VALENCIA. Si echamos un vistazo a los últimos años en la producción del cine español, comprobaremos que empieza a desmontarse ese tópico de que las películas de nuestro país son espantosas y que no gustan a la gente, de modo que sería una cuestión de orgullo no gastar ni un euro en ver ninguna. Vamos, que el cine español sería mucho peor aún que el cine francés, que es el peor insulto que se le puede espetar.
Se trata, así pues, de un hecho discutible: en estos años se han dado algunos taquillazos que han ocupado los primeros puestos del ranking de cada temporada, por delante incluso de las producciones de Hollywood. Y todos los taquillazos de nuestro cine se han producido en los últimos quince años, en una dinámica protagonizada por la saga de Torrente, desde su primera película, de 1998, hasta la cuarta, estrenada este mismo año. Sin embargo, no sólo de Santiago Segura vive el cine español, y entre Amenábar (con los taquillazos de Los otros, Mar adentro y Ágora), Almodóvar (que rubrica con éxito todas sus cintas), Guillermo del Toro (director de El laberinto del fauno y productor de El orfanato) y la comedia dirigida a un público joven (Mortadelo y Filemón, El otro lado de la cama o Días de fútbol) se conforma una lista muy variada en la que incluso se cuelan experiencias prácticamente novedosas, como la superproducción de época (Alatriste) o el cine de animación (Planet 51).
Llama la atención que este puñado de taquillazos del cine se haya producido en una época en que se ha recrudecido ese discurso sobre lo malas que son nuestras películas. Y sobre todo teniendo en cuenta que este éxito no se circunscribe al mercado nacional, sino que llega a todas partes, hasta el amplio reconocimiento crítico (el único premio que le falta a Almodóvar debe de ser el de playmate del mes) y público (con la enorme distribución con que ha contado en Estados Unidos, sin ir más lejos, Planet 51).
Tampoco hay que achacarlo todo, no obstante, a una campaña negativa contra el cine auspiciada por los medios de derechas. Es cierto que hubo unos años de indefinición y que aún hay muchísimos retos que solucionar en esta eterna disyuntiva de a qué lado tiene que decantarse la balanza, si hacia un modelo industrial (hacer cine comercial para ganar dinero, y punto) o cultural (como las cinematografías europeas más importantes). Uno de los factores que ha contribuido a esta cierta vitalidad del cine español se debe a una renovación de postulados, que en muchos casos coincide con un relevo generacional.
Tenemos, de este modo, a cineastas nacidos en los 60 y con un bagaje desarrollado en la cultura popular estadounidense. Cineastas como Álex de la Iglesia (nacido en 1965), Óscar Aibar (1967) o Jaume Balagueró (1968) son sólo algunos de los que han entendido que se puede conjugar éxito comercial con la transmisión de sus ideas personales, encontrando muchas veces la fórmula en el cine de género. El caso de Balagueró con el terror y fantástico es uno de los más curiosos.
Y decimos que es curioso porque el proyecto de Balagueró es tremendamente ambicioso: nada menos que repensar la historia del género desde las limitaciones de producción de nuestro país. Sus películas están llenas de referencias y homenajes a todo el género y, con esos ingredientes, dio la campanada en 2007 con [REC]: partiendo de una construcción clásica del fantástico (la casa como espacio de privacidad que encierra secretos en su interior), elaboraba un homenaje al terror contemporáneo, partiendo del Psicosis de Alfred Hitchcock reelaborado con zombies, posesiones, satanismo y citas a películas como El proyecto de la bruja de Blair (por el efecto de verosimilitud de la cámara en mano) o El silencio de los corderos (la secuencia final con visión nocturna).
Este éxito puso sobre el tapete ese bagaje en la cultura norteamericana de Balagueró y de Paco Plaza (codirector de la película) que aplicaban imprimiendo una tensión muy bien calculada en la película. Ésta es de hecho, una de sus principales características, la preocupación por jugar con el espectador sin tomarle el pelo, siguiendo la máxima de Hitchcock de darle absoluta primacía a la planificación y el montaje. Con esta idea, ambos ya habían realizado en 2002 una de las películas musicales más interesantes del cine español de los últimos años, OT: la película, una cinta magnífica pese al material del que partía (nada menos que los conciertos de los concursantes de Operación Triunfo, con David Bisbal y compañía).
