MADRID. Conversación hace quince días entre dos diputados socialistas. Uno es joven, entró en el Congreso en la pasada legislatura. El otro lleva ahí desde los ochenta.
- ¿Qué te parece este libro que ha salido ‘El hundimiento socialista'?
- ¡No pienso ni acercarme a él!
- ¿Por qué? ¿Falsedades? Si te cita continuamente...
- No, no... es para no deprimirme.
Es algo muy comprensible. Cualquiera que hubiera dedicado su vida a una organización partiéndose la cara con propios y extraños no le gustaría al final, con su carrera casi amortizada, encontrarse con trescientas páginas explicando sin adornos la evolución de un partido progresista que ha perdió el voto urbano, ha acabado siendo básicamente de implantación rural y, en la últimas legislaturas que ha ostentado el gobierno de la nación, ha parecido, en demasiados aspectos, poco menos que una broma.
El autor, José García Abad, es el presidente del semanario El Siglo. Una credencial importante hoy en día a la luz de la actualidad. Esta revista política relató a principios de la pasada década los presuntos desmanes de Iñaki Urdangarín sin que ningún otro medio, de los que ahora llevan el tema en sus portadas cada día, hiciera la más mínima mención. Caso contrario de las onomásticas y vacaciones del yerno.
Por otro lado, el periodista nutre sus páginas con las opiniones de los propios socialistas, con bastantes citas, por cierto, a aquel libro de María Antonia Iglesias, ‘La memoria recuperada', con testimonios de... los propios socialistas. Se podría decir que todo queda en casa.
La historia comienza con un partido desmantelado durante el franquismo. A la famosa broma que hacía Tamames de que el PSOE tenía ‘cien años de honradez' con cuarenta años de vacaciones, el autor contrapone ciertos hechos: Franco se ensañó especialmente con los socialistas, les encarceló y ejecutó en mayor número que a los comunistas. Hasta el punto de que, según comenta un preso político de los estertores del régimen a ValenciaPlaza.com: "En aquellos tiempos ver un socialista en la cárcel era como encontrarte en la galería con un faisán dorado de plumas preciosas".
Sin embargo, Felipe González y otros jóvenes vinculados a los incipientes movimientos socialistas del momento, vieron la necesidad de hacerse con las siglas clásicas, las del PSOE, con no pocos problemas con la vieja guardia, como los del congreso de refundación de Suresnes. Pero fue una época que tampoco resultó especialmente dura, porque, entre otras cosas, el Gobierno dio orden de no detener a Felipe González. Hasta el punto de que tuvo que pedir por favor que le encarcelasen en el aniversario de la muerte de Pablo Iglesias, cuando los ‘grises' en un acto clandestino se llevaron a todos sus compañeros menos a él por orden de Arias Navarro. La idea, dice el libro, era ceder un espacio a los socialistas en el nuevo régimen a condición de excluir a los comunistas. Felipe habría estado dispuesto a negociar el asunto. En Alemania (RFA), sus pagadores, el comunismo estaba prohibido por promover la dictadura del proletariado.
Y luego tuvo que cargarse el marxismo. El motivo, porque Suárez se limitó a leer las conclusiones del XXVII Congreso en las elecciones del 79 para demostrar que el PSOE era el partido socialista más radical de Europa. "A mí no me vuelven a ganar unas elecciones con mis propios documentos", dijo Felipe. Y luego: "Hay que ser socialistas antes que marxistas". Para, ya en el poder tras el 82, reivindicar: "Patriotas antes que socialistas", buscar el apoyo de "los emprendedores" décadas antes que Rajoy y terminar, por si acaso había despertado algún tipo de tontas suspicacias, de vacaciones en el Azor del Invicto Caudillo.
Por esas fechas, como es evidente, ya habían comenzado a aflorar toda clase de diferencias dentro del partido. Están las célebres, como las de Boyer y Guerra, las de Solchaga. O las de Nicolás Redondo, única oposición del PSOE en los ochenta, según señala García Abad, al que escoció la deriva de Felipe porque, entre otros motivos, él fue su máximo valedor ante los históricos en los tiempos remotos y poco menos que le debía el poder.
Pero estas rivalidades se dieron en el campo de ‘los galácticos'. El verdadero problema del partido apareció en las bases. El PSOE entró en "un proceso entrópico", como la teoría de las ovejas grises, en el que se abrieron paso los mediocres, se apartaron sutilmente los más válidos, y esos mediocres nombraron más y más mediocres. Una de las causas de este fenómeno fue la falta de cuadros y militantes para digerir la victoria del 82. Se echó mano de las asociaciones de vecinos, por ejemplo, hasta prácticamente desmantelarlas. (Con los restos, décadas después, ya se ha dado un festín Esperanza Aguirre).
