VALENCIA. Hasta el día de hoy, donde como ya explicamos en Valencia Plaza los impagos de la Administración y la derivación de minutas ajenas al motor han hecho del Circuit Ricardo Tormo un mar de deudas, lo que es innegable es su apoyo a los pilotos valencianos. Tanto en motos como en coches se han creado escuelas, potenciado carreras y apoyado proyectos. Y, al menos en las dos ruedas, los resultados son muy claros: un campeón del Mundo (Nico Terol), un subcampeón (Héctor Faubel) y varios riders en primera línea como Adrián Martín o Héctor Barberà.
Pero el mundo de los coches es mucho más complicado. Para empezar, los presupuestos de cualquier campeonato hay que multiplicarlos por 10. En el karting ya te dejas dinero, pero el salto a los monoplazas en Fórmula 3 cuesta 180.000 euros por temporada. Y no te televisa ni TeleTaxi, así que el dinero lo suelen poner los padres (aquellos que pueden, por supuesto). Y, a partir de ahí, se abre un abanico de competiciones tal que uno no sabe hacia dónde tirar, deportiva y económicamente, si lo que quiere es llegar a la Fórmula 1.
Por resumirlo rápidamente: la Renault 2.0 cuesta 200.000 euros, las Euroseries 350.000, Las World Series 700.000 y la GP2 mínimo 900.000. Y nos dejamos por el camino muchos brazos alternativos, como la GP3, AutoGP o las competiciones de turismos GT Open, DTM y WTCC. Aunque aquí, si eres bueno, lo normal es que te paguen, no que pagues por correr.
A este tesitura se han ido enfrentando en los 10 años de vida del Circuit los pioneros que apostaron por la escasa tradición de los coches en la Comunidad Valenciana. Una generación que comenzó con Santiago Porteiro y José Manuel Pérez Aicart pero que se consolidó (y ya casi extinguió) con Borja García, Adrián Vallés, Lucas Guerrero, Adrián Campos Jr. Carmen Jordà, Félix Porteiro, José Luis López Pampló y Sergio Hernández.
Todos tuvieron dos apoyos en sus inicios y continuaciones: la empresa valenciana Profiltek, que patrocinó la escuela de karting del trazado de Cheste y esponsorizó en mayor o menor medida a varios de ellos y el propio Circuit, que subvencionó gran parte de sus carreras.
Sin ir más lejos, tanto Adrián Vallés como Borja García suman más de dos millones de euros en ayudas durante su carrera deportiva. En el primer caso, el de Teulada llegó a presentarse como piloto probador de la escudería de F1 Spyker. En el segundo, pese a probar un Toyota no pudo pasar de las GP2, como Félix Porteiro y Sergio Hernández.
Algo parecido ocurrió con los hermanos Barba, que hicieron tope en las World Series pese a que Marco bajó un escalón y se proclamó campeón de la F3 hace dos temporadas. Aunque ellos, merced a que su padre Antonio es uno de los socios de Profiltek, aportaron más dinero privado del que recibieron público.
Ya en un escalón menor se sitúan Carmen Jordà, Adrián Campos Junior o incluso José Luis López Pampló. La única piloto valenciana de monoplazas hasta la fecha accedió a patrocinios del Circuit hasta hace solo dos temporadas, cuando junto al alcireño participó en las Indy Light americanas. Sin embargo, no finalizó el certamen, mientras que Adri no solo lo concluyó sino que fue nombrado piloto con mejor progresión de 2010. El tercero, que ganó una carrera en el Valencia Street Circuit cuando participaba en el GT Open de Turismos, no tuvo mayor capacidad de crecimiento y apenas recibió una ayuda simbólica en su último año como 'profesional'.
Pese a todo, cuando hablas con gente próxima a todas estas personas, actores importantes en la apuesta de Cheste por las cuatro ruedas, siempre te dicen lo mismo. Cuando veías a Vallés o Borja hacer las cosas que hacían a los 14 años con un kart o un monoplaza, cualquiera hubiera apostado por ellos. Y hoy habrá entre seis y 10 pilotos en la parrilla de la Fórmula 1 que no sean mejores. La clave que se planteó era si valía la pena gastar entre cinco y 10 millones de euros para apostar al cien por cien por un asiento en el Gran Circo. Porque ese es el dinero que paga gente como Narain Karthikeyan o Pastor Maldonado por estar allí. Y la respuesta fue que no.
Sin embargo, pese a la lógica de la inversión (que solo se mantiene este año con Roberto Merhi, que recibe 250.000 euros para continuar su carrera deportiva) llama mucho la atención dónde ha acabado la primera generación de oro del automovilismo valenciano.
Adrián Vallés dirige un equipo de karting. Marco Barba ha dejado la competición. Álvaro tiene una oferta para subirse de nuevo a un GT, donde se proclamó campeón, pero mientras no se concreta es director deportivo en un equipo de monoplazas y se plantea correr el Campeonato de Karting de la Comunidad Valenciana. Borja García corrió el año pasado en rallies y éste no tiene ni siquiera presupuesto para ello. Sergio Hernández, que fue campeón del mundo de privados en Turismos, no tiene equipo tras su paso por Campos Racing en 2011. Carmen Jordà no tiene visos de poder volver a ninguna competición. Pampló comenta la Fórmula 1 en Canal 9, aunque es más que posible que este año no pueda hacerlo ante la posibilidad real de que no se retransmita por el ente autonómico. Y Adrián Campos Jr. sigue buscando su sitio en América, pero a la espera (y desespera) de posibles patrocinadores continúa trabajando con su padre en la escudería que este año recuperará la F3 y participará de nuevo en AutoGP.
Se os ha olvidado el caso de Miguel Fuster. Ha sido en tres ocasiones campeón de España de Rallies (que también es automovilismo...). Puede que pertenezca a una generación anterior, pero ha tenido patrocinio de Comunitat Valenciana (la marca turística). Compite con equipos oficiales y le ha faltado el salto al Mundial, quizá por falta de presupuesto, como comentáis en el artículo
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