La consolidación de Balagueró hace que cada proyecto nuevo genere una cierta expectación, y eso es lo que ocurre con la película que presenta estos días, Mientras duermes. La historia vuelve a partir de lo que sucede en el interior de un edificio, y si en [REC] el microcosmos que formaban los vecinos era uno de los ejes sobre los que giraba la película, aquí se da algo similar, con el portero de la finca como el personaje siniestro, ese tipo con el que convivimos y del que nunca sospechamos que puede ser un asesino, como el personaje clásico de tío Charlie en La sombra de una duda (Alfred Hitchcock, 1943). Aquí es César (Luis Tosar) quien vive obsesionado con Clara (Marta Etura), una vecina a la que acosa con cartas y mensajes anónimos, y a la que llega a colarse en su casa para adormecerla y violarla.
La historia de la película no es, por supuesto, novedosa. Sin ir más lejos, hace unas semanas se estrenó una cinta muy similar, La víctima perfecta (The Resident, Antti Jokinen), protagonizada por Hilary Swank. El argumento, de hecho, se repite punto por punto, con las violaciones, las drogas para dormir a la víctima, y el asesino matando a su novio. No obstante, a Balagueró esto no le importa dado que su obsesión es la reelaboración de un material muy conocido como excusa para hacer que el espectador sufra, grite y se asuste.
No obstante, aquí no logra esa tensión de [REC]. Uno de los motivos se encuentra en que Balagueró adapta el cine de terror anglosajón, incluso en sus carencias, es decir, en las líneas rojas que nunca se traspasan, por muy bestia que parezca ese cine. De nuevo, está esa continua prohibición de hacer daño a un niño en la pantalla, de manera que el espectador se queda con las ganas de que Balagueró vaya mucho más allá en la secuencia en que el portero amenaza con matar a la niña que conoce su secreto.
El otro problema es el cálculo erróneo de las exigencias del espectador: la historia no resulta tan fuerte como promete. Hace años, podría haber creado inquietud el efecto sorpresa del hijo nacido de la violación del asesino, pero este tema se encuentra ya tan machacado que se diluye ese intento de provocación: por ejemplo, en la serie norteamericana Ley y orden: Unidad de víctimas especiales, la protagonista, la policía Olivia Benson, es hija de una violación, una de las características principales que la define como personaje. Hacer que toda la angustia de la película recaiga sobre un giro argumental tan poco original le quita mucha intensidad, sobre todo en comparación con el final climático de [REC].
Con todos sus problemas, y aun no creando esa atmósfera tan asfixiante de su película anterior, Balagueró sigue apostando por el cine de género y rompiendo los tópicos sobre la estrechez de miras de los cineastas españoles. Un cine en el que resulta muy reconocible su voluntad de autor, que atrae a muchos espectadores, que no despliega el discurso llorón sobre lo mal que está la situación para nuestra industria y en el que, encima, no aparecen nunca ni Maribel Verdú, ni Jorge Sanz, ni Gabino Diego, ni Antonio Resines. Es decir, desmintiendo ese otro tópico de que "es que siempre salen los mismos". Ése es uno de los grandes valores del cine de autores como Balagueró, su capacidad para echar al traste toda esa idea que tanto ha calado al respecto del supuesto desinterés que provocan las películas españolas.
!Vaya articúlo! Para promocionar una película atacan a 4 actores españoles. Y encima mintiendo. ¿Cúanto hace que no vemos a Gabino Diego en una película? Jorge Sanz tampoco se prodiga mucho. Antonio Resines hace más tele que otra cosa. Y Maribel Verdú, estrenará próximamente, pero no lo hacía desde 2009, y fue con Coppola. ¿De cuando hablas? ¿De los 90? Pq Luis Tosar, que es excelente, se prodiga bastante más en el cine español que los 4 actores que has nombrado juntos. Vamos, que te has lucido.
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