Al final, la corrupción y la ofensiva mediática acabaron con Felipe. La historia es bien conocida, así como el posterior descalabro de Almunia cuando concurrió a las elecciones de la mano de Izquierda Unida, a imitación del modelo francés de Jospin. Lo gracioso es que todo esto fueron problemillas en relación con lo que estaba por venir.
Trinidad Jiménez a mediados del año 2000 ofreció un desayuno "con cruasanes" en su casa a un grupo de socialistas de su quinta. La referencia era Caldera. Estaban Jordi Sevilla, López Aguilar, Blanco y... Zapatero. El ‘grupito' no tenía base doctrinal alguna. Ni quería. Según dice García Abad, Sevilla se lo dejó claro a Caldera: "Eso no es prioritario, Jesús, las ideas vendrán luego, ya lo verás, que hay gente en la universidad muy lista. Lo que hay es un vacío de poder de la hostia en el partido. Lo que hay que decidir es si intentamos cogerlo o no cogerlo". Eso se llamaba ‘Nueva vía'.
Este grupo venció a Bono en un congreso por diversas intrigas palaciegas por todos conocidas. Aunque Leguina advirtió: "Entre todos no reúnen ni seis meses de cotización a la Seguridad Social". Fuera de la nómina del partido, no habían hecho prácticamente nada.
Borrell hubiera vuelto a intentar el asalto en el congreso que alzó a Zapatero, pero fue a preguntarle a Prisa si volverían a hacerle la cama como en los tiempos de la bicefalia con Almunia y le dijeron claramente que sí, de modo que abandonó. "Dice que no, que no tiene fuerza para volver a vivir lo que pasó", cita el autor, y que visto lo visto no le llamaban ‘Mandíbula de cristal' de forma gratuita.
Y entonces con Zapatero triunfante comenzó la lluvia de eslóganes. Del "No estamos tan mal" inicial, a los venideros: "Nadie tiene los planos del paraíso", "si hubiera una verdad, no seríamos libres", "no hay que buscar una solución verdadera", "las fronteras difusas permiten un alto grado de contrabando de ideas", "no estar más al centro o más a la izquierda, sino estar más adelante", "debemos reivindicar la fuerza de la cultura frente a la cultura de la fuerza", "una cultura que saque a las personas del vasallaje pero que no las avasalle", "el socialismo que empezamos a construir hoy será profunda y auténticamente liberal, o si prefieren libertario, y radicalmente promotor de la libertad del individuo", "No preguntes qué puede hacer Obama por ti, sino qué puedes hacer tú por Obama". ¿Por qué no montaron una editorial de libros de autoayuda? Tal vez por la piratería venidera desecharon el negocio, como Lucía Etxeberría.
El momento culminante de esta etapa inicial fue cuando Zapatero se quedó sentado al paso de la bandera estadounidense. Un gesto que, revela el libro, "no lo hizo irreflexivamente, como respondiendo a un resorte progre, sino calculando que le abriría las primeras páginas de los diarios y telediarios en un momento en que se siente escaso de presencia mediática".
De esta victoria electoral el 15-M de 2004, de la que se acaban de cumplir ahora ocho años, no es que se haya hablado mucho de los motivos que le llevaron al poder, se ha hablado, y se sigue hablando, demasiado. Mucho más de lo que la mínima credibilidad del periodismo haya podido soportar. Y sin embargo, como es habitual, pasan desapercibidos detalles de peso sobre los que valdría mucho la pena abundar ahora si hubiera verdaderos profesionales de la información mejor situados.
Por ejemplo, una cita de Miguel Sebasti
án que trae la obra en ese capítulo: "Yo estaba seguro de que perdería y a él no le cabía duda de que ganaba, pero, en todo caso, mi decisión de abandonar la política a partir de las elecciones estaba tomada y por ello no quise ir en las listas". Y le confesó a un periodista de La Vanguardia: "Menos mal que no vamos a ganar, porque la que viene sobre España es gorda".
Por lo visto, Sebastián le había advertido reiteradamente de los problemas de nuestra economía: "Mira, José Luis, hemos limitado nuestra crítica al PP a lo político y lo social, y hemos dado por bueno que no había nada que reprochar a la política económica, y eso es un error. Hay mucho que reprochar". Zapatero le habría pedido que golpease en ese punto, "pero cuando llega a La Moncloa su preocupación se desvanece", sentencia García Abad.
