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opinión

La devaluación interna de España

VICENTE CARBONA. 03/04/2012 "La inversión extranjera se reduce, la fuga de capitales se incrementa, la deuda se intensifica, la confianza se desploma, el paro sube, la gente se desespera y el Gobierno sigue favoreciendo a los suyos amnistiando a delincuentes y proponiendo leyes de transparencia infumables..."

VALENCIA. Las medidas que la Eurozona y el FMI recomendaron para Grecia con el segundo paquete de rescate parecen representar el penúltimo aviso de un desastre en lista de espera. Se basan en varios objetivos, entre ellos, asegurar la estabilidad financiera y fiscal, y mejorar la competitividad y el crecimiento. Todo esto suena bien, y cuesta ciento treinta mil millones en total, con un corte de pelo para los inversores del 74%. Pero el programa implica una medida crucial: la devaluación interna.

Para poder aprovechar esta restructuración de su deuda (es decir: evitar la bancarrota inmediata), Grecia ahora necesita reducir el déficit fiscal de manera extraordinaria (del 10% a menos del 3%). Esto significa tener que implementar severos recortes presupuestarios: la famosa "austeridad". El resultado de estos recortes naturalmente conducirá a una reducción en la demanda interna (menos griegos comprando productos griegos). Para compensar, y seguir a flote, Grecia necesitará reducir el déficit (del 10% de su PIB) en su cuenta corriente, y esto solo lo puede lograr aumentando la demanda externa, exportando más. Actualmente Grecia solo exporta un 14% de lo que produce.

Y aquí está el truco: para exportar más, necesitará mejorar su competitividad al menos un 20%. Y para lograrlo, al no poder devaluar su moneda, deberá devaluar su economía interna reduciendo salarios y precios, y aumentando su productividad. Durante muchos años, desde su entrada en el Euro, los costes laborales, los salarios y los precios (como en muchas otras naciones europeas, incluyendo España) han ido aumentando desproporcionadamente en comparación con su productividad real. Esto sin hablar de la corrupción y la economía sumergida. Ahora tocan recortes, austeridad, y sacrificio. Mucho sacrificio.

La devaluación interna del 20% para Grecia representa un duro golpe, y también una estrategia dudosa. Hasta el FMI reconoce que la estrategia de aumentar la competividad (y la productividad) por la vía de la devaluación interna no ha logrado resultados positivos históricamente hablando. Si tras haber devaluado su economía interna un 20% Grecia no consigue mejorar su productividad y competividad, no atraerá inversión, no habrá demanda para sus productos, ni interna ni externa, y consecuentemente tampoco podrá reducir su déficit, crear empleo, o entrar en crecimiento. Se quedará estancada, devaluada, y sin opciones viables. Esta es la dura realidad.

EL CASO ESPAÑOL

El déficit fiscal en España ahora es bastante similar al de Grecia. La economía se sigue contrayendo, el desempleo sigue creciendo, el Gobierno sigue gastando interesadamente mientras ingresa cada vez menos, y la realidad aquí apunta hacia recortes inmediatos de al menos 55.000 millones (el doble de lo propuesto por el Gobierno en el presupuesto de 2012) para reducir el déficit fiscal al 5.3% este año (acordado el 12 de marzo con la Comisión Europea), y al 3.3% en 2013.

Esto ya representa el mayor ajuste de cualquier país de la eurozona, y el mayor ajuste español en democracia. No obstante, estos recortes también reducirán el crecimiento económico en España por al menos un 2%, de entrada, y sin crecimiento... vamos hacia una devaluación interna bastante superior al 14% que el Gobierno asume.

De hecho, estamos en ella, aunque nadie hable de ello abiertamente, sino de "reforma laboral" y "ajustes presupuestarios", que no son sino rebajas (o frenos, de momento) salariales en los sectores público y privado, deflación y ajustes de precios, más impuestos, más recortes en servicios y en derechos laborales. España no es Grecia, como se sigue diciendo repetidamente, y es verdad: España es mucho más importante en términos socioeconómicos para el futuro de Europa.

Los ciudadanos tienen el derecho de manifestarse y exigir responsabilidades. Es realmente triste ver que estamos encaminados a perder muchos de los avances sociales por los que hemos trabajado durante tantos años, y a sentir en carne propia cómo nuestros hijos pierden opciones de futuro. El "Estado del Bienestar" se desmorona definitivamente. Es un ejemplo clásico de "demasiado poco, demasiado tarde".

Un Estado del Bienestar solo es viable si existe buena gobernanza, y en España, como en la Comunidad Valenciana, ésta ha brillado por su ausencia. La gente lo sabe, no es ningún misterio. El 78% de encuestados españoles opina que los políticos nacionales (68% a nivel regional; 67% a nivel municipal) abusan de su posición de poder para obtener lucro personal (Eurobarómetro, 2012). En España, el 88% en total piensa que la corrupción es un problema nacional grave (comparado con el 98% en Grecia y el 19% en Dinamarca). Además, la economía negra representa un 25% del total del PIB.

A estas alturas, para evitar el colapso total y no tener que pedir un rescate como Grecia (que va camino del tercero, como ya ha avisado el primer ministro Lucas Papademos), España no tiene más remedio que anticiparse a lo inevitable y seguir un programa muy parecido al prescrito por el FMI para Grecia: asumir una austeridad brutal y aumentar la productividad y la competitividad. Pero es casi imposible aumentar la productividad y la competitividad solo con austeridad presupuestaria en un Estado (o una Autonomía) seriamente afectado por tramas de corrupción institucionalizada y una insoportable economía sumergida.

La inversión extranjera se reduce, la fuga de capitales y de talento se incrementa, la deuda se intensifica, la confianza se desploma, el paro sube, la gente se desespera, y el Gobierno sigue favoreciendo a los suyos, tapando agujeros (no todos suyos) con humo y demagogia, amnistiando a delincuentes y proponiendo leyes de transparencia infumables. La devaluación interna nos va a pillar a todos sin confesar, porque lo que sucede en España es inconfesable.

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