VALENCIA. En plena postguerra del siglo XX las familias de la nobleza valenciana tenían un palacio en el centro de la ciudad aunque no podían tomar pan blanco. Y una de esas familias eran los Caro que no tuvieron descendencia y que dejaron un gran legado a sus sobrinos. Ayer miércoles, 29 de febrero, en plena guerra de las finanzas del siglo XXI, la ciudad de Valencia acogió la inauguración oficial del primer hotel con 2.000 años de historia en sus cimientos.
Los Marqueses de Caro pasean ya su espíritu por la que era su casa y ayer estarían especialmente contentos al recibir a un reducido y selecto grupo de invitados que visitaron todas y cada una de sus instalaciones, haciendo un recorrido, versión Ikea, pero con una sorpresa gastronómica en cada esquina. Los autodenominados locos o lo que es lo mismo, empresarios ilusionados y visionaros que llevan trabajando en este hotel ya ocho años, hicieron de perfectos anfitriones. Se trata de los hermanos Bru, Juan Emilio y Gustavo, Luis Belvís y el incansable Santiago Mañez.
Precisamente, en el pequeño hall junto a una especial terraza, dio la bienvenida Santi Mañez, que hizo caso a su padre, también presente y fue doblemente breve al igual que Luis Lobón, secretario autonómico de Turismo y Proyectos Estratégicos. Luego en la visita guiada, resultó cómico verlos junto a Mayrén Beneyto, concejala de Cultura, José Vicente Morata, presidente de la Cámara de Comercio de Valencia y Begoña de la Concepción, charlar animadamente sobre herencias y querencias alrededor de una gran cama en suite.
Esther Barrera y Alejandro Cerdá, Laura Gallego y Pilar Lluquet o Juana Camps y Taíta Marín, admiraron la acertada combinación de una estética estática para dejar que el movimiento lo pongan la muralla árabe, el mosaico romano, la escalera de mármol o la torre de vigilancia. Y es que se ha tardado ocho largos años en restaurarse y se nota que el toque final lo ha puesto el premio FAD 08 , Francesc Riffé. La combinación de colores planos y oscuros, las maderas, la ausencia de dorados y capitonés, y la presencia del minimalismo, resultan realmente elegantes y acertadas para un conjunto apacible e impecable.
Juan Eloy Durá y su mujer, siempre encantadora, degustaron en el primer piso, el pan con tomate hecho con nitrógeno y espuma, nada exótico para una pareja que va de Granada a Vietnam sin despeinarse. Otros que deben tener el trolley siempre a punto son Pascual Pesudo, de Porcelanosa, el empresario Francisco Ros Casares, Presen Rodríguez o su hija, Isabel Cosme.
Ricard Camarena, estrella Michelin valenciana y primer conquistador de la Gran Muralla, la de la calle Almirante, se entiende, ya no se ocupa del restaurante. Ahora es el hotel el encargado del servicio de habitaciones, según comentaban el asesor fiscal, Alfonso Manglano y Javier Botella. Patricia Corrons de Iberdrola, no se encargó de la iluminación pero sí que también se percató de que el catering era de lo más alto y es que por allí andaban los hermanos Fernando y Nacho Aliño.
Las 26 habitaciones eran diferentes y tenían un punto especial. A Matilda Guerrero de Louis Vuitton parece que la que más le seduces es la de la biblioteca. Ella que también entiende de maletas, aunque un poco más de baúles que de trolleys, sabe que muchas de las que más le gustan, desfilarán por esas habitaciones abuhardilladas con vigas de madera o por las terrazas con el encanto de la única concesión a la decoración en forma de basas romanas auténticas.
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