cómo darle vueltas a su 'mala' o rosario budista?
-Sí. Me lo compré en China, pero empecé a utilizarlo por mis amigos griegos y turcos, que se pasan la vida haciendo cuentas. Te relaja. Fumaba y ya no fumo. No soy nervioso, pero siempre hay un punto de tensión. Me considero más un hiperactivo tranquilo que nervioso.

-¿De poder cambiar de profesión volvería al Derecho?
-No. Me inclinaría por algo creativo que requiera de mis habilidades con las manos y de mi inteligencia. No me veo el resto de mi vida frente a un teclado.

-¿En sus ratos libres sigue trabajando?
-Sigo observando y disfrutando de las plantas. Tengo un pequeño huerto urbano que funciona, me encantan los bonsáis, recoger las plantas que otros tiran en los contenedores y darles vida. Me gusta la fotografía, pasear por los montes con mi perra y participar en replantaciones. Me considero una persona política por lo que contribuyo participando en grupos sociales, como Mas Sociedad Civil, que se reúne para intentar recuperar ese papel que los políticos, o nos han quitado o nos hemos dejado quitar.

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