MADRID. Cuando la revista Lecturas publicó en exclusiva que Iker Casillas y Sara Carbonero se casarían en junio, el guardameta del Real Madrid se comió un gol de falta de Cazorla por su palo. La semana siguiente, Lecturas volvió a la carga con más material exclusivo y publicó que el precio del cubierto sería de 114 euros, una cantidad acorde a los tiempos de crisis pero impropia de gente maravillosa que triunfa en la vida. Esa misma noche, Casillas se comió un disparo de falta de Senna en el último minuto... por su palo.
Esos dos errores puntuales del portero, no exentos de la colaboración de una barrera que en Villarreal parecía el pogo de un concierto de Skaparapid, se quedarán grabados en la retina de quien esto escribe. Da igual el empate en casa contra el Valencia, da igual lo que pase contra el Barcelona. La liga se ha tirado a la basura en esos lances.
Cuando se recuerda la emblemática liga que el Madrid se dejó en Tenerife, se recuerda mal. Aquella liga se fue por el retrete en el Carlos Tartiere. Fue un gol extraordinario del también extraordinario Marius Lacatus. El delantero transilvano anotó un chicharro que fue descrito por el presidente blanco, Ramón Mendoza, de forma muy poética: "Un gol estúpido y en una jugada imbécil".
Aquel partido tuvo todos los ingredientes característicos del Madrid de los noventa. Un equipo que salía a jugarse la liga con una abulia y un desinterés que parecía que llevaba tres jornadas descendido. Y todo esto con don Emilio Butragueño fallando su ocasión solo delante del portero. Por eso, cuando salió Lacatus a cinco minutos del final, no es de extrañar que su compatriota Gica Hagi, en un acto de justicia, echara a correr hacia la portería de Buyo, interceptara un balón y se lo bajara franco en una pared perfecta a su amigo. El remate, en agradecimiento, fue bellísimo. Y que pasara por entre las piernas de Mikel Lasa en un túnel perfecto, la cortesía legendaria del segundo Madrid de Leo Beenhakker.
BOMBEROS TOREROS
Ahí se fue el campeonato. Si bien es cierto que nadie esperaba que se fuera de un modo tan doloroso. En la nefasta cita en el Heliodoro, cuando Butragueño falló solo delante del portero lo hizo anotando un ensayo que bien hubiera valido el Cinco Naciones. A eso sólo podía le podía suceder con éxito un autogol de Rocha y, para terminar en alto, la inolvidable cesión de Sanchís a Buyo desde cuarenta metros, el cancerbero salva el córner y cede a los pies de Pier Luigi Cherubino Loggi que dio definitivamente el título a los culés a puerta vacía. Ni el bombero torero daba un espectáculo semejante.
El año siguiente también tuvo guasa. Se visitó el Tartiere por las mismas fechas, con el Barça pisando los talones, y se les metió un cero a cuatro en venganza. Ojo por ojo. Pero la semana siguiente había que golear al Rayo. Así se lo hicieron saber a su entrenador, Camacho, un exmadridista como Valdano, en las entrevistas de esa semana que todas empezaron preguntando qué tal le iba a sentar la goleada.
Y lo que ocurrió fue lo de siempre. Abulia, desorden, Butragueño tiró a la basura un pase perfecto de Prosinecki. Nando dejó el lateral descubierto, para hacer una presión, Riesco pudo chutar, la pelota dio en Sanchís y gol. Zamorano salvó los muebles empatando después pero José Miguel González Martín del Campo, 'Michel', falló un penalti. El equipo tuvo luego un buen comportamiento hasta volver al infierno de Tenerife, donde sólo en el viaje de avión los jugadores ya tenían crisis de ansiedad, hasta ganó al Atlético, pero el desastre había sido ya ante el Rayo y en casa. Nadie recuerda eso.
Yo, si me perdiera de noche cerrada en un bosque, temería caerme en el agujero que dejó Nando en esa banda aquella tarde... Y además, se volvió a lesionar Prosinecki para lo que quedaba de temporada por golpear un balón en semifallo. A su estilo.
EL TROMPAZO GALÁCTICO
Con todo, el mejor trompazo se lo dio el Madrid de los galácticos. Aquello, como todos recordarán, era lo mejor del mundo sin discusión, pero bastó una chinita en la vía para que el AVE descarrilara. Todo comenzó con una ligera tosecita de Beckham, que le dolía la garganta. Sus síntomas también los presentaron otros dos jugadores insignes, y mejores y más decisivos que el inglés, Zidane y Ronaldo. Sin embargo, el viernes, entrenaron. Luego viaje a Santander, el brasileño salta entre dos defensas y cae al suelo agarrándose la pierna. Rotura muscular. El doctor Del Corral tuvo que reconocerlo: "Las infecciones víricas favorecen este tipo de lesiones". Desde ese día, los blancos tiraron la liga y, de camino, la Copa del Rey ante el Zaragoza. Y la Champions. Fue como París, una fiesta.
Pero estas cosas no son exclusivas del Madrid. La liga que Capello le ganó al Barcelona in extremis en 2007, aquella que se recordará por los goles de Reyes al Mallorca en la última jornada, se dice que fue un campeonato que se decidió en aquel minuto mágico en el que marcó Tamudo en el Nou Camp a la vez que Van Nistelrooy en La Romareda. Pero es mentira. Aquella liga la tiró el Barcelona a la basura en su casa y contra el Betis. "Es para darte golpes en la cabeza", dijo Rikjaard, el entrenador blaugrana, cuando tuvo que explicar el empate en el último minuto de Solbis para los sevillanos.
La jugada es inolvidable. Assunçao sacó una falta y, quien debía cubrirla, Samuel Etoo, caminaba despacio, sin prisa, de espaldas. Se diría que le estaba brindando una tanda de naturales al respetable de no ser porque desangrar a un animal hasta la muerte ya no se considera espectáculo en Cataluña. Fueron muchas las carambolas, sobre todo en forma de remontada, que hicieron al Madrid campeón aquel año, pero esa tarde soleada de primavera, con Etoo en el planeta Vulcano, el Barça tiró el liderato y, con él, la Liga.
Y cómo describir lo que sucedió en A Coruña cuando Bebeto se negó a tirar el penalti que valía una Liga. Haría falta un ejercicio de literatura. Además. ¿Por qué Djukic, un serbio, lanzó el penalti resoplando, si se le presumía una sangre fría, de hielo?
"GRACIAS POR EL GOL"
La historia del fútbol se escribe con grandes equipos, como el Barcelona actual, con tíos que se hinchan a meter goles temporada tras temporada, como Cristiano Ronaldo, pero son esos pequeños lances, esos pertinaces despistes, esos detalles tontos los que verdaderamente deciden los campeonatos. Por eso el Madrid afronta este choque contra el FC Barcelona con ese aspecto que suele describirse como "verde y con asas". ¿Todo por dos exclusivas del Lecturas?
Estos detallitos hay quien no los perdona. La selección colombiana que fue a Estados Unidos 94, entrenada por un dentista, Pacho Maturana, tenía pinta de llevarse algo gordo. Tenían a Asprilla y Rincón, dos cracks del momento. Sin embargo, Rumanía les pintó la cara el primer día y, el segundo, les venció Estados Unidos. En ese encuentro el defensa central Andrés Escobar, de 27 años, se metió un tanto en propia puerta. Un poco a lo Ricardo Rocha. Al volver a su país, un individuo le descerrajó cinco disparos a quemarropa. "Gracias por el gol", fue lo último que escuchó el colombiano.
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