Imagen del film Prometheus, de Ridley Scott, que se estrena este verano
VALENCIA. Esta semana, un grupo de científicos del gobierno norteamericano corroboró ante la opinión pública que ni los zombis ni las sirenas existen. Al parecer, en el país de los telepredicadores y del creacionismo hubo que aclarar este extremo ante la duda suscitada por la emisión, en una cadena de televisión, de un falso documental en el que se mostraban supuestos indicios de la existencia de sirenas. Muchos se creyeron el bulo, bastantes décadas después de que Orson Welles hiciese creer también que no sólo existían los marcianos, sino que estaban invadiendo el país.
También esta misma semana, otro estudio de científicos estadounidenses concluía que el 59% de las personas meterían la mano en el retrete para rescatar el teléfono móvil caído en su interior. El estudio aún era más detallado al cifrar en un 29% el índice de encuestados a los que se les había precipitado en alguna ocasión el móvil escaleras abajo.
Estas dos noticias, por increíble que nos parezca, han aparecido estos días en medios de comunicación serios. Vamos, que no es que hayan sido portada en La Gaceta, La Razón o Libertad Digital. No, medios de estos de verdad, de los que contrastan las noticias y a los que se les supone un cierto sentido crítico con el poder. Con una crisis galopante y en unos días en los que se ha imputado a decenas de antiguos responsables políticos y empresariales por estafa bancaria, pues va y resulta que algunos medios han encontrado espacio para publicar estas chorradas que, encima, dan una imagen muy folklórica y poco realista de la labor científica.
Dicho de otro modo, el sacrificado colaborador de estos medios (que cobra no un sueldo, sino por pieza publicada) seguirá recibiendo la negativa por parte de los editores a publicar las noticias importantes de cada municipio, siempre "por falta de espacio". Pero, eso sí, lo primero es lo primero y hay que entretener y estupidizar con noticias verbeneras a los lectores. O, dicho aún de otro modo, ha empezado la temporada veraniega de los medios de comunicación, donde se cuelan noticias livianas mientras los redactores están de vacaciones, proyectando esa visión clasista del empresariado español: los becarios sólo sirven para hacer fotocopias y cafés, y mejor que no piensen ni hagan noticias serias, que se entretengan redactando teletipos con idioteces como éstas.
La temporada veraniega, ya se sabe, no sólo rebaja el nivel de neuronas en los medios de comunicación, sino también en el cine, que es otro medio más al fin y al cabo. Y así como todos asumimos que comprar un periódico en verano es como ir a un kiosco a por un tebeo, también tenemos muy claro que al cine se va a disfrutar del aire acondicionado y a ver algo que no nos haga pensar demasiado, que las películas de Bergman están muy bien para el otoño, pero que en verano queremos peliculitas ligeras e inofensivas.
Pues bien, quienes disfruten de la ciudad este verano no se van a sentir defraudados en absoluto. Porque tenemos previsto de todo para este verano, es decir, de todo a lo que nos ha acostumbrado el cine comercial en los últimos años. Pero como también crecen flores en los pantanos, podemos señalar algunos estrenos que valdrán la pena.
En primer lugar, películas de superhéroes. La industria del cine entendió hace tiempo lo que vio la industria del cómic con anterioridad: que los superhéroes no envejecen, pero el público, sí. Por eso, como los superhéroes tradicionales son siempre rentables, lo que hay que hacer es volver a presentarlos una y otra vez, para que el público juvenil sienta que los descubre como novedad. Los cómics sacan nuevas sagas, "ultimates" y demás, para volver sobre lo ya sabido con algunos enfoques más o menos nuevos. En el cine pasa lo mismo, y lo tenemos desde ya para este verano. Primero, con el estreno de The Amazing Spiderman, y, ya más avanzado julio, con un nuevo batman, titulado El caballero oscuro: la leyenda renace.
En el caso de Spiderman, volvemos a la historia que viene cautivando a los jóvenes desde los años 60. Porque fue entonces cuando Stan Lee y Steven Ditko decidieron renovar las características de los superhéroes. Si en los años 30 había surgido el modelo de norteamericano medio, trabajador y gris, como metáfora de un país compuesto de gente honrada que tenía que sacar adelante una sociedad en crisis (eso representaba la mediocridad de un Clark Kent que se transformaba en Superman, el espíritu de un mundo nuevo), en los años 60 el ciudadano medio era el chavalillo pringadete que no se comía un rosco en el colegio ni en la universidad. Ése era Peter Parker, que por pura chiripa se convertía en el hombre araña. Con Batman, se daba una realización diferente: el tío forrado de pasta que se convertía en benefactor gracias a que no tenía poderes sobrenaturales, se los curraba él mismo a base de talonario y horas en el gimnasio. Pero no era un Cristiano Ronaldo cualquiera, ya que Bruce Wayne era simpático y desprendido.
En segundo lugar, tenemos las sagas y secuelas. Esto es un éxito asegurado siempre y una marca made in Hollywood cuando la meca del cine concibe la industria como un mecanismo para la máxima rentabilidad: obtener el mayor beneficio con el mínimo esfuerzo intelectual. Atención aquí a tres hitos. El primero es Prometheus (3 de agosto), el gran estreno del verano, la nueva película de ciencia ficción de Ridley Scott. El segundo es El legado de Bourne (17 de agosto), el agente que tiene más problemas de amnesia que Mariano Rajoy con sus compromisos electorales. Y hace igual que nuestro presidente: el título promete (por referencia obvia) la presencia de Matt Damon en el reparto, pero sin embargo la realidad es otra, y en esta película no estará la estrella. La saga Bourne también aplica recortes después de años viviendo por encima de sus posibilidades.
Pero quien no defrauda es Sylvester Stallone, que el 24 de agosto estrena Los mercenarios 2, con un elenco de actores en el que vemos lo más granado del cine de arte y ensayo: Chuck Norris, Jet Li, Jason Statham, Jean-Claude Van Damme, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger y el propio Stallone, una serie de nombres que parece salido de la escena teatral neoyorquina de Lee Strasberg. Auguramos un esfuerzo interpretativo que redefinirá y actualizará las lecturas contemporáneas de autores como William Shakespeare y Tennessee Williams.
Para terminar, nos guardamos un último apartado de extravagancias. La primera será El dictador (13 de julio), el último delirio de Sacha Baron Cohen, que, después de Borat y Bruno, se mete con las dictaduras tercermundistas para denunciar las políticas de intereses occidentales. El verano terminará recordando la canción del Dúo Dinámico y con el estreno de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, que sigue esa moda literaria de presentar personajes históricos y de ficción en entornos vampíricos y de zombis. Había ya algún ejemplo digno, como la película canadiense Jesucristo cazavampiros, una producción de 2001 en la que Nuestro Señor se liaba a estacazo limpio con un ejército de vampiresas lesbianas.
La película se llegó a estrenar en los cines Lys de Valencia, en una edición de la Mostra. Con los programadores culturales que tiene nuestra ciudad, uno se pregunta si no estarán equivocados esos científicos norteamericanos que niegan la existencia de zombis, sirenas y otros seres fantásticos. Que se paseen unos días por nuestra ciudad, en verano o en cualquier otra estación. Qué sabrán ellos...
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