MADRID. Existe un cierto consenso en que el Partido Popular ganó las elecciones generales sin tener necesidad de dar a conocer las medidas que se tendrían que adoptar para salir de la crisis, en el caso de que los electores les otorgaran su confianza. En una especie de cita a ciegas, la mayoría absoluta de los españoles decidieron despedir al PSOE y encargar al PP la ardua tarea de sacar a España del hoyo en el que se encuentra.
Como no podía ser de otra manera y por boca del futuro presidente del gobierno, se sabe que el diagnóstico sobre la situación económica tiene un alto grado de fiabilidad y coincidencia con los retos manejados por los mercados y sus analistas, aunque muy poco o nada se sabe sobre los contenidos de las medidas que inevitablemente se van a adoptar para conseguir las estabilidad presupuestaria, reducir la deuda externa y el déficit público, reformar el mercado laboral, aliviar los problemas de liquidez de las entidades financieras, mejorar las tasas de productividad y competitividad, liberalizar ciertos sectores...
Lo único que se sabe con certeza es que el nivel de sacrificio requerido a la sociedad va a ser muy alto, aunque se desconoce como se van a repartir los esfuerzos, aunque no hay dudas sobre el hecho de que será las clases medias las que asumirán con la mayor parte de las cargas que inevitablemente el gobierno tendrá que aprobar.
Lo que se sabe también, es que la evolución económica no va a ayudar a tenor de los datos conocidos y a los indicadores de actividad, como el IPI, el IASS o el ISA del Ministerio de Economía y Hacienda, que señalan una prolongación de la atonía en la producción interna, previsión avalada por los indicadores de precios, cuyo IPC se conocerá esta semana.
Las políticas de las comunidades autónomas gobernadas por el PP tampoco dan demasiadas pistas ya que entre ellas existen sustanciales diferencias a la hora, por ejemplo, de hacer frente a la reducción del déficit.
El futuro gobierno tiene ante si una tarea no solo ingrata, sino delicada, ya que se juega su crédito en el interior y en el exterior y ambos tienen intereses contrapuestos. Por ello, el futuro gobierno tiene ante sí su mayor reto en hacer un gran ejercicio de pedagogía ante la sociedad española para explicar de forma detallada todas y cada una de las medidas que se adopten y las razones y motivos que llevan a adoptarlas, aunque para ello deba enfrentarse a la tradicional abulia del político a explicar el qué, el cómo y el porqué, especialmente cuando tiene cuatro años por delante y la seguridad de que la memoria es débil y el ciudadano olvidadizo.
El gobierno saliente sobresalió no solo por negar la crisis durante un tiempo más que prudencial, sino por actuar de espaldas a la ciudadanía, contando solo con los llamados agentes sociales, aunque una inmensa mayoría de los convocados para bendecir sus medidas, representaran solo a sectores con un alto nivel de intervención por parte del gobierno.
Rajoy tiene una primera oportunidad para hacer pedagogía en el acto de investidura y tratar de convencer a los ciudadanos de la necesidad de asumir las medidas, muchas veces traumáticas, que de forma inmediata deberá aprobar. A partir de ahí, la pedagogía debería convertirse en el eje de la política del gobierno como la única vía posible para tratar de encontrar aliados sociales en un periodo que muchos auguran como altamente conflictivo.
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Carlos Díaz Güell es periodista y autor del blog Tendencias del Dinero
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