VALENCIA. Con ella llegó el escándalo. En una nota en su propia página web, la joven violinista Patricia Kopatchinskaja explicaba documentalmente su heterodoxo enfoque de la Sonata “a Kreutzer” de Beethoven porque la estrenó un violinista mulato de origen anglopolaco, y defendía la preparación del piano con cucharas y ceniceros entre las cuerdas a la hora de tocar el Blues de la Sonata para violín de Ravel. Sus enfoques no dejan indiferente a nadie, pero su arte tampoco, porque tanto cuando toca de modo ortodoxo como cuando desata su libertad interpretativa, el público queda tan interesado como satisfecho.
Estuvo recientemente en Madrid, interpretando con su violín al personaje de la Verdad, en el estreno de la obra Luz sobre lienzo de Mauricio Sotelo, donde su sonido interactuaba con electrónica, una bailaora y percusión flamenca, y anteriormente visitó nuestro país tanto interpretando el Primer Concierto de Bartók como acompañando a otro joven talento, el pianista turco Fazil Say, con quien colabora con frecuencia.
Este mes de abril visitará dos ciudades asturianas, Gijón (día 12) y Oviedo (día 13), interpretando la Serenata de Bernstein en un programa que se completará con la Chacona sinfónica de Goldsmith y la Cuarta Sinfonía de Schubert, servido todo por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias bajo la dirección de Rossen Gergov. Seguro que llamará la atención del público astur, como ya lo viene haciendo con cada disco que lanza. Entre los más recientes figuran dos junto a Fazil Say, la integral para violín y orquesta de Beethoven, dirigida nada menos que por Herreweghe, y un disco de carácter más étnico, titulado Rapsodia, en el que participan unos músicos muy especiales: sus propios padres.
La expectación será máxima en las dos actuaciones de esta artista moldava a la que la revista alemana Der Spiegel llamó “la Janis Joplin de la música clásica”.
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