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CRÍTICA DE CINE

Margin Call
Hollywood y el cine de crisis

28/10/2011 por MANUEL DE LA FUENTE

VALENCIA. El cine, en tanto que medio de expresión, siempre es un reflejo de la sociedad. Las películas, igual que los libros, las obras teatrales o las pinturas, muestran en todo momento una reflexión sobre el contexto en el que se realizan. Pensemos en dos casos opuestos. El primero sería el de Charles Chaplin. Sus películas estaban protagonizadas por un vagabundo que se enfrentaba constantemente con la policía y las clases altas, mostrando así las desigualdades sociales en el contexto de desarrollo de Estados Unidos a principios del siglo XX, es decir, llamando la atención sobre las falsedades que se esconden en esa sociedad capitalista del sueño americano.

El segundo ejemplo sería el de la saga de American Pie (tres películas estrenadas entre 1999 y 2003), que trataba sobre las andanzas y juergas de un grupo de universitarios estadounidenses. Si bien la intención del director no era hacer un retrato del capitalismo ni mucho menos, en este caso sí se mostraba cuál es el ideal de esa sociedad a través de la presentación de los jóvenes que iban a la universidad: el modelo del norteamericano triunfador era el joven universitario, atleta, guapo, simpático, con un punto de gamberro pero buena persona en el fondo, que se dedicaba sobre todo a conquistar a la chica que le gustaba. Ah, y de piel blanca, blanquísima, por supuesto.

Así, cuando el cine norteamericano decide reflejar la realidad política de manera explícita (como en las películas de Michael Moore), tenemos que pensar que no estamos ante la ruptura de una tradición, sino ante su continuidad, ya que el cine de Hollywood siempre se encarga de mostrar un modelo de sociedad capitalista, ya sea para criticarlo (el caso de Chaplin) o para glorificarlo (como en American Pie). Las películas que se están estrenando en los últimos meses y que se centran en la actual crisis económica se basan en seguir esta doble tendencia.

La historia de los traders de un banco de inversión de Estados Unidos

Nos centramos en esta ocasión en la película más reciente, Margin Call, estrenada hace pocos días. La cinta narra la historia de los traders de un banco de inversión de Estados Unidos que, en el momento en el que se producen los primeros síntomas de la crisis de 2008, deciden acelerar el proceso vendiendo en unas pocas horas todos sus bonos basura, buscando la supervivencia de la empresa aun a costa de agravar la incipiente ruina económica. La historia, vista así, se presenta como una crítica al sistema bancario occidental y su implicación en una situación cuyas consecuencias aún padecemos. Pero, ¿qué partido toma realmente la película? ¿Realiza una crítica al sistema o, en el fondo, se dedica a legitimarlo?

Las películas sobre la crisis económica muestran ya una apuesta por situarse a un lado u otro de la línea. Por un lado, películas como The Company Men (2010) o Up in the Air (2009) realizaban una crítica muy suave a la deshumanización capitalista, situando como víctimas de la crisis a los ejecutivos, pobrecitos, que un día descubrían que ya no podían pagar la gasolina de su descapotable o que se encontraban, en el fondo, muy solos y desamparados yendo de aeropuerto en aeropuerto.

En el lado contrario, la ferocidad de películas como Inside Job (2010) o Capitalismo: una historia de amor (2009), que se fijaban en las historias de los verdaderos perjudicados, de los ciudadanos que se quedan en la calle totalmente desprotegidos. Con todos los peros que se le puedan poner a Michael Moore (muy demagógico en muchas ocasiones) y al modelo de documentales comprometidos que ha creado, hay que reconocerle su valentía a la hora de señalar los verdaderos problemas del sistema.

El cine norteamericano ha apostado, tradicionalmente, por esta ferocidad, por esta crítica. Se puede ver en las tres grandes crisis económicas del siglo XX. La primera sería el crack del 29. En aquel momento, Hollywood ya había advertido de la gran mentira del sueño norteamericano en una película totalmente vigente en la actualidad: Y el mundo marcha (The Crowd, King Vidor, 1928). El largo tránsito por la depresión de los años 30 ofreció un posicionamiento claro en defensa de los más desfavorecidos en aquel Hollywood progresista y profundamente antifascista, con películas como El pan nuestro de cada día (dirigida también por Vidor en 1934), Tiempos modernos (Charles Chaplin, 1936) o Las uvas de la ira (John Ford, 1940). Los ecos de este cine culminarían en una de las películas más modernas, reivindicativas e inteligentes del cine norteamericano, y también una de las más censuradas: La sal de la tierra (Herbert J. Biberman, 1954), en la que se miraba directamente a las desigualdades sociales, raciales y sexuales de las sociedades contemporáneas.