Ya en el Gobierno, en otros ámbitos, las decisiones o no decisiones políticas fueron menos dramáticas, pero igualmente preocupantes. De la enemistad con María Teresa Fernández de la Vega porque tenía mejor nota que el presidente en las encuestas, al nombramiento de Chacón como ministra de Defensa porque "una foto de una embarazada mandando las tropas daría la vuelta al mundo".
Se crearon ministerios, como el de Igualdad, para desarrollar sólo una ley y administrar cuatro cosas. Zapatero gustaba de resolver los problemas creando ministerios. Sólo la crisis nos salvó del de Deportes para rentabilizar políticamente los éxitos de sujetos como Alberto Contador, quien con una conducta muy representativa de los tiempos, calumnió al sector vacuno español públicamente y gozó de la defensa y apoyo de las autoridades, prueba de cuáles son las prioridades de nuestros gobernantes.
Y eso que el libro se deja detalles como la financiación por el Ministerio de Sanidad de la vacuna del papiloma humano que impuso a toda España la Comunidad de Madrid con su maquinaria propagandística, después de tener ZP todos los informes posibles de que era innecesaria y desorbitadamente cara. Pero es que se aproximaban elecciones y los plumillas de Esperanza Aguirre -y justo es decirlo, son abrumadoramente mayoritarios en el panorama informativo- hablaban de "la vacuna del cáncer", que la querían prohibir los socialistas. Porque cuando la obra atribuye la nefasta idea del ‘cheque bebé' a una frase que escuchó el presidente de Icíar Bollaín de que le había costado "un ojo de la cara" tener un hijo, ya queda manifiestamente claro cómo se asesoraba.
Finalmente, llegó la crisis en todo su apogeo, tras doce años de drenaje financiero hacía un negocio, la construcción, que reventó, y al presidente sólo le quedó negar toda evidencia. Solchaga, que advirtió de que la crisis sería "larga y duradera", fue excluido del comité federal. Por el camino se había quedado también Solbes, por enfrentarse al presidente a la hora de tomar medidas como los 400 euros o la supresión del impuesto del Patrimonio, que dilapidaron miles de millones de euros en un momento crítico. Y De la Vega, quien a través de una novela de Belén Gopegui, ‘Acceso no autorizado', ha hecho medio público que ella era partidaria de crear una banca pública con las cajas de ahorro defenestradas. Aunque a esta mujer la finiquitaron las ambiciones de Rubalcaba.
El resultado de todos estos errores a la vista está. España, al final de todo este tortuoso y pintoresco camino, ha retrocedido en derechos laborales hasta hacer bueno y deseable el Fuero del Trabajo del franquismo. Con tamaño fracaso de la izquierda, se podría ver el lado positivo y decir que no es tan grave. Sería estimulante poder afirmar que el socialismo tiene una preciosa oportunidad para empezar de cero... si fuésemos los españoles socialistas de dentro de cincuenta años.
Excelente artículo. Para España, la cosa ha ido muy mal, pero el propio ZP ha resuelto su vida, ahora tiene a su disposición un megachalet en León (cuyo coste debe ser unos 20 años de su sueldo como presidente, ya me contarán como lo ha pagado), sueldo y ´coche vitalicios, y si queda algo de agradecimiento en este país, si alguna vez llega a tener problemas para llegar a fin de mes puede contar que le ofrecerán dar alguna conferencia o -más discretamente, para ahorrar abucheos- algún puesto en consejos de administración, para cubrir las vacantes del ex-duque de Lugo y del todavía duque de Palma. Otros protagonistas del descalabro (Caldera, Pepiño, Chacón,...), no habrán sacado tanto, y seguro que ambicionaban más, pero tampoco tendrán problemas para llegar a fin de mes, por lo menos no tantos como la mayoría de los que les votaron en su día creyendo que votaban a personal de izquierdas.
Excelente artículo, felicidades! Me lo deliciouseo.
Excelente reseña. La manera en como se ha dilapidado el crédito electoral socialista, primero de 1982 y luego de 2004, recuerda mucho a un hara-kiri. Y de la Comunidad Valenciana ni hablamos. Habrá que comprarse el libro...
Qué bueno Casio, ¿te refieres a éste? http://elpais.com/diario/2003/06/22/negocio/1056286344_850215.html Esto también está muy bien: http://economia.elpais.com/economia/2003/08/04/actualidad/1059982378_850215.html
¿En serio lo de Icíar Bollaín? ¿En serio el pollastre de Sebastián va diciendo ahora que él lo sabía ya desde 2004 y lo venía advirtiendo?
Articulo estupendo. Yo siempre recuerdo que hay un artículo de opinión en el Pais de Miguel Sebastian avisando de la burbuja y sus consecuencias financieras ! en el 2003 ! no tienen perdón de dios.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.