VALENCIA. El 23 de enero del año 2003, en plena ‘era Rafa Benítez' en el Valencia, aterriza en la capital del Turia cedido por el Rennes Anthony Reveillere, lateral derecho francés de 23 años que viene a competir con el entonces internacional Curro Torres.
Se trata de una época glorioso por la Liga obtenida la temporada anterior, pero también (aunque la mayoría de implicados no lo supiera) de un año de impasse hacia la que será la campaña más exitosa de la historia del club.
En aquel entonces presidía el club Jaume Ortí, pero mandaba de facto el consejero delegado Manuel Llorente. Él decidía los sueldos, consensuaba las bajas y en ocasiones no hacía lo mismo con las altas. De ahí lo del sofá y la lámpara con Cannobio y Oliveira seis meses más tarde.
En cualquier caso, junto con la secretaría técnica se apuesta por el defensa galo, por cuyos servicios federativos de adquiere una opción de compra al final del ejercicio de cinco millones de euros.
Con Curro ya tocado y Dhoroteé (alguien se acuerda ya de él?) en el filial, la nueva incorporación rompe una vez más los mitos de la adaptación y se erige en titular indiscutible. Tanto es así que en apenas dos meses el club comienza a plantearse seriamente ficharlo por un largo tiempo. Pero cinco millones parecía muchos en aquella época en la que había que ahorrar y apretar el culo. Y, como suele ocurrir con Llorente, el tema se alarga hasta el infinito.
Tanto que finalmente el agente del futbolista no aguanta más y se compromete con el Lyon. A Benítez le dice Jesús García Pitarch, director deportivo, que la cosa se va a arreglar con la repesca del canterano Garrido desde el Córdoba. Y santas pascuas.
De esta historia se extraen dos conclusiones: la primera, de rendimiento y numérica, nos dice que desde ese momento Reveillere lleva en la élite del fútbol con el conjunto francés ocho temporadas. Siempre ha sido titular. Ha conseguido la internacionalidad. Y en su palmarés figuran cinco Ligas, cinco Supercopas y más de 50 partidos en Champions.
La segunda nos lleva de aquel tiempo al actual. Desde entonces, el Valencia no solo no ha encontrado un lateral derecho regular sino que, cuando parecía que podía tapar esa grieta, el portugués que fichó llegaba tarde a los entrenamientos, dormía en calabozos o disparaba pistolas en su país natal.
El coste de oportunidad de no quedarse con un futbolista que te interesaba por un precio que en aquel momento no quería pagar ha triplicado lo que se hubiera invertido. Y ha multiplicado por 10 el número de futbolistas que la entidad blanquinegra ha debido incorporar (y ahí sigue el tema, incorporando).
Tras la repesca de Garrido y algunas pruebas (muy pocas) con Dhorothee, se pagaron cinco millones por Marco Caneira. Como no se sabía muy bien si era central o lateral, algo que ocurriría algún año más tarde con un lituano, llegó incluso a jugar el canterano Cerra.
Viendo que la cosa no funcionaba, y ya en la era gastadora soleriana, el Sporting de Lisboa se llevó ocho kilos a tocateja por Miguel Brito. Dos años después hubo que traer gratis del Almería a Bruno, pero sus continuas molestias le han impedido rendir al cien por cien.
Para tapar estas carencias, hace poco más de un año se aceptó la cesión de Marius Stankevicius, aunque finalmente no quiso ejercerse la opción de compra de un millón de euros. Y, por si faltaba algo, a la cesta hay que añadir los dos millones abonados al Valladolid por Antonio Barragán, titular en los últimos cuatro encuentros pero defenestrado por Emery desde principio de temporada.
Ya dijo Super Ratón ‘no se vayan todavía, aún hay más'. Ahora le toca a Van der Wiel, porque Miguel acaba contrato y no se le quiere renovar. Aunque con Bruno tampoco se cuenta demasiado para el futuro y Barragán de momento no convence. Si esto sigue así, la rueda seguirá para buscar un sustituto del holandés, en caso de que venga. Y así sucesivamente...
Y todo por no fichar al lateral que querías, en la edad justa y por un desembolso asequible, pues aquellos cinco millones no iban a pagarse de golpe, sino en cuatro años.
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