El tercer momento de gloria llega con la recesión de 1987

La segunda gran crisis económica, la del 73, derivó en una respuesta existencialista. El antihéroe de la Norteamérica de aquellos años se caracterizaba por su individualismo sociópata, propio de un ser empujado por el sistema a la marginalidad, a vivir apartado del entramado social. Es el estereotipo del individuo que vive en una sociedad en la que sólo hay podredumbre: así es el personaje de Travis Bickle (Robert De Niro), de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976).

Y el tercer momento de gloria llega con la recesión de 1987 como broche de oro a la era Reagan, en la que este desarraigo existencial derivó en un sálvese quien pueda o en un tonto el último: la figura del yuppie triunfador y egoísta quedó perfectamente retratada en Wall Street (Oliver Stone, 1987) y en la novela American Psycho, de Bret Easton Ellis (retrato que quedaba muy diluido en la adaptación cinematográfica con Christian Bale). El individuo aquí ya no sólo era un sociópata, sino que encima era un sociópata que ya era jefe, el que decidía sobre los demás.

El cine actual de la crisis bascula entre esta crítica de la crisis económica (el modelo de Michael Moore) y unas películas que empiezan a mostrar una involución curiosa: los yuppies sociópatas son ahora, además, tipos con sentimientos. Esto es lo que nos muestra Margin Call. Pese a que se presenta como una película de actores de prestigio que reflexionan con dureza sobre la crisis (al estilo de Glengarry Glen Ross) el retrato del sueño americano no es, ni de lejos, el de la desolación que mostraba Arthur Miller en Muerte de un viajante: los traders de la película son personajes que generan una crisis económica muy a su pesar porque, en el fondo, son buenas personas, con su corazón, y que sufren mucho por las consecuencias de lo que están haciendo.

Destaca en la película el personaje de Sam Rogers (Kevin Spacey), uno de los ejecutivos más antiguos, que lleva 34 años trabajando en el banco, como destaca él en varias ocasiones. Pues bien, pese a ser un ejecutivo que se mantiene tanto tiempo en un banco de inversión, es un tipo muy humano, preocupado constantemente por la gente se que va a quedar sin trabajo por culpa de la decisión que su banco va a tomar. Un banco en el que sólo hay un personaje malvado, el jefazo John Tuld (Jeremy Irons).

Los demás son unos traders que, en el fondo, son buenos chicos: se emborrachan pero sólo un poquito, son reacios a tomar medidas perjudiciales para la sociedad y tienen unos grandes conflictos. Muy lejos del retrato de Wall Street y muy próximo al de Wall Street 2 (2010): la culpa de la crisis no es de unas personas en concreto, sino del "sistema" en general, porque las cosas suceden porque sí, porque tienen que suceder, porque las crisis, como las enfermedades, son hechos incontrolables e inexorables.

Resulta preocupante este viraje ideológico en Hollywood, que ha pasado de un compromiso de actuación claro a una justificación de los desmanes cometidos en nombre del liberalismo. Porque presentar a los ejecutivos de Wall Street como sufridos administrativos que son los primeros preocupados por un problema que se les ha echado encima es lo mismo que dejar de señalar a los responsables. Algo que sí hacen películas como Inside Job o directores como Michael Moore. Está por ver si triunfa este modelo crítico o se impone el que defienden películas como Margin Call o modelos como el de American Pie: el de la legitimación del statu quo como el mal menor irremediable.

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2 comentarios

Miguelcrockett escribió
02/11/2011 11:38

Hombre, yo no he visto tan claro que se refleje a los traders como pobrecitos... el rubio es un personaje bastante cínico capaz de justificar lo injustificable, Demi Moore aparece como una hijaputa despiadada, e incluso el propio Kevin Spacey después de sus caritas y sus melindres acaba haciendo lo mismo que todos los personajes de la película: venderle mierda hasta a su madre para poder seguirse pagando los coches y palacetes. Personalmente, prefiero (y me creo más) este retrato a que me pongan señores muy gordos fumando puros con sombreros de copa.

parvulesco escribió
29/10/2011 01:08

King Vidor era un furibundo anticomunista y un individualista acérrimo. No cuela. Wallstreet no está lleno de malvados uruk-hai. El problema no son las personas, es el sistema. Apocalypse Now, del 1979, no es más que la humanización de unos soldados que estaban ejecutando un genocidio. Más propagandístico que esto ya me dirás.

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