VALENCIA. La soledad ha marcado la intervención de los dos protagonistas de la noche, pero por motivos muy distintos. Hay ocasiones en las que puesta en escena pesa tanto como la interpretación de los candidatos.
Mientras el aparato del PSOE ha dejado a su candidato al abrigo que le quisiera dar la militancia, Mariano Rajoy ha marcado distancias con todos y ha preferido no compartir la gloria nada más que lo indispensable.
LA ORFANDAD DE LA DERROTA
Alfredo Pérez Rubalcaba ha ejemplificado la soledad del corredor de fondo. Sin ningún logotipo del partido y huérfano de los miembros de la candidatura o de la dirección federal, Rubalcaba comparecía serio y con traje oscuros, arropado únicamente por mujeres (el target electoral entre el que cuenta con una mayor aceptación).
El calor se lo han ofrecido los militantes asistentes al acto, que han interrumpido su discurso en varias ocasiones para darle ánimos. Chicas jóvenes, militantes veteranas y una inmigrante en segundo plano, ofrecían un fondo más amable para el mal trago que tenía que pasar.
Visiblemente cansado y más encorvado que de costumbre, ha leído toda su intervención de cuatro minutos para no salirse en ningún momento del guión. El trance no era fácil y se notaba que las palabras habían sido elegidas con sumo cuidado.
POCA LIBERTAD DE MOVIMIENTOS
Primero, porque no podía dimitir de nada (como hizo Joaquín Almunia en 2000), ya que no ejerce ningún puesto clave en la estructura del PSOE (no es secretario general ni presidente del partido); y, en segundo lugar, porque tampoco podía anunciar ninguna decisión trascendental, ya que no tiene autoridad para hacerlo.
En su mano quedaba proponer y sugerir la hoja de ruta que ha de seguir el PSOE y lo ha hecho: "He trasladado al secretario general mi convicción de la necesidad de convocar un congreso ordinario". Entre las pocas frases clave que ha utilizado destaca la lapidaria "Iniciamos una nueva etapa en la historia del partido", después de recordar que "pasamos a liderar la oposición" anteponiendo "el interés general de España".
Los besos de apoyo que ha recibido al final de su intervención contrasta con la actitud del equipo, especialmente de su jefa de campaña, Elena Valenciano, que se ha mantenido en todo momento fuera de campo de las cámaras.
LA VICTORIA SÓLO QUIERE TENER UN PADRE
La soledad de Rajoy ha tenido bien poco que ver con la de su oponente. Así como Rubalacaba ha elegido la sala Pablo Iglesias de la sede del PSOE en Ferraz, el marco de las grandes ocasiones; el líder del Partido Popular ha hablado primero en la sala de prensa, con un discurso de ocho minutos, leído íntegramente (como es su costumbre, por otra parte).
Sin ministrables ni espontáneos militantes que desviaran la atención de su discurso, Rajoy ha leído una intervención con vocación de estadista, con el ánimo tranquilo y relajado. La idea era clara: yo soy el que ha ganado las elecciones y las cosas se van a hacer a mi manera: con "trabajo, seriedad y constancia, los valores que me han acompañado en mi vida y ahora caracterizarán a mi Gobierno".
De todos modos, su mensaje ha sido integrador, repitiendo hasta la saciedad su palabra clave: todos. Ha dirigido sus primeras palabras a "todo el pueblo español", ha agradecido "de todo corazón", se ha dirigido a los que no le han votado para trasladarles su "compromiso por darlo todo y con todos" y para templar la euforia ha reiterado que hará "todo lo que humanamente se pueda hacer", aunque "para el cambio quiero contar con todos".
EJERCIENDO DE PRESIDENTE DE PLENO DERECHO
Se ha anudado la corbata de estadista al reivindicar el papel de España en Europa y al repetir la frase de la coronación de Juan Carlos I, ofreciéndose como presidente "de todos los españoles".
Se puede vislumbrar un cierto rasgo de dialéctica religiosa al comprometerse en su "inmensa tarea" con los parados, los jóvenes, los autónomos, los pensionistas y "los que sufren su enfermedad" en unas bienaventuranzas modelo siglo XXI.
De frases clave no se ha quedado corto, recurriendo en ocasiones a la aliteración ("darlo todo por todos" o "que dejemos de ser un problema, para formar parte de la solución"). Sin embargo, es significativo el uso de un lenguaje nada coeducativo: las referencias a las mujeres han brillado por su ausencia, llegando a usar una afirmación tan masculina como la referencial al "temple de los hombres y los pueblos".
UNA ATÍPICA ESCENA DEL BALCÓN
Ni en el balcón se ha dejado llevar por la euforia. Como demostración de liderazgo ha preferido salir sólo y después dar paso a su mujer, Elvira Fernández (vestida de verde, para contrastar de forma armónica con el fondo). Han tendido que esperar al segundo turno Ana Mato (vestida de blanco) y María Dolores de Cospedal (vestida de azul, la peor elección, ya que se confundía con el fondo). Todo mujeres, el colectivo en el que Rubalcaba y Zapatero han tenido siempre mayor apoyo popular.
Con la tercera tanda se han tenido que conformar Alberto Ruiz Gallardón, Esteban González Pons, Pío García Escudero y Esperanza Aguirre (la tercera más aclamada, después del matrimonio Rajoy).
Las aclamaciones, que le han interrumpido en varias ocasiones le han gustado al líder, pero su papel estaba claro: templar los ánimos. "La tarea no va a ser fácil", "os pido que sigáis ayudándome" o "vivimos tiempos difíciles" han sido tres jarros de agua fría que ha arrojado con toda la intención. Le preocupa más prevenir un contraefecto como los que ha sufrido Obama en EEUU o Papandreu en Grecia que disfrutar de un pan de hoy que puede traer hambre para mañana.
Alvaro Mohorte escribe el blog Habla por ti
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