VALENCIA. El sentimiento de “amor de perdiçao”, asociado a las pasiones irresistibles que despiertan ciertos comportamientos, tiene su referencia en una novela romántica de ese título escrita en 1862 por Camilo Castelo Branco y llevada al cine entre otros por Manoel de Oliveira ya en la segunda mitad del siglo XX. Suelo utilizar la frase –en portugués, claro, porque me gusta su musicalidad– para expresar la admiración ante dos Festivales que hablan ese bello idioma, el denominado Terras sem sombra en el Bajo Alentejo del país vecino y el Amazonas de Manaus en el norte de Brasil.
El Festival Terras sem sombra se celebra en primavera, durante media docena de fines de semana, y combina con gran originalidad Música, Patrimonio y Biodiversidad. Los conciertos son gratuitos y tienen lugar en edificios históricos, fundamentalmente iglesias, alternando obras musicales antiguas y modernas. En el último al que he asistido la “vila morena” de Grândola hizo honor a su condición de “terra da fraternidade”, asociando músicas de Gesualdo, Palestrina, Part, Rihm y Sciarrino, éste último con un éxito sorprendente tanto en la iglesia de la Assunçao como en un espacio campestre de las Barradas da Serra, donde se rindió un gran homenaje al “sobreiro”, o alcornoque, uno de los símbolos nacionales de la naturaleza mediterránea portuguesa. El grupo coral italiano Odhecaton, cuyos discos distribuye Diverdi, estuvo francamente soberbio. El ambiente que reinó fue de una gran armonía y convivencia, asistiendo con sus hijos y sin ningún protocolo la mismísima ministra de Agricultura. Las próximas citas son el 9 de junio en Beja con música de Schoenberg al lado de Guzman el bueno de Tomás de Iriarte, y el 23 en Castro Verde con el oratorio Betulia liberata de Gaetano Pugnani, con Donato Renzetti dirigiendo y un puñado de españoles en el reparto vocal, desde Carmen Romeu a Marifé Nogales o Mikeldi Atxalandabaso. En ambas ocasiones hay entrañables actos reivindicativos de la flora y fauna locales al día siguiente de los conciertos. Cada vez es mayor el número de españoles que se desplazan desde Extremadura, Andalucía o Madrid a este Festival dirigido con maestría por el catedrático José Antonio Falcao y asesorado por Paolo Pinamonti.
Lo del Festival Amazonas de Manaus es otra historia, heredada de la construcción de un teatro de leyenda en plena floresta gracias a la época dorada de la explotación del caucho a finales del XIX, y puesta al día con una especial habilidad por el director musical Luiz Fernando Malheiro, en un cóctel explosivo de atención a nuevos públicos, lucha a favor de la justicia igualitaria en la formación de los cuerpos estables y compromiso con los valores sociales al lado de los artísticos. No se ha olvidado en ningún momento a compositores brasileños como Carlos Gomes o Villalobos, pero en general la tradición europea es lo que más ha pesado en la programación. La edición de este año, que hace ya la número 16 de los tiempos actuales, se ha inaugurado con Lulu, de Alban Berg, en una puesta en escena de Gustavo Tambascio, gran director de actores, que ha sabido crear una atmósfera complementaria de tragedia de animales, en la línea de los textos originales de Franz Wedekind, con un espíritu adicional sutilmente carnavalesco para acompañar las pasiones individuales de los personajes. Se alternaba este título con I Puritani, de Bellini, con un reparto totalmente brasileño, y con La flauta mágica, de Mozart, en una coproducción con la Compañía de ópera de Filadelfia. El remate final ha sido una representación popular al aire libre de ésta última para más de 10.000 personas después de las habituales funciones en el teatro. El éxito de todos los espectáculos ha resultado impresionante y ello es debido en gran parte a la política de precios y a la existencia mayoritaria de un público joven, curioso y desprejuiciado, que tiene a la ópera entre sus espectáculos predilectos, tal y como se publica en las encuestas sociológicas. Fíjense cómo será la atmósfera ambiental que en los billetes de entrada se puede leer: “Nao é permitida a entrada trajando bermuda, camiseta ou chinelo”, un maravilloso toque de realismo mágico.
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