VALENCIA. Lunes, 28 de mayo. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, comparece ante los medios de comunicación para dar una rueda de prensa. Seis meses después de ganar los comicios, el presidente ha incumplido el grueso de sus promesas electorales para ni siquiera poder cumplir tampoco los objetivos propuestos: ni ha cesado el acoso de los mercados sobre España ni se ha generado confianza ni se ha reforzado el sistema bancario. Ah, se nos olvidaba, tampoco ha disminuido el paro, pero eso ya es un detallito menor sin importancia.
El caso es que todo este reguero de despropósitos ha ido acompañado de un silencio total por parte de Rajoy. Era tan firme su intención de no explicar nada, que para la posteridad quedarán esas imágenes del presidente huyendo por la puerta trasera del senado cuando se encontró con periodistas esperando unas palabras suyas que bastarían para sanarnos. Así, los periodistas empezaron a quejarse aún más de que no hubiera ni una rueda de prensa, de que Rajoy no diera explicaciones, de que no pudieran preguntarle y de que las pocas comparecencias llevadas a cabo habían sido sin preguntas de los periodistas. Qué vergüenza, el presidente no deja que hagamos nuestro trabajo. Ése era el lamento de la profesión.
Y llegó Rajoy y dio una rueda de prensa por sorpresa. Y dijo que aceptaría preguntas. ¿Y qué pasó? Uno pensaría que los periodistas se lo iban a comer vivo, que tendrían acumuladas un montón de preguntas incisivas, que no dejarían que Rajoy dijera una banalidad sin preguntarle y repreguntarle por lo que había querido decir, para que concretase más, que no se fuese por las ramas y que no lo redujese todo a clichés del estilo "generaremos confianza" ni chorradas así. Uno pensaría que los periodistas se habían quejado con razón, porque es un gremio crítico, que fiscaliza al poder y que se cuestiona sin parar los discursos gubernamentales.
Pero no. Llegó Rajoy y los titulares inmediatos fueron dos: "El presidente garantiza que no habrá rescate" y "El presidente descarta una comisión de investigación sobre Bankia". Dos titulares que ocultan otros dos que serían más certeros: "El Gobierno trabaja en un nuevo eufemismo para vender el rescate a los españoles como si no fuera un rescate" y "El gobierno confirma que esto no ha acabado y va a ir a más". Pero hacer lecturas avanzadas es pedirle mucho a la profesión periodística en España que parece más preocupada por mantener las subvenciones públicas en los medios y no incomodar al presidente.
Al final, por mucho que digan lo contrario, a la mayoría de los medios le interesa este modelo de comparecencias mascaditas y sin preguntas, y si puede ser con una nota de prensa enviada a la redacción, pues miel sobre hojuelas, que así es más fácil fusilar los teletipos. Hacer comparecencias con preguntas implica tener a un periodista que acuda al acto, recoja lo que se dice y, encima, piense en qué preguntas puede hacer. Un periódico serio de los de toda la vida no puede permitirse eso. Vamos, toda la mañana perdida para hacer una noticia cuando lo que mola es que el periodista esté encerradito en la redacción, fusile diez teletipos, haga dos reportajes y edite, ya de paso, unos cortes de voz para la radio del grupo. Mal que nos pese a todos, toda la profesión está a merced de la clase política, que mueve los hilos y controla que no haya ningún medio díscolo que se salga de la línea marcada.
Si quieren ver cómo funciona el sistema, basta con ir al cine a ver una película que se acaba de estrenar, Men in Black 3. Se trata del broche dorado de una saga que tuvo mucho éxito cuando arrancó a finales de los años 90. La historia es de sobras conocida: los 'hombres de negro' son una agencia del gobierno norteamericano que se dedica a controlar la comunidad alienígena que puebla nuestro planeta y que permanece camuflada bajo disfraces humanos. Los extraterrestres son pacíficos, hacen todo lo que les pide el gobierno. Y, a cambio, el gobierno les deja vivir en paz, les permite que tengan un negocio, que se socialicen como si fueran normales y que sus vidas transcurran con tranquilidad, sin sobresalir por encima del resto.
