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el gastrónomo impertinente

Fallas y gastronomía: ¿incompatibilidad o incompetencia?

16/03/2012

 Un año más, las Fallas han sido desaprovechadas para fomentar y potenciar la gastronomía local. Parece que lo que se pretende es, entre iluminación descabellada e insoportable olor a frito, asemejarse cada vez más a los países en vías de desarrollo

VALENCIA. Son las Fallas unas fiestas singulares. Espectaculares en tanto que fiesta han sido abducidas, en mi modesta opinión por supuesto, por una oleada de aprovechados que pretenden arrogarse el monopolio de la opinión. Desde a quien de los privilegiados en el balcón del Ayuntamiento se puede abuchear hasta qué es y qué no es Fallas. Y así, por esa pendiente de la coentor y el autoritarismo se vienen despeñando desde hace años. Hasta hoy en que, salvo el esfuerzo de unos cuantos, se han quedado a nivel ciudadano con lo más cutre.

Con Valencia repleta de puestos de fritanga que en su mayoría no saben lo que es un buñuelo porque lo que hacen son churros. O con los vándalos que cada año se gastan impunemente unas docenas de miles de nuestros euros en forma de mobiliario público además de dejar el centro histórico convertido en un gigantesco urinario.

Eso sin olvidar la privatización de calles y plazas no ya por las comisiones falleras sino por cualquier aprovechado de turno que sabe que la sanción que puede pagar, si la paga que esa es otra, no llega al 10% de la facturación que realiza. Y sin embargo, cuando se ha querido acabar con algo se ha hecho: ¿Dónde han quedado hoy los caballitos y demás animaladas de algunos moteros?

En todo ello, la defensa de lo nuestro ha desaparecido más allá de los monumentos y las comisiones que se han convertido en meres invitados de piedra. Eso, lisonjeados hasta el vómito porque sin ellos esos desaprensivos no podrían forrarse a costa de todos. Y así hoy la iluminación se parece cada vez a la de la feria de Sevilla y el cerco a la ciudad a Beirut, pero lo que podría y debería promocionarse paralelamente no se promociona. ¿Para qué pensaran nuestros desnortados políticos si ya somos lo más de lo más?

Pues no, como la semana pasada con el mercado central la imagen de la ciudad, como la de Comunidad brilla ahora, pero por motivos nada agradables. En los últimos dos meses varios medios internacionales de gran prestigio ha hablado de Valencia y no precisamente bien. Eso sí, según me dicen ha sido muy comentado y causado gran sorpresa en los círculos pudientes que nuestra alcaldesa Rita Barberá no haya echado mano de su abogado para presentar sendas querellas contra Financial Times y Le Monde por hablar tan mal de nuestros sueños de grandeza.

Pero el caso es que excepto una sugestiva iniciativa de cata de los aceites autóctonos por parte de Original CV  y alguna iniciativa individual como la del restaurante Apicius, poco es lo que se van a aprovechar, un año más, las fiestas falleras (de paso aconsejaría a Yvonne Arcidiacono que vigile un poco más los modos de su camarera y sus respuestas a los clientes ante las sugerencias de éstos). Pero a lo que estamos: las Fallas serían una excelente ocasión para ir avanzando en que cuantos vienen dejaran de tener la percepción de que en Valencia la gastronomía se reduce a la paella (cuya protección vía D.O. una vez hecha la foto la consellera la olvido al segundo siguiente). Esta obviedad, se atrevió a decirla el gran Camarena y le costó más de un disgusto.

Pero ¿cómo es que no hay una campaña por parte de los restaurantes de un mismo nivel para darse a conocer entre los visitantes con, por ejemplo, un menú, Fallas? ¿Cómo es que no se aprovecha el cauce del río, tal maltratado, para una muestra/cata de productos valencianos desde los quesos a la miel? Si por prudencia (no se si bien entendida) se quiere dejar fuera a los vinos, déjense. Pero hay mucho más que vinos como hay mucho más que paella.

Si duda, los talibanes del petardazo contra el turista, la invasión de la vía pública gratis total, y la suciedad y la basura acumulada hasta cotas sólo visibles en el segundo mundo defenderán con su habitual contundencia que el público que viene a las fallas no es de ese segmento de gustos. Pero la pregunta es obvia: ¿como lo saben si nunca se ha intentado?

Estamos en el siglo XXI y se pretende mantener una fiesta como si fuera la posguerra. Son muchas las fiestas que hay, en España y en Europa, para que esta modesta ciudad de provincias que además está arruinada se pueda permitir dejar de apoyar a sus creadores gastronómicos que generan un valor añadido incomparable superior a tanto puesto fritanguero. Si en lugar de envolverse tanto en las grandes declaraciones que no sirven de nada se empezara por promover alguna iniciativa menos casposa en pocos años el cambio podría ser espectacular. No sería poco dada la crisis que afecta al sector.
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El Blog de Joe L. Montana

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