GINEBRA (EFECOM). La pasión de los relojeros suizos por su oficio, que les lleva en algunos casos a dar la espalda a la jubilación, ha permitido que este sector burle la crisis y tenga hoy un horizonte de 1.500 millones de consumidores potenciales en los países emergentes.
Uno de ellos es Chrystian Lefrancois, especialista en relojes de alta gama en la firma Vacheron Constantin, que se inició en este "arte" en 1966 y que debería jubilarse dentro de seis meses, pero que ha decidido seguir trabajando con una jornada reducida de tres días por semana "porque es un oficio apasionante e intenso" que no está dispuesto a abandonar.
Como Lefrancois son muchos los hombres y mujeres apasionados por la relojería tradicional. En Vacheron Constantin trabaja un maestro relojero que a sus 76 años sigue ensamblando las minúsculas piezas del esqueleto de complejos relojes con la ayuda de un monóculo y decenas de pequeñas herramientas, mientras dice tajante que no está listo para retirarse.
Junto a ellos, una legión de relojeros jóvenes y de mediana edad son los encargados de ensamblar, revisar, encajar y decorar las piezas que integran el mecanismo de esta gama de relojes, que están entre los más caros del mundo, y cuyos talleres en Ginebra pudieron ser visitados en una rara visita a la prensa extranjera.
El precio más accesible está alrededor de los 15.000 euros y puede subir hasta los 4 millones, precios que son pagados cada vez más por clientes de China, India, Brasil o México.
El suizo-español Juan Carlos Torres, consejero delegado de Vacheron Constantin, explicó que su compañía actualmente fabrica unos 19.000 relojes al año y que se proyecta subir a 30.000 unidades en 2016, tras una inversión de unos 83 millones de euros en infraestructura, equipamiento y contratación de personal.
La demanda por estos artículos de lujo se incrementó notablemente a partir de la apertura de Rusia y China, cuando muchas familias de estos dos países empezaron a sacar relojes centenarios de esta marca de los escondites -donde los habían guardado hasta entonces por temor a que los regímenes comunistas los confiscaran- y a enviarlos a Suiza para que fuesen reparados.
"La gente empezó a sacar relojes muy antiguos y los enviaban aquí para que fuesen reparados. Esto empezó a transmitirse boca a boca y la marca empezó a ser muy reconocida en esos países", agregó Torres.
Aseguró que los rusos están entre los mejores clientes de la firma, mientras que los compradores en los países asiáticos emergentes están aumentando notablemente, sobre todo en China, donde en ocasiones se producen demandas desmesuradas.
"Un banco chino quería comprar relojes para obsequiar con ellos a sus clientes VIP con motivo de su aniversario. Vinieron a la empresa, escogieron los relojes y entonces les preguntamos cuántos querían, si 100 o 200, y nos contestaron que querían 10.000 piezas. Eso no lo podemos fabricar", exclamó.
Según el ejecutivo, entre la demanda china, india y el potencial en Brasil, el mercado de los relojes de lujo tendrá 1.500 millones de consumidores potenciales en los próximos cinco años.
La directora de comunicación de la empresa, Anne Bieler, coincidió con Torres al afirmar que Asia es "quien hace vivir al sector relojero".
El buen estado de salud y el atractivo de la industria relojera se aprecia también en el número de jóvenes que, atraídos por la buena reputación de esta profesión en Suiza, inician cada año estudios para convertirse en maestros relojeros.
Actualmente las escuelas de relojeros están llenas, y empresas como Vacheron Constantin emplean a numerosos aprendices.
La "carrera" de relojero consiste en tres años de estudios y prácticas tras las cuales el alumno se convierte en un relojero "de producción", es decir que puede participar en las cadenas de montaje manual de los relojes.
Sin embargo, para convertirse en un experto relojero suizo es necesario un año más de experiencia. EFECOM
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