Eso sí, cuando un alienígena se pasa de la raya, levanta la voz o monta algún follón, ahí están los agentes del gobierno para disuadirles. Y las amenazas disuasorias siempre son en plan: "Ojito, que cerramos tu negocio" u "cuidadín, que ya no te vamos a proteger". El alienígena vive así siempre acojonado y haciendo genuflexiones a los agentes de la autoridad.
En esta tercera parte, la situación en la Tierra está totalmente controlada, los "hombres de negro" lo tienen todo en orden. Como aquí toda la disidencia está resuelta, el problema viene de la Luna. Allí hay una cárcel de máxima seguridad de la que se escapa un extraterrestre peligrosísimo que vuela a nuestro planeta para matar a uno de los hombres de negro que lo metió en el trullo.
Este alienígena es de los más peligrosos que existen. Es un resentido. Está dolido porque el gobierno se lo quitó todo cuando él lo único que quería era liderar una invasión extraterrestre, es decir, poblar la Tierra de mentes pensantes que cuestionasen el status quo. Como hay tanta uniformidad de pensamiento, su acción se penó de la manera más dura, confinándole a un presidio fuera de este mundo.
Eso es lo que pasa con los periodistas resentidos estilo Pedro J. Ramírez. Que el gobierno de turno no le trata como él se merece, es decir, dándole más y más poder y sometiéndose a tus dictados, y el tío acaba rebelándose y montándote campañas sin cesar, reportajes de periodismo de investigación, conspiranoias, pruebas falsas, exclusivas pagadas y noticias inventadas. Él no necesita preguntas en las ruedas de prensa porque él es quien le redacta al presidente las preguntas y las respuestas.
Por eso, cuando Pedro Jota entrevistó a Rajoy y éste tuvo que atender una pregunta de una espontánea, fue a leer la respuesta que le había pasado Pedro Jota. Y claro, como él es un periodista que escribe rápido y que seguro que tiene una caligrafía peor que la de un médico, pues Rajoy, que no es farmacéutico para entender esas letras, se aturulló y dijo aquello de "me ha pasado una cosa verdaderamente notable, lo tenía aquí escrito pero no entiendo mi propia letra".
¿Qué queremos decir? ¿Que Pedro Jota es un extraterrestre? ¿Que nuestros periodistas lo son? No, por Dios, jamás cometeríamos tal osadía. Sólo que vivimos en una sociedad idéntica a la que se describe en Men in Black 3. O como la de Blade Runner, donde la ocupación principal del gobierno era al del control de la disidencia. O la de Están vivos, aquella película de John Carpenter donde los extraterrestres eran los miembros del partido republicano en Estados Unidos. O de tantas y tantas películas de ciencia ficción que describen lo que nos está pasando, es decir, que estamos yendo directos a una sociedad en la que todo está totalmente planificado y uniformado, en la que no se permite ningún espacio para pensar en modelos alternativos.
Porque si la gente se reúne siquiera para pensar, pues se les desaloja a palos de la Puerta del Sol, de la puerta del Luis Vives o se dejan sin utilizar las salas de prensa, ese invento tan demodé, tan propio de sociedades pasadas en las que la democracia consistía en el intercambio de ideas y en los debates políticos. Mientras, que siga el escándalo de Bankia sin buscar responsabilidades o que se niegue o que el gobierno siga mintiendo. Y que nos quedemos los demás callados y asintiendo, sin preguntas o con respuestas falaces. Eso sí que nos convierte en extraterrestres.
Ficha técnica
Hombres de negro III (Men in Black III, 2012). Estados Unidos, 103'
Director: Barry Sonnenfeld
Actores: Will Smith, Tommy Lee Jones, Josh Brolin, Jemaine Clement
Sinopsis: Los "hombres de negro" tienen que enfrentarse a Boris el Animal, un peligroso extraterrestre fugado de la cárcel. Para ello, tendrán que viajar en el tiempo hasta los años 60, ya que Boris planea asesinar al agente K antes de que éste le detuviera y le enviara a presidio.
Otras películas de Barry Sonnenfeld: La familia Addams, Cómo conquistar Hollywood, Hombres de negro, Wild Wild West, Hombres de negro